Criminal (Spain)
'Criminal', la serie en la que pagarías
porque cada
sospechoso tuviera un spin-off
Tres casos, tres interrogatorios, tres batallas
psicológicas. Los episodios españoles de la propuesta internacional de Netflix
Criminal llega a la plataforma resolviendo, con nota, su examen. A falta de
conocer cómo empastarán con los capítulos franceses, alemanes e ingleses, la
ficción encuentra en su reparto su mejor aliado para desenvolverse con soltura
en sus tramas sin salir de un único espacio: la sala de interrogatorios.
Carmen Machi, Inma Cuesta y Eduard Fernández sobresalen como
los "criminales" que se baten con Emma Suárez y Álvaro Cervantes en
duelos de personalidad, inteligencia y manipulación. Mariano Barroso (El día de
mañana) ha sido quien ha dirigido las entregas patrias, y ha tenido que apañarse para
mantener el ritmo encerrado en la estancia policial. Algo en lo que los guiones
de Alejandro Hernández y Manuel Martín Cuenca han ayudado, y bastante.
Menos espacio, más amplitud de miras
Acostumbrados en las series policíacas a ver asesinatos, la
llegada del equipo forense al lugar el crimen y los primeros pasos de las
investigaciones, la irrupción directamente en la sala de interrogatorio que
plantea Criminal llama la atención precisamente por eso. Entramos de lleno en
la sala a conocer al sospechoso sin un contexto previo que nos haga
posicionarnos como espectadores directamente en su contra.
Se le permite el beneficio de la duda, no sabemos por qué
han decidido interrogar a cada uno de ellos. Los hay que acuden sin abogados,
que llegan con la cara llena de moratones o esposados. Cada personaje
incriminado es muy diferente, se enfrentan a la situación con actitudes
dispares y aguantan en el ring con mayor o menor perspicacia y dureza.
Así, la aparente limitación espacial se ha convertido en una
herramienta poderosa para permitir la empatía con los retenidos y dejarse
embaucar por sus arrolladoras y titubeantes personalidades. Empezando por
Carmen Machi. Sus primeras palabras en la serie son toda una declaración de
intenciones: un discurso sobre el amor propio con los que ancla en sus sillas a
los policías interpretados por Álvaro Cervantes y Jorge Bosch.
Su personaje es una mujer fuerte, obsesionada con su dálmata
y que defiende que "sólo existe el amor en el mundo de los perros".
Implicada en la desaparición de un hombre, se muestra implacable y desafiante
repasando cada pocos minutos el carmín color rojo intenso de sus labios,
mirándose en el espejo tras el que la observa la jefa de la investigación,
encarnada por Suárez.
Ellas mandan, ellas hablan, ellas follan
Criminal se toma a sus personajes femeninos muy en serio,
presentando sus aristas, poder y capacidad con complejidad, decisión y respeto.
Suárez es quien manda en la investigación, y que además se salta las normas en
más de una ocasión convencida de que sus métodos le van a llevar a lograr el
objetivo que persigue. Una agente que sobrepasa la cincuentena, tiene un hijo y
se tira a su compañero (Cervantes), unos cuantos años más joven que ella. Sin
miramientos, sin florituras. Porque le da la gana. Igual que la sospechosa
Machi en su vida previa a la incriminación.
María Morales (Vis a Vis) interpreta a su compañera, con la
que no tiene muy buena relación, y que aun así confía en ella, la apoya cuando
lo ve oportuno y, aunque le cueste reconocerlo, admira. Ambas policías se
sientan frente a otra de las sospechosas de la ficción, Inma Cuesta.
Después de verla en la vis seria, tozuda y
"antigua" en Arde Madrid, su nuevo proyecto televisivo la muestra
devastada, como una joven cuya hermana autista ha aparecido muerta en la bañera
de su casa, mientras ella cocinaba. Empeñada en defender "que no se
acuerda de nada", es llevada al límite, en un ejercicio de protección
hacia alguien a quien quería profundamente.
"La gente piensa que estoy loca", es una frase que
pronuncia en repetidas ocasiones durante el interrogatorio. "Estoy
acostumbrada a que no me tomen en serio", reconoce antes el personaje de
Machi. Dos mujeres, dos sospechosas, que acuden a la policía con una bolsa de
prejuicios de los que han tenido que defenderse y reponerse. Sus convivencias
con ellos les llevan a mantener sus posturas y el por qué que les ha llevado a
ser interrogadas.
Una comisaría no idealizada
Criminal no muestra cadáveres, los agentes no acuden a ver
los cuerpos y a escuchar el resultado de la autopsia. Tampoco vemos tiroteos,
persecuciones, heridas de bala ni sangre. Ni falta que hacen. La serie de
Netflix se basta con sus diálogos y el carisma de sus personajes. No hay
idealización del trabajo como policía, los agentes son variopintos, tienen sus
vidas privadas y un hall en el que entra la luz del día, que a menudo parece
que las comisarías se emplazan siempre en sótanos.
Importan más la dialéctica y la manipulación, y mantiene el
interés los 45 minutos que duran sus episodios. La inspectora jefa no es una
erudita ni una asocial. También se equivoca, ansía venganza y miente. Pero
tampoco demasiado, y se la tiene jurada al personaje encarnado por Eduard
Fernández. En su caso, un traficante de drogas que engaña más que habla, y que
entretiene y divierte mientras lo hace.
De momento, cada capítulo funciona de forma aislada y tiene
una estructura autoconclusiva, aunque las relaciones entre los policías sí que
tiene una evolución. Quienes se sientan en la silla de interrogado varían en
cada episodio, pero no quienes les tensan las cuerdas. ¿Cómo encajarán sus
historias y métodos con las de los demás países? A priori cuesta imaginar una conexión,
pero habrá que esperar para poder valorar la ficción en su conjunto. No en
vano, todos han sido rodado en la misma localización. Si no, desde aquí
apoyamos nuevas entregas que sienten a declarar a más intérpretes en semejante
estado de forma, o a los mismos más allá de la investigación.
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