Juego de palabras
DE MANÁ A MANZANO...
Teresa Cameselle
En el autobús que la llevaba de vuelta a casa había un bebé mamando, sus pequeños dedos agarrados con afán al pecho generoso de su madre, una gitana morena de gesto feo y carnes desbordadas que apenas prestaba atención al chiquillo, envuelto en un sucio mantón.
Una maniobra brusca la lanzó contra la ventana, donde se aferró sobresaltada a la barra metálica, enganchándose la manga del suéter en un tornillo flojo; del radiador, a la altura de sus pies, salía un aire viciado y abrasador.
A su lado, un pasajero aprovechaba para manosear a una joven, que se lo quitó de encima de un manotazo.
Pasado el espectáculo, descanso la cabeza contra la manija de la ventana, la sentía pesada, como si sus sesos se hubieran convertido en puré de guisantes, puré muy espeso, con grumos, que se movía con lentitud reaccionando a los bandazos del vehículo, que la mangoneaban como a un maniquí de escaparate.
Al bajar a la acera, en su parada, se detuvo a contemplar una fuente de la que manaba un chorro de agua incesante.
Una sensación de deja vu la atrapó, unida a la imagen del bebé del autobús.
Sacudió la cabeza, el puré repartiéndose pegajoso por las paredes craneales, y logró reiniciar su camino, esquivando a la vendedora que le ofrecía un manojo de violetas.
Quizá se había olvidado de alguna tarea en el trabajo.
Intentó repasar su día, pero lo recordó oscuro y espeso como sus sesos.
El director se había mostrado tan mandón como de costumbre, esperando, quizá, sacarla de la mansedumbre habitual, por más que ella, acostumbrada a sus malas maneras, no reaccionaría ni aunque una plaga de mangostas se manifestara en plena oficina.
Subió los dos pisos que llevaban a su puerta, el ascensor como de costumbre estaba averiado y el manazas de turno no lo arreglaría hasta el día siguiente.
Abrió con su llave y dejo que la puerta se cerrara sola mientras caminaba con paso cansino hacia la cocina.
Aún volvió a pensar que había olvidado algo.
El bebé, la fuente... El charco de sangre en la entrada de la cocina.
Eso era. No lo había limpiado.
Miró con extrañeza el rostro ahora manso del difunto, con los ojos muy abiertos y el cuchillo jamonero brotándole entre las costillas.
Tres veces le había jurado que no había pasado nada, pecando contra todos los mandamientos divinos.
Después, ante las pruebas irrefutables, trató de quitarle importancia.
Que si la culpa es de ella que es una lagarta. Que si siempre me anda tentando. Que si sólo fue una ma...
No le dejó terminar aquella palabra.
Había tres cosas que ella odiaba por encima de todo: las mentiras, la infidelidad, y las palabras malsonantes.
Con su último aliento, sin embargo, él acertó a pronunciar una palabra hermosa: “ma... ma...”.
(El título tiene una explicación, he cogido el diccionario y he buscado todas las palabras que empiezan por “man-”, la primera es “maná”, la última “manzano”. Las que eran admisibles en el contexto, las he incluido en el relato.)
http://teresacameselle.blogspot.com/2010/03/este-jueves-un-relato-juegos-de.html
Teresa Cameselle
En el autobús que la llevaba de vuelta a casa había un bebé mamando, sus pequeños dedos agarrados con afán al pecho generoso de su madre, una gitana morena de gesto feo y carnes desbordadas que apenas prestaba atención al chiquillo, envuelto en un sucio mantón.
Una maniobra brusca la lanzó contra la ventana, donde se aferró sobresaltada a la barra metálica, enganchándose la manga del suéter en un tornillo flojo; del radiador, a la altura de sus pies, salía un aire viciado y abrasador.
A su lado, un pasajero aprovechaba para manosear a una joven, que se lo quitó de encima de un manotazo.
Pasado el espectáculo, descanso la cabeza contra la manija de la ventana, la sentía pesada, como si sus sesos se hubieran convertido en puré de guisantes, puré muy espeso, con grumos, que se movía con lentitud reaccionando a los bandazos del vehículo, que la mangoneaban como a un maniquí de escaparate.
Al bajar a la acera, en su parada, se detuvo a contemplar una fuente de la que manaba un chorro de agua incesante.
Una sensación de deja vu la atrapó, unida a la imagen del bebé del autobús.
Sacudió la cabeza, el puré repartiéndose pegajoso por las paredes craneales, y logró reiniciar su camino, esquivando a la vendedora que le ofrecía un manojo de violetas.
Quizá se había olvidado de alguna tarea en el trabajo.
Intentó repasar su día, pero lo recordó oscuro y espeso como sus sesos.
El director se había mostrado tan mandón como de costumbre, esperando, quizá, sacarla de la mansedumbre habitual, por más que ella, acostumbrada a sus malas maneras, no reaccionaría ni aunque una plaga de mangostas se manifestara en plena oficina.
Subió los dos pisos que llevaban a su puerta, el ascensor como de costumbre estaba averiado y el manazas de turno no lo arreglaría hasta el día siguiente.
Abrió con su llave y dejo que la puerta se cerrara sola mientras caminaba con paso cansino hacia la cocina.
Aún volvió a pensar que había olvidado algo.
El bebé, la fuente... El charco de sangre en la entrada de la cocina.
Eso era. No lo había limpiado.
Miró con extrañeza el rostro ahora manso del difunto, con los ojos muy abiertos y el cuchillo jamonero brotándole entre las costillas.
Tres veces le había jurado que no había pasado nada, pecando contra todos los mandamientos divinos.
Después, ante las pruebas irrefutables, trató de quitarle importancia.
Que si la culpa es de ella que es una lagarta. Que si siempre me anda tentando. Que si sólo fue una ma...
No le dejó terminar aquella palabra.
Había tres cosas que ella odiaba por encima de todo: las mentiras, la infidelidad, y las palabras malsonantes.
Con su último aliento, sin embargo, él acertó a pronunciar una palabra hermosa: “ma... ma...”.
(El título tiene una explicación, he cogido el diccionario y he buscado todas las palabras que empiezan por “man-”, la primera es “maná”, la última “manzano”. Las que eran admisibles en el contexto, las he incluido en el relato.)
http://teresacameselle.blogspot.com/2010/03/este-jueves-un-relato-juegos-de.html
Que imagen la del cuchillo jamonero entre las costillas...
ResponderEliminarOtra vez se portará mejor, ah no... que ya no podrá.
Saludos.
Toro, piensa que no era Justiniano, es mejor, vayamos a leches......Un abrazo
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