Competencia oficial


 

Increíble sátira al mundo del cine, la interpretación y el arte de élite. Desbordante humor negro, de una notable inteligencia.

Para empezar, la historia ya de por si es original, comienza con la descarada personalidad de un poderoso hombre cansado de triunfos, que no se le ocurre más que producir una película con los mejores profesionales.

Para ello cuenta con la mejor productora, frenética y artística Lola cuevas (pe cruz), el triunfador actor de entretenimiento de Hollywood felix (banderas), y el aclamado maestro de teatro Iván (oscar Martínez).
La rivalidad y tensión entre ellos será palpable, desde puntos de vista, forma de trabajar, de vivir, moralidades y personalidades, absolutamente diferentes, pero con algo en común: su tremendo ego. Para colmo, tendrán que interpretar a dos hermanos enfrentados.

A través de una graciosa forma, de desnudar para el espectador, lo que es una producción de cine, no dejan de suceder maravillosos diálogos con buena carga de humor inteligente, que mueven al espectador de un bando a otro constantemente cual pelota de tenis, siendo engañados una y otra vez, víctimas de sus trucos como si de magos del cine se tratara.

A pesar de no ser nada fan de banderas, este papel está elegido con grandioso gusto, y lo defiende destacablemente. Para Penelope no hay palabras, (después de defraudarme estrepitosamente en madres paralelas) me ha eclipsado siendo Lola, impresionante caracterización y personalidad, entregada en cuerpo y alma a su causa, bravisimo!

Interpretaciones de estos 3 gigantes a parte, lo más reseñable sin duda es la manera de manejar las emociones del espectador a través de una interpretación, si el cine emociona y hace sentir, personalmente esta obra me ha causado un revuelo de emociones sin freno de principio a fin, me ha divertido y sorprendido para bien este genial guion, que se ríe con astucia, de la mamarrachada elitista.
Si te tomas esta película como un entretenimiento que consumir, como algo que tiene una duración y cuando se termine no piensas darle mayor relevancia. Entonces, probablemente te decepcione, te resulte monótona, pretenciosa y pesada e, incluso, te causa la sensación de no haber visto cine. Y estarías en lo cierto, esto no es cine al uso.

Para empezar, esto no es una película como tal, o al menos en el sentido comercial en el que la mayoría de los consumidores nos tomamos esta palabra. Esto es un ensayo estético —no estilístico— acerca del cine en específico y del arte en general. Es entonces cuando, en este plano más filosófico o crítico, se puede entablar una relación con esta obra en la que llegues a sacar algo más que interesante de su visionado.

La película, con un guión de 10, es un ensayo estético de principio a fin. Quizás nacido de las reflexiones escritas acerca del séptimo arte de la mente y mano de su autor, esto no incapacita para que funcione como ejercicio audiovisual. Parte de la contraposición de tres ideas muy cerradas acerca de como abordar una obra artística (ortodoxia, vanguardia y comercialismo) —en este caso la producción de una película— que se proyectan en los tres personajes centrales. Esto determina sus acciones y sus reacciones. Una de las cosas más interesantes es disfrutar de cómo los tres planos que tiene la película (película dentro de la película, ficción que como espectador vemos y reflexiones estéticas con interpelaciones al propio espectador) dialogan entre sí, entran y salen, se comunican y se interpelan para seguir avanzando, puro metacine en el más estricto significado (apoyado además por la trama de la película). A partir de esta premisa, se desarrollarán una serie de contradicciones, siguiendo la triada hegeliana —tésis, antítesis, síntesis— que no nos va a llevar a ninguna verdad, si no a diversas realidades sobre cómo acometer un proceso creativo. Pese a estos mecanismos, más intelectuales que pragmáticos, que podrían hacer causar la impresión de parecer una película muy pretenciosa, la comunicación interna de los tres «metaplanos» fluye de una manera armoniosa y los gags cómicos perfectamente colocados y desarrollados — esto es una cosa que el cine español rara vez hace bien, por tendencia abusar de ellos, utilizando el humor como elemento disruptivo en la trama, en vez de para construir un discurso coherente a lo largo de la película, independientemente de la sutileza o calidad de la comedia; esto es un punto muy a favor de este filme, sin duda, lo sabe explotar a la perfección— que sirven para distender todo es halo estético del guión.

En contraposición con todas estas ideas más o menos vanguardista y rupturistas, se produce un buen equilibrio gracias a la presencia de otros elementos mucho más clásicos y reconocibles del cine comercial. Por supuesto, la figura que ejerce el clásico número 3 (tres personajes, tres capas de profundidad, tres ideas a la hora de decidir cómo llevar a cabo un trabajo...). Después el uso de una música tan clásica (piezas del repertorio pianístico muy reconocibles por cualquier persona). Por último, el minimalismo en el decorado y en el uso de la cámara (planos fijos y largos, cámara más estática que en movimiento, etc.), que solo se rompe en el final de la película —en algunos planos me ha recordado al gesto de cámara del cine de Yorgos Lanthimos—.

Sin ser una grandiosa película, sí que es un gran ejercicio estético que te puede dejar un gran poso de pensamientos acerca de los que reflexionar. Y, a una mala, si te has colado en el cine sin saber lo que ibas a ver, al menos te llevarás unas muy buenas actuaciones de tres monstruos interpretativos (por mucho que les duele a algunos) en los tres diferentes planos —otra cosa espectacular de la película, cómo entran y salen de la «metainterpretación»; brillante—.
Típico film para volver a ver y seguir disfrutando de cada detalle, cine para amantes del cine.
(C)Sara

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