O sabor das margaridas



Un pueblo pequeño en el interior de Galicia donde nunca pasa nada es el escenario donde se desarrolla O sabor das margaridas (El sabor de las margaritas), la producción de CTV, Comarex y TVG que presenta Netflix. Es el clásico marco donde una comunidad pequeña, tranquila, sin apenas delitos de importancia, se ve zarandeada por la desaparición de una joven que trabaja en una gasolinera. Hasta ahí, casi nada, apenas, fuera de la normal; sin embargo, la llegada al pueblo de una joven teniente de la sección judicial de la Guardia Civil vulnera esa calma cuando se presenta en el cuartel del Cuerpo y pide ayuda a su compañeros.



El noir no pasa de moda. Y más aún cuando el contexto alberga a un lugar pequeño, donde las personas tienen, en apariencia, vidas anodinas, en el que las rutinas son demasiado tediosas, y donde los protagonistas (que suelen ser los policías que desarrollan la investigación) tienen complejidades extremas, pasados oscuros y una flagrante incapacidad para las relaciones humanas, sea o no deliberadamente.



Broadchurch, Fortitude, Sorjonen, Trapped, True Detective, entre otras, son ejemplos palpables de este género. El sabor de las margaritas, además, se desarrolla en Galicia. Y en gallego.










Situémonos: Murias, Galicia, en la actualidad. Marta Labrada (Paloma Saavedra), una joven que trabaja en la gasolinera del pueblo, desaparece sin dejar rastro. La desaparición causa el revuelo suficiente como para que la Guardia Civil envíe a la comandancia de Murias a la joven, y novata, teniente Rosa Vargas (María Mera). Allí la recibe el sargento Alberte (Miguel Insua), al que le quedan unos días para jubilarse, y el agente Mauro (Toni Salgado), sucesor de Alberte en la comandancia. Las primeras pistas arrojan la presencia de un asesino en serie y derivan hacia un “club” donde una de las chicas, Ana (Nerea Barros), hace amistad con Rosa. La visita del Papa a la cercana Santiago resta efectivos a la Guardia Civil para ayudar a Rosa en su investigación.




Rosa Vargas irá laminando las capas de moral de Murias mientras, poco a poco, desvela que hay más motivos para su presencia que la mera desaparición de Marta. En un juego de subtramas relacionadas íntimamente tanto con ella como con el resto del pueblo, los seis capítulos descubren adolescentes inocentes obligadas a prostituirse, cultos satánicos, orgías pagadas por prohombres donde reina la violencia y la pedofilia, fetichismos y parafilias… y un antiguo delito que nunca se juzgó. Rosa, con la colaboración de Alberte y Mauro, teje una red de contactos que van desde Ana, hasta Rebeca (Sara Sanz), hija de Mauro, pasando por el Padre Amaro (Xavier Pan), párroco del pueblo.





La evolución de los personajes, sobre todo de Rosa Vargas, es uno de los avales más significativos de la miniserie. La estética y la belleza de los parajes naturales gallegos, las subtramas que dibujan paulatinamente el escenario final, los giros de guión inesperados, la sencillez de los diálogos (huyendo de la tan manida manía de impostar conversaciones fuera de todo lugar) y el nivel de intriga que conserva hasta el final mantienen al espectador pegado a la pantalla. La excesiva duración de los capítulos (sobre los 70 minutos), algunos movimientos de cámara y una cierta austeridad en la producción son los pequeños déficits que le podemos achacar.




El sabor de las margaritas ha sido escrito por Ghaleb Jaber Martínez y los guionistas Eligio Montero y Raquel Arias. Dirigida por Miguel Conde (Bajo Sospecha, Serramoura, Gran Reserva, La Alquería Blanca), la serie está protagonizada por María Mera, Tony Salgado, Miguel Ínsua, Ricardo de Barreiro y cuenta con la colaboración especial de Nerea Barros, Goya a la mejor actriz revelación por La isla mínima.
‘El sabor de las margaritas’ se encuentra disponible en Netflix.

                                                                                                                                      Juan Galonce

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