The affair



Historia del olvido
 Referida a las dos primeras temporadas

En Las Afinidades Electivas, uno de los personajes le comenta a un amigo lo inteligente que parece una mujer a la que acaban de conocer. <>, le responde el amigo. En esas dos pequeñas líneas ya está sintetizada toda la novela: la inteligencia (entendimiento) con frecuencia no es más que un lacayo de los instintos (voluntad), especialmente cuando se trata de temas del corazón. Como quería que ella le gustara, él fue capaz de distorsionar la situación hasta el punto de sentir lo que era imposible observar.





Los personajes de The Affair no toman sus decisiones siguiendo las indicaciones de ninguna hipotética voz de la razón. Las toman a pesar de ella. La escuchan, sí, saben que van ser decisiones dolorosas, sí, pero en un nivel inconsciente ya han tomado la decisión mucho antes de notificárselo a ellos mismos. Y las dudas de después no son más que paripé. Son decisiones incomprensibles e inapelables. No sabes por qué lo quieres, pero lo quieres y punto. Como los sentimientos que las engendran. ¿Por qué Helen, seguirá, a pesar de todo, queriendo a Noah? En realidad, llegado un punto, no se puede escoger o, en el mejor de los casos, el ámbito de elección ha quedado muy limitado. Una vez que ciertos sentimientos desencadenan ciertos procesos todo lo que va suceder después, salvo accidente, será sólo un epílogo. Como nuestra propia sociedad.


Obviamente, en esta serie no hay maniqueísmos que valgan. Es una serie adulta. Y Noah, por tanto y como adulto que es, sólo es imbécil la mayor parte del tiempo posible. Sobre todo cuando habla. Al igual que la mayor parte de los restantes personajes, que si bien no llegan a un nivel Noah, también tienen su cosa. Además, entendámosle un poco, mirad a la señora Wilson. La frágil brutalidad de sus ojos y la tosca dulzura de sus movimientos bastan para noquear a cualquiera. Además, cuando conoces al personaje te das cuenta de que es absolutamente maravillosa. Una de esas mujeres que nunca estarán de moda. Noah, evidentemente, no le llega ni a la suela de las playeras.



La relación entre ambos (pero esto aplica a todos los personajes y a la mayor parte de las personas) solo funciona gracias el autoengaño, la ilusión y la omisión. Y para cuando los velos caen y la razón, casi por accidente y desde luego por la fuerza, hace acto de presencia, el compromiso es tan profundo que no es posible rectificar. La misma rectificación es ya inimaginable.


No es tan solo que nuestros recuerdos estén gravemente distorsionados para hacerlos cuadrar con las fantasías que nos hemos construido; es que la misma percepción de los acontecimientos también está profundamente sesgada por las expectativas y deseos de sus observadores/partícipes. Por lo tanto, nada es Real en sí mismo. Todo es máscara y representación. No existe el conocimiento puro. Lo más cerca que podemos estar de la verdad, de lo que pasó o está pasando ahora mismo, nunca será algo más que un conjunto de probabilidades. La seguridad absoluta no existe y eso definitivamente parece molestar mucho a Noah y, de paso, le da un punto entrañable.






La tesis central de la serie es que, si no fuera gracias a esa distorsión, al engaño, a las medias verdades o a esas fantasías que incorporamos a lo “real”, no sería posible el amor y posiblemente ni siquiera la convivencia (Nietzsche, mientras exaltaba a Dionisio, decía exactamente lo mismo respecto al arte, y Noah dice lo mismo respecto a su libro). La búsqueda de la verdad acaba por corroer los velos del misterio. Luego, claro, resulta que detrás hay otro velo y debajo una tortuga; pero al menos en un primer instante la verdad es incompatible con el esquema que los personajes ya tenían construidos. Ver caer el esquema de sus vidas, ver como se derrumban aquellas cosas que daban por seguras y no lo eran en absoluto, es, claro, una experiencia desoladora. No es necesario ahondar en ello.


The Affair es drama y casi nunca lo hace más de lo necesario. Aunque no por ello de tregua; sus interludios, no precisamente cómicos (aunque te puedas reír), sólo sirven para azuzar con más fuerza el látigo del destino sobre las espaldas, emocionalmente muy castigadas, de sus burgueses personajes. Que son 4 y que tienen una profundidad psicológica que entronca directamente con lo mejor (lo mejor) de Bergman. Con algún pequeño desliz melodramático que ustedes sabrán perdonar y algunas exageraciones y casualidades más difíciles de tragar. Su envoltorio de thriller, apenas unas pocas y astutas pinceladas, es sólo la escusa para revelar los complejos mecanismos que hay detrás de cada decisión, la importancia que puede tener una sola palabra en el momento exacto, los significados casi arqueológicos que pueden agazaparse detrás de un pequeño gesto. Es un thriller realista, coherente y costumbrista. No hay un solo polvo en la serie (y hay un montón) que no tenga un sentido argumental, narrativo. Es más, a veces, un significado profundamente dramático. Hay polvos que incluso transmiten amor.
Donald Rumsfeld

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