PREÁMBULOS


 Los cuadros del pasillo, derechos y sin un ápice de polvo. El cuarto de baño, aséptico y brillante.  Corro las cortinas del salón. Los cojines del sofá, bien colocados y ahuecados. He puesto las sábanas de raso y he extendido  pétalos de rosa, queda bien el contraste del rojo sobre el negro. Ya tengo la cena a punto y en la mesa no falta un detalle. Vuelvo a hacer un repaso general y, en efecto, todo está perfecto. Me ha costado esfuerzo y tiempo, pero Paula se lo merece.

Creo que la cena le ha gustado mucho, aunque no me lo dice y yo no se lo pregunto. Me siento eufórico aunque cansado. Todo está saliendo a pedir de boca. Le propongo que nos sentemos en el sofá, acepta encantada. Hablamos, mejor dicho le explico mis proyectos para la nueva campaña y la satisfacción de mi jefe, me escucha con interés. Interrumpo un segundo la conversación para llenar de nuevo las copas, también para bajar la intensidad de la luz, encender las velas y poner el CD en el reproductor, música suave y romántica como requiere la ocasión. Doy por hecho que le gusta. Aunque no me lo dice y tampoco se lo pregunto. Estoy agotado.

Cuando vuelvo a sentarme, se me acerca hasta pegar su muslo contra el mío, levanta la copa y brindamos. Paso a explicarle las últimas reformas que he hecho en el piso, le enseño fotos de cómo estaba antes de iniciarlas y acto seguido se lo muestro con detalle para que compruebe la gran diferencia. Cuando llegamos a la habitación, me sonríe, qué guapa es y cómo me gusta, pero no quiero precipitarme, se podría ofender si me muestro impetuoso. La paciencia es una virtud y yo, la poseo. Volvemos al sofá, continúo enseñándole el álbum de fotos familiares y de las últimas vacaciones. Noto el calor de su cuerpo a través del pantalón pero me digo, tranquilo, todo llegará. Paula me pide que la disculpe y me pregunta por el cuarto de baño. Aunque ya se lo he mostrado antes no recuerda donde está, le digo la segunda puerta del pasillo, al lado de la puerta de entrada. El CD vuelve a sonar. Cierro los ojos y decido que cuando regrese Paula la besaré, y todo lo demás vendrá rodado

Un fuerte golpe me saca del amodorramiento, tal vez se ha caído o se ha dado un golpe, corro al cuarto de baño, la puerta está abierta, enciendo la luz  y mis ojos se posan sobre el rojo mensaje del antes inmaculado espejo.

“Tú y tu puto romanticismo os podéis ir a la mierda, muermo".

Apago luces y velas, cierro la puerta con llave y me estiro sobre los pétalos con un suspiro,  pensando una vez más en la mala suerte que tengo.

(C) Lola Encinas

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