Un hombre llamado Ove
Quizás resulte algo simple, con demasiadas ganas de agradar y resultar simpática y hacerse querer a toda costa, pero la verdad es que conforme avanza su metraje consigue poner en pie el retrato fascinante de un cascarrabias enfurruñado, obsesionado con las reglamentaciones estériles y las prohibiciones arbitrarias, que tras su fachada de gigantón insociable esconde un corazón demasiado grande y quebrado como para permanecer en un mundo que le resulta ajeno e inhóspito tras la muerte de su adorada media naranja. Coquetea en varias ocasiones con el suicidio – sin que por ello la cinta pierda su tono ligero y amable – pero siempre hay algo o alguien que le impide concluir con éxito sus meticulosos preparativos. La vida parece querer brotar en los páramos más yermos.
Gustará a los que sepan apreciar el humor negro, a los que crean en la bondad intrínseca de todos los seres humanos, a los que no se avergüencen de sus buenos sentimientos y a los que no les asuste explorar la realidad como un tobogán que recorre, a una velocidad de vértigo, lo mejor y lo peor de cada uno y de sus semejantes. Quizás pueda irritar a los que se crean manipulados por el optimismo inquebrantable y radiante que desprenden las humoradas y extravagancias del ladino introvertido que las protagoniza, pero si uno se deja llevar por la propuesta, encontrará una modesta joya disfrazada de astuta bisutería.
Su aparente blandura no es sino un canto a la generosidad y ternura que nos reconforta y alivia durante nuestro breve peregrinaje por un valle de lágrimas incierto y resbaladizo.
Convencional comedia sobre la bondad que rebosa de historias, personajes y sucedidos, y que tiene querencia inopinada hacia la viñeta animada.
Parece fábula atiborrada, repleta de buenas intenciones y amor por la vida. A pesar de su previsible inicio malhumorado y sus continuos intentos de salir por la tangente suicida.
Línea clara, simpleza y brocha gorda. Ruidosa, cariñosa y sabrosa.
Entre la atorrante sucesión de naderías y la simpática muestra de un microcosmos vecinal lleno de alegría soterrada, luchando por salir y explotar.
To er mundo é güeno aunque no lo sepa o se niegue/empeñe en no asumirlo/reconocerlo, salvo algún burócrata desnortado de tebeo y algún compañero de trabajo que pacía por esos lares. Solo se trata de quitarnos la máscara (a los más avinagrados) y sacar a la luz nuestros corazones grandes y hermosos como una pelota de baloncesto, casi tanto como un Saab.
No tiene mucha gracia (a pesar de sus desesperados intentos por aparentarla), ni mucho interés, ni mucho ingenio, novedad o sustancia, es más bien como una canción pop un tanto anacrónica y vulgar que ponen en esa cadena de música que sirve para acompañar a los solitarios mientras cenan, hacen un bizcocho o recuerdan su glorioso pasado como anacoretas de grandes posibilidades todavía, antes de la roña.
Este contumaz obstruccionista que protagoniza la fiesta es un Mr. Scrooge de cajón y del carajo. Con un fantasma del pasado en forma de hada buena (su bella y buena mujer), uno del presente con una hada igualmente hermosa, bondadosa y un poco más belicosa, y el del futuro que todavía no se presenta pero que también amenaza con ascensión fulgurante a los cielos de los cascarrabias que tienen el alma como la patena y el espíritu recién planchado por las monjas santas del sagrado corazón, María, llena eres de gracia, Amén.
La tragedia se gesta en España. No podía ser de otra manera. Somos el infierno de Europa, donde se cuece, se fabrica a mansalva, a espuertas, toda la maldad y la desgracia que más tarde disfrutarán a manos llenas los europeos de más arriba. Somos el sótano oscuro, el de las bajas pasiones y los grandes malentendidos, el del horror vacui, cuando la noche se cruza con el miedo y solo sabemos de azar ciego y penas negras de horror feo.
Ferdydurke y Fana
Comentarios
Publicar un comentario