El crimen de Georgetown

 

Lo cierto es que la dirección de Christoph Waltz en El crimen de Georgetown no ha causado demasiados estragos. El actor ganador de dos Oscars por Malditos bastardos y Django desencadenado no se caracteriza especialmente por la buena elección de sus nuevos proyectos. De hecho, su mejor opción es dejarse desenredar artísticamente por el aclamado Tarantino, que bien le ha otorgado los papeles más reseñables de su carrera cinematográfica.

 

Y, la verdad, es que Christoph Waltz seguirá funcionando mucho mejor dejándose dirigir antes de volver a tomar él mismo la batuta en la historia. Su papel protagonista, además, avala esta opinión. Se aprecia enormemente el trabajo, empeño y entrega que el veterano actor le pone a su interpretación como Ulrich Mott, personaje ficticio de Albrecht Muth. Se deja la piel interpretando a un sociópata y manipulador de tal calibre. Lástima que el guion no esté a la altura y que el único capaz de hacer buen uso de los guiños interpretativos del actor sea Tarantino.

 

La interpretación de Christoph Waltz se vuelve tediosa durante el desarrollo cuando nos damos cuenta que es la única figura que va a ocupar la pantalla. Por su parte, sus compañeras resultan muy desaprovechadas en un relato que, de haber explotado más la presencia de Vanessa Redgrave (Cartas a Julieta) y Annette Bening (American Beauty), podría haber sido más reseñable.

 

Vanessa Redgrave es la mejor pareja interpretativa que Christoph Waltz podría encontrar con quien obtiene las réplicas necesarias para elevar un poco su personaje, y una Annette Bening que poco aporta, por desgracia, a la trama. Sus apariciones son tan fugaces que parece que se trata más de un cameo que de un personaje secundario.

 

Uno de los mayores fallos del planteamiento del film es su guion. La decisión de convertir este drama real en un thriller que atraiga al espectador y le haga dudar si realmente el personaje interpretado por Christoph Waltz cometió el crimen no es una decisión muy acertada cuando la realidad es que Albrecht Muth fue condenado por asesinato. Quizás con un enfoque más humano que se hubiera fijado en la figura y construcción de este estafador y en sus actividades, El crimen de Georgetown no hubiera tenido un resultado tan irrisorio y se hubiera posicionado, al menos, en la misma línea que Extremadamente cruel, malvado y perverso.

 

La narración visual y argumental de la película resulta tan inverosímil que si no conoces con anterioridad que el caso en el que se basa es real resulta cómico ver cómo se desarrollan las tramas y las acciones. Si nos despegamos del conocimiento sobre el caso que algunos espectadores podamos conocer, la película tampoco mejora mucho más.


 

La resolución final es demasiado previsible y la intriga que se pretende generar entorno al caso apenas es palpable, se acaba diluyendo con su avance porque no se han planteado bien sus bases. En este sentido, poco aporta una puesta en escena muy convencional que convierte a El crimen de Georgetown en una posible apuesta cinematográfica para la sobremesa del domingo.

 

 

 

El crimen de Georgetown es un intento fallido de Christoph Waltz como director que nos deja una película que retendremos en nuestra retina durante muy poco tiempo. La típica historia sonada en la prensa pero que hace que nos planteemos si todas las historias deben ser llevabas al cine.

 

El guion a cargo de David Auburn poco ayuda a mejorar el relato, conduciéndonos por una trama muy predecible. Y visual y técnicamente sin nada que destacar, con una estética más afín a un drama de sobremesa que a una apuesta cinematográfica plena, lo que no quiere decir que a ratos no se disfrute.

 

© María Infante

 
 
 



 

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