Ozark

Ozark' es el síntoma de todo lo que está viejo en las series de antihéroes

 Lo nuevo de Netflix es una parodia tan consciente de 'Breaking Bad' que solo podríamos tomárnosla en serio si fuera una comedia. No es una mala serie, pero llega diez años tarde.


Los fans de 'The Good Wife' recordarán como uno de sus momentos más divertidos la serie que de cuando en cuando veía Alicia Florrick, 'Darkness at Noon', una aparente parodia de 'True Detective'. En realidad lo era de 'Low Winter Sun', una ficción de la cadena AMC, estrenada en 2013 a rebufo de las ficciones intensitas de hombres torturados y abandonados al crimen, que fue pronto cancelada. Cuando descubrimos que Chris Mundy, el creador de aquélla, es hoy productor ejecutivo de 'Ozark', las ideas se agolpan en nuestra mente.



El comienzo de la nueva propuesta que Netflix lanzó el pasado viernes es un guiño a otra que conocemos. Un hombre carga cajas de dinero y esconde innumerables fajos en un almacén destartalado; si cambiamos la oscura y verde Misuri por el soleado y desértico Nuevo México ya está, ya lo tenemos. 'Ozark' es una réplica tan consciente de 'Breaking Bad' y de las series de antihéroes que solo podríamos tomárnosla en serio si fuera una comedia, como en aquellas escenas de 'The Good Wife'.


Lo cierto es que 'Ozark' no es una mala serie. Tiene un par de estrellas en su casting, está bien producida y dirigida, plantea una premisa potente y un despliegue que puede dar juego, e incluso un par de escenas, en sus primeros capítulos, que te hacen pensar que puedes estar ante algo realmente climático. ¿Cuál es el problema, si le queremos ver alguno? Que llega diez años tarde, que esta historia nos la han contado mil veces y de la misma manera. 'Ozark' pone patas arriba la vida de Marty Byrde (Jason Bateman, de 'Arrested Development', dirige varios episodios con muy buen tiento), un asesor financiero obligado a mudarse con su familia a una región rural de Misuri, lejos del FBI y la DEA, para ayudar a un narco mexicano a blanquear dinero. El lago de Ozark será su nuevo hogar y su nueva amenaza, aunque tal vez lo peor lo tiene en casa: tanto Wendy, su infiel y aburrida esposa (Laura Linney), como Charlotte, su hija adolescente, se lo pondrán muy difícil a la hora de salir victorioso en este repentino cambio de planes.


'Ozark ha llegado precisamente en la semana en que se celebra el décimo aniversario del estreno de 'Mad Men', serie icónica y revolucionaria en el retrato del antihéroe made in USA, gracias a personajes como Don Draper, pero también aterriza en una escena en que las figuras masculinas se pincelan de forma totalmente diferente. El hombre que desprecia a su mujer y a su familia, que se refugia en lo inmoral y lo ilegal para realizarse personalmente y superar sus complejos (de Tony Soprano a Walter White) ha dado paso a otro que lucha por hacerlo bien, por dejar atrás sus fantasmas y establecer relaciones sanas y satisfactorias. Ya lo apuntamos hace unos días en un artículo sobre los nuevos héroes juveniles, pero también nos sirve el ejemplo de protagonistas modernos como Kevin Garvey y Philip Jennings, de 'The Leftovers' y 'The Americans', o Dev y Earn, de 'Master of None' y 'Atlanta'. Lo de estas últimas no es solo una nueva apuesta temática sino también, y todavía más importante, moral, una búsqueda de aquello por lo que verdaderamente merece la pena pelear.


Con esta reflexión a partir de 'Ozark' no pretendemos, ni mucho menos, proponer una censura creativa. Es incuestionable la aportación de series como 'Los Soprano', 'Mad Men', '24', 'Dexter' o 'Breaking Bad' a la hora de plantear las heridas de una sociedad, la heredada del 11S, que optó por mirarse a sí misma a través de las ficciones de televisión. Pero hemos llegado a una escena en la que glamurizar el crimen no es radiografía social, sino pornografía de ese mismo ideario. Hace unos años vivimos un fenómeno despreciable que nos sirve para ilustrarlo, que podemos definir como el efecto Skyler, en referencia a la esposa de Walter White en 'Breaking Bad'. Fans de Heisenberg se dedicaron a publicar insultos personales contra Anna Gunn, hasta el punto de que la actriz escribió una carta en 'The New York Times' criticando la misoginia de estos seguidores, promovida en ocasiones por su estampa en la ficción. Aunque encarnaba lo correcto y la protección familiar, a Skyler se la odiaba, simple y llanamente, por llevar la contraria a su marido.



'Ozark' se ha servido de todas esas sensaciones para retratar al personaje de Wendy, al menos en los capítulos iniciales, y recordemos el efecto de primacía en cine y televisión: lo primero que te cuentan es aquello que retendrá tu memoria. Y no es el único caso de series recientes: de 'Ray Donovan' a 'Masters of Sex', de 'The Knick' a 'House of Cards', son muchos los títulos que se han rendido a la atracción del criminal, del machista, del racista, como el precio de su maestría en lo profesional. En el caso de lo último de Netflix, del genio de Marty Bryde para blanquear el dinero obtenido de la droga. Los que disfrutaron aquéllas disfrutarán 'Ozark', pero dejemos de pensar que la revolución de los personajes masculinos sigue pasando por ahí.


En un momento en el que las heroínas y antiheroínas vuelven a cultivarse en televisión con tanta fuerza y tanto ingenio como ellos, el reflejo de la masculinidad ha cambiado completamente hacia lo positivo, hacia los que huyen de la oscuridad en lugar de abandonarse a ella. Así lo hace también poco a poco la sociedad. El mundo avanza, y que se queden atrás los que no siguen el ritmo.

VICTOR M. GONZÁLEZ




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