El sentido de un final

 Película dirigida por Ritesh Batra sobre texto original de Julian Barnes en la que un buen trabajo de actores permite conseguir un resultado excelente. La trama nos introduce en el tema de la huella dejada en nuestra conciencia moral por los acontecimientos en los que hemos participado. Esta huella deja su impronta en la memoria afectiva y sensorial instaurándonos como agentes responsables de hechos.


Pero decir que una acción depende de su agente equivale a decir que está en su poder estableciendo una extrapolación exagerada que le atribuye el inicio y además las consecuencias de la acción como si entre ambos momentos no mediaran otros hechos y voluntades. La carta que escribe el protagonista en su juventud, a su novia y a su mejor amigo cuando estos ponen en su conocimiento que han iniciado una relación juntos, es una cínica colección de reproches y maledicentes deseos propios de un corazón despechado. La serie de acontecimientos funestos que sigue parecen al protagonista que cuelgan de una cadena práctica de la que su carta es el necesario primer eslabón de modo que se atribuye una culpa.




El corazón compungido está dispuesto a aceptar toda clase de enredos adicionales: enredar la acción de cada uno con la acción de cada otro. Por esto la atribución de responsabilidades y culpas que realiza la memoria tiene un carácter fugitivo porque actúa mediada por la imaginación, vulnerable al naufragio del olvido propiciado por los sentimientos molestos y revocable por la aparición de documentos que modifique la explicación de las acciones dando nuevos significados. En este caso abre la puerta del perdón. Por el perdón el protagonista se desliga de la irreversibilidad de la culpa que le condena a un carácter hostil y hace posible la reparación a las que han sido las victimas reales de su conflicto: su esposa y su hija.


Como escribe Paul Ricoeur: el perdón hace de la memoria inquieta y confundida, una memoria apaciguada, una memoria feliz.
No se puede entender bien el núcleo de la película, que es la reconstrucción de la historia personal, si no se han vivido ya algunos años. En el caso de esta película esta reconstrucción viene de la mano de un hombre mayor, y habla de cómo nuestra coraza personal, nos lleva a distorsionar y a no querer comprender lo que fue nuestro recorrido vital para evitar culpas y remordimientos con autoengaños inconscientes y pueriles.



Tiene la película un guión de Nick Payne que resulta de la la novela que da título al film, de Julian Barnes (Premio Booker, 2011). El libreto brinda la oportunidad para reflexionar sobre la pérdida, la memoria y la pesadumbre. Como escribiera el propio Barnes: “Vivimos en el tiempo, pero nunca he creído comprenderlo muy bien”. Pues bien, con esta novela y este libreto el director indio nacido en Bombay, Ritesh Batra, ha filmado esta excelente película que tiene el pulso y el espíritu del propio Barnes, pero traducido en imágenes, cuya base son la añoranza, la tristeza, la introversión y el la proeza de trasladar a imágenes, una intimidad que resulta má sencillas de describir en palabras que con metáforas. Batra, con elegancia y sobriedad, sabe imprimir un ritmo pausado pero dinámico a tan complejos asuntos, con flashbacks muy esclarecedores y originales. Batra nos sumerge en un cosmos que aunque dramático, es narrado con serenidad.



La banda sonora de Max Richter es muy emotiva y hermosa arropando perfectamente la trama con una cuidada selección de canciones There was a time, de Donovan, y Time has told me, de Nick Drake), piezas icónicas y banderas del estilo de la época sesentera. Hermosa fotografía de Christopher Ross y una cuidada puesta en escena, ambientación vestuario y todo lo que rodeaba a las dos épocas en las que se desenvuelve la trama: la contemporánea y la de los años 60, y a través de momentos de la vida diferentes: la jubilación y la juventud.


En el reparto el oscareado Jim Broabdent está archigenial, interpretando sabiamente el rol de hombre mayor con fracasos a sus espaldas, y lo hace de una manera muy convincente. Charlotte Rampling es la antigua novia convertida en una mujer de edad avanzada que sabe hacer perfectamente su papel de mujer que ha tenido una vida desdichada. Harriet Walter hace un gran trabajo como ex-mujer del protagonista y Michelle Dockery está igualmente bien como la hija madre-soltera.


La cinta es una manera de pensar esas consecuencias perniciosas que no queremos admitir. Nuestros comportamientos pretéritos que se actualizan en realidades que ya creíamos olvidadas pero que en ocasiones reaparecen.


Para mí la película es una apología para trabajar esa memoria remota y revivir sucesos antiguos, lo cual tiene consecuencias muy positivas para la salud psicofísica de quien acomete esta especie de terapia. Sobre cómo hacer una revisión de nuestra vida, de pensar en nuestro recorrido por este mundo cuando ya los años avanzan y la memoria flaquea o se ha acomodado a recordar acontecimientos que sólo son fruto de nuestros propios e inadvertidos intereses, de nuestras oportunas mentiras ya cristalizadas.
 Boxó

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