La adopción.
Mi hija me comunicó con delicadeza que había adoptado a dos hermanitos. Eran gemelos y tenían cinco años. Habían sido abandonados y un trabajador de los servicios asistenciales, entristecido ante la terrible situación, lanzó la noticia a Internet. Mi hija, febril usuaria de la red, lo meditó durante veinticuatro horas y tomó la inamovible decisión de aceptarlos en la que era su casa desde hacía pocos meses. Jamás había manifestado inclinación o instinto alguno que pudieran hacerme pensar en algo semejante. ¿Qué papel jugó la reciente independencia -y consiguiente soledad- a la hora de inclinarse por tan importante cambio en su vida?
Me costaba imaginarla dedicando a los pequeños sus días y gran parte de sus noches. Hipotecando vacaciones y novios. En definitiva, un estilo de vida. Con natural preocupación, intenté disuadirla. Argumenté que estaban ya crecidos y quizá presentaran graves problemas de adaptación. Además, la peculiar raza de los pequeños llamaría la atención. Lo exótico siempre conlleva algún conflicto.
Pero llevan ya dos años juntos y se dedica a ellos con entrega total. Habla de sus gracias constantemente, se ha unido al círculo de hombres y mujeres en situación similar y actúa con una sorprendente generosidad, regalándoles su tiempo con alegría. Reconozco que se hacen querer, me enternece escuchar sus voces en el contestador automático y me alegran sus saltos de alegría cuando llamo al timbre de su casa. Tal y como le advertí, no pasan desapercibidos, lo compruebo cuando salgo a la calle a pasear con ellos.
¡Mira, papá, dos dálmatas! gritan los niños cuando les ven salir del portal. Les conoce todo el barrio.
Maria Guilera
El tiempo no importa, está claro. Pero cierto es que hace varios años que no camino por estos lares, o , similares ... Pero esto tuyo sigue siendo igual de bueno!!! Un cordial saludo
ResponderEliminarGracias, eres muy amable, como siempre, Sila, y siempre eres bienvenida.
EliminarGracias de nuevo, Àngel.
ResponderEliminarHan pasado algunos años desde este relato que es cadi una transcripción de la realidad de aquel momento. Hoy, qué suerte, puedo pasear a un nieto de la mano y no con un par de correas...
Si yo te contara...Mi padre, hace ya 40 años de ello, me montó un número cuando vió que llevaba a mi hija, entonces con 22 meses, a pasear con arnés y una "correa"
Eliminar