Doppelgänger
20 de Septiembre
A la distancia, extraño ciertas cosas anteriores; recuerdos de un pasado, sin duda, más feliz. Está claro para mí que uno debe saberse responsable de las decisiones que toma; la que yo tomé fue la que juzgué correcta en aquel momento y sé que me traerá éxitos profesionales; pero la soledad y el aislamiento propician una existencia muy dura. Acaso el paisaje alivia el dolor, pero solamente seis meses al año; acaso este diario evita la locura, pero empieza a resultar exiguo; dudo que alguna base ártica, solitaria al igual que esta, sea un destino recomendable.
Pronto vendrán los meses diurnos, pero hasta que ese momento llegue paso la mayor parte del tiempo observando las fotos de Brünhilde: las fotos de ella posando y las nuestras abrazando a Ula. Creo que fue demasiado apresurado, creo que un año de vida es muy poco tiempo para entender que un padre, a veces, debe abandonarnos porque nos ama; porque está edificando un futuro digno para nosotros. Veo sus fotos y sólo Dios sabe cuánto las extraño; sería inútil tratar de expresarlo en este sórdido diario.
Mañana del 23 de Septiembre
Hoy ocurrió algo muy desconcertante. Cuando regresaba de la matinal caminata de reconocimiento, escuché la algarada de las gotas contra el suelo, característica de la ablución; al acercarme lentamente, a través del vapor, pude ver la silueta de un hombre. Parece inverosímil, lo sé: alguien tomaba un baño en mi albergue. Tomé rápidamente este diario y algunas ropas para protegerme del frío extremo, y salí a ubicarme, sin que me viera, próximo a la casa con la intención de espiarle.
Mi descubrimiento no podría haber sido más azorante; sé que lo que estoy a punto de decir me ganará el apodo de alguien que ha perdido completamente la razón: cuando asomé para observar a mi nuevo vecino, noté que se trata de alguien exactamente igual a mí. Froté mis ojos un par de veces, me aseguré de que mis sentidos no me estuvieran engañando: mi visitador es idéntico a mí en apariencia, es mi Doppelgänger.
Tarde del 23 de Septiembre
Veo cómo toma mi ropa, la somete a dobleces y la guarda en una maleta; trajo consigo una caja donde deposita todas las pertenencias que dejé sobre mi escritorio. Parece estar buscando algo entre los cajones; ¿acaso buscará este diario? ¡Imposible! Jamás podría conocer este diario; me pertenece desde hace dos años, desde el momento en que llegué aquí.
Mi visitador continúa empacando todas mis pertenencias; el frío empieza a volverse intolerable, la idea de entrar y confrontarlo cada vez se me antoja más fatal.
Noche del 23 de Septiembre
Cuando atravesé la puerta, la inextricable sensación de verse uno reflejado en un espejo de carne y hueso, nos conmocionó a ambos.
-¿Quién eres tú? - le pregunté en cuanto pude recuperar el aliento.
-Al parecer, soy tú – respondió, no sin un dejo de cinismo, al momento que continuó su labor de acopio.
-¿Cómo es que te pareces a mí? - Insistí, para confirmar mi percepción anterior de que su voz era idéntica a la mía.
-Yo diría, más bien, que tú te pareces a mí – respondió con una terrible sonrisa en los labios-El orden correcto de los factores dependerá de saber quién llegó primero a este mundo.
-Yo nací en el año 2020 – argüí.
Me sonrió.
-Eso es lo que tú crees -le escuché decir. Reconozco haber estado demasiado confundido como para pensar correctamente.
Mi doble continuó recogiendo mis cosas; en el momento en que tomó las fotos de Brünhilde y Ula, me abalancé sobre él para impedírselo y se las arrebaté con fuerza.
-No permitiré que hurtes estas fotos -le dije.
-Es imposible que yo hurte algo que me pertenece – aclaró-. Además, ¿las conoces?
-¡Claro que las conozco! -Repliqué.- Son mi esposa y mi hija.
Él, mirando al suelo y sonriendo, susurró: -cada día los hacen más reales.
-¿A dónde te llevas todas mis cosas? –pregunté.
-A tu casa -respondió mi doble.
-Pero aún me restan dos semanas aquí -dije.
-Sí, a ti te restan dos semanas aquí, no a mí; yo regreso hoy a casa -.
En ese momento comprendí todo lo que sucedía: mi doble no era más que una imitación de mí, un clon creado para reemplazarme. Sucedía que en ese momento, él se disponía a marcharse hacia mi casa, a tomar mi lugar en la familia; pretendería ser el marido de mi mujer y el padre de mi hija.
-¿Es que acaso no comprendes? ¡Has sido creado a mi imagen y semejanza! Te han engañado; te han hecho creer que mi vida era la tuya – le dije, más con cariño que con reproche.
Mi doble sacó de su mochila un colecticio de hojas y, claramente afligido, me dijo:
-Sinceramente, lamento que tengas que enterarte de esta manera. Las cosas nunca debieron suceder así; es la primera y última vez que cometemos un error de tal índole. Lo siento mucho.
Dejó las hojas sobre mi escritorio y, cargando las maletas y la caja, se abrió paso entre la tormenta de nieve que se suscitaba afuera.
24 de Septiembre
Las hojas abandonadas por mi doble (ahora sé que es incorrecto llamarle así), me han enfrentado con la terrible verdad. Quien lea esto jamás podrá imaginarse lo que se siente descubrir que los propios recuerdos, aquellos que uno posee desde siempre, y que le brindan un pasado y una historia, pertenecen, en realidad, a otro. Me abruman tremendas lágrimas de desazón: lágrimas por Brünhilde, por Ula; lágrimas que caerán por mi rostro sin destinatario, sabiendo que lloro por personas que ignoran mi existencia; sabiendo que extraño a dos personas que nunca conocí.
Lo vivido, de alguna manera, apuntala la idea de quien uno es. Tal vez, como dicen, es un grave error vivir en el pasado, pero hoy he advertido que es imposible vivir sin él. Desconozco, realmente, quién soy. Me es inútil recurrir a nociones convencionales: mi nombre no es el mío; las fotografías que sostengo entre mis dedos y los recuerdos que revivo con nostalgia, le pertenecen a alguien más.
Pienso en el suicido; pero ignoro cómo poner fin a algo que, ciertamente, jamás tuvo un inicio. ¿Cómo ingeniar una muerte propia en una vida ajena? ¿Cómo podría morir una persona que nació, simplemente, como un clon de alguien más?
Juan Manuel Martínez Iglesias
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