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Mostrando entradas de enero, 2020

Un Hombre fiel

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Louis Garrel es en si una gran estrella en su país y prácticamente en Europa, es más conocido por sus trabajos actorales que por sus detrás de cámara. Y realmente un combo completo, así como nos ha dado tremendas actuaciones, sus pasos en dirección son interesantes. Un hombre fiel va más allá de lo que uno puede imaginar o esperar en películas tipo comedias románticas y francesas. Garrel hace un filme absurdo, que no logras creer los hechos que ocurren y ese despropósito la hace brillante. Su director no se toma en serio la idea de lo que quiere contar. El cineasta logra plantear una observación social donde describe la evolución de las costumbres amorosas, la flexibilidad de las relaciones, la nueva construcción de la pareja y, sobre todo, el reducido papel que el hombre actual mantiene una relación sentimental. Refleja la idea de nuevos códigos, que no llega a comprender a la perfección, los compara con comportamientos antiguos, sabe a la perfección lo que no debe hace

Vivir dos veces

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Las dos Marías, Ripoll en la dirección y Mínguez en el guion original, se combinan con armonía en una película que es una hermosa mezcla entre la esperanza y la melancolía, tanto en su sentida escritura como en su artístico envoltorio cinematográfico. La esperanza se encuentra en los toques desenfadados y más cercanos al humor de unos personajes cuya vida muestra en realidad un drama. Probablemente como todas las vidas en este mundo que no son quizás más que, como cantara Aute, un ejercicio de gozo y dolor. Constituye un reclamo al espectador más allá de contarle una historia: una llamada a afrontar la vida con esperanza, los problemas con desparpajo. Ese sentir se plasma fundamentalmente en la personalidad del personaje de la niña Blanca y en su relación con los otros, especialmente con su abuelo Emilio , del que parece haber heredado su forma de ser. La melancolía reside no obstante como trasfondo de las situaciones que viven. Una infancia no fácil de la niñ

La odisea de los giles

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Tanto la reciente El cuento de los comadrejas como La odisea de los giles se podrían englobar en un subgénero muy argentino susceptible de denominarse (parafraseando a los Hermanos Lumiére y su Regador Regado ) « El timador timado ». Aquí los protagonistas son los habitantes de un pueblito recóndito de la provincia de Buenos Aires que a principios del siglo XXI pierden todos sus ahorros tras la llegada del corralito para darse cuenta, después, de que han sido estafados inmisericordemente por un banquero y un abogado que manejaban información privilegiada. Así que se constituyen en una especie de banda de gánsteres amateurs y un tanto torpes, al estilo del gran clásico italiano Rufufú, para vengarse y recuperar su dinero, lo que da pie a un thriller trufado de innumerables situaciones de comedia y con un fuerte componente de crítica social hacia los abusos de los poderosos sobre los giles del título ( en Argentina, dícese de las personas sencillas y simples ). Todo fluye

La fractura

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Gallardo Llopis Arquitectos    C/. Sorní nº7   46004 Valencia  Estoy plenamente convencida de que mi historia es una historia común a otras muchas. Pero me apetece compartirla con vosotros. Nací en el seno de una familia de clase media. Recuerdo mi infancia como una etapa feliz y estimulante. Compartí risas y juegos con una hermana tres años mayor que yo. Nuestra educación se basó en tres principios, amor, libertad y sentido común.  Mi interés por el arte, en especial la pintura, se despertó hojeando los múltiples libros  que tenía mi padre y no me fue difícil elegir la carrera universitaria que iba a cursar. El último año en la Facultad fue un periodo cargado de protestas y reivindicaciones. Raro era el día en el que no se convocara una  Asamblea  para acordar manifestaciones o huelgas. Los de Económicas y Ciencias Políticas llevaban la voz cantante y entre ellos destacaba uno, Miguel. Su atracción no solo era física sino que poseía una locuacidad que

Quien a hierro mata

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    De alguien como Paco Plaza, capaz de extraer el máximo de potencial patéticamente terrorífico (las cornetas del fin abrupto de la infancia) de un jingle publicitario en su trabajo previo, Verónica (2017), podía esperarse que utilizara ese icónico y triste lamento en la frontera del horror vital que es la canción La vida sigue igual, de un gallego de pro como Julio Iglesias, a la manera de un latido subconsciente y coro griego de una, sobrecogedora en su cotidianeidad, tragedia como es Quien a hierro mata. Todo sigue y seguirá igual en el pequeño universo de Mario (busquen el adjetivo superlativo que deseen para lo que aquí hace Luis Tosar), un empático enfermero que asume roles de ángel y demonio sin pretenderlo, temeroso él mismo de adentrarse en las simas de su pasado, su personalidad y su destino. La vida sigue igual, y junto a ella la muerte, presencia absoluta y dominante de este brillantísimo y personal thriller, en sus mejores secuencias bañado en aque

Alegría

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Manuel Vilas acudió a la cena del Planeta con una corbata azul oscuro con ligeros destellos de luz blanca. Había en la elegancia de su traje una dignificación no sólo de la ocasión y el lugar, sino también de la literatura que encarna y representa. Porque la última escritura de Manuel Vilas, la que empezó con la multipremiada Ordesa -traducida ya a 14 idiomas- y casi cierra un ciclo en Alegría, es una dignificación del dolor y la pérdida y de cuantos procesos nos acucian para salir adelante. Hay que hablar de Ordesa para hablar de Alegría porque ha sido Ordesa la novela que lo ha traído hasta aquí. Y como hablamos de literatura autobiográfica, ese aquí es literario y extraliterario, es vital y es su premio finalista, es su corbata exacta y vertical como la narración de una caída y su propio rescate. Quien espere encontrar en Alegría una nueva Ordesa se decepcionará, aunque sólo parcialmente. Alegría puede leerse, más que como una segunda Ordesa, como su consecuencia natural. El h

Lo que el día debe a la noche

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Lo que el día debe a la noche me recuerda enormemente a Hijos de la medianoche por dos razones muy concretas. La primera no es otra que el hecho de que los dos trabajos comparten un formato argumental muy determinado. Para concretar, digamos que me refiero a tres aspectos muy llamativos presentes en ambas películas y que ya han sido utilizados en incontables ocasiones. El primero es que los dos trabajos plantean una historia de amor contextualizada en una delicada época de transición en donde la violencia y el choque racial hirieron profundamente las vidas de una generación. El segundo es que tanto el trabajo de Deppa Mehta como el de Alexandre Arkady centran toda su atención en el transcurrir del tiempo en lugar de centrarse en un momento determinado para desarrollar una anécdota concreta. Es decir, los dos filmes buscan transmitir de algún modo esta visión del tiempo como una apisonadora intangible que pasa por encima de nuestras experiencias, dejando tras de sí un cami