Per, el afortunado (Likke Per)

 


 

Pedro ha roto lanzas definitivamente con su padre, quien representa sus orígenes pobres, rurales, y de un severo protestantismo decimonono.

Entonces parte en busca de sus opuestos, la ciudad, la intelectualidad racional, como bien corresponde a un estudiante de ingeniería casi superdotado y encuentra el dinero a raudales de las familias acaudaladas, y la burocracia con poder.

Pero resulta que Pedro, idealista, no comulga con este sistema, y descubre que ese no es su lugar y que no puede aceptar esas reglas de juego, como no aceptó las puritanas e irracionales de su padre.

Solo que cuando se propone volver dejando no sin dolor a su amada y a sus proyectos luminosos de ingeniería que amaba por igual, quedará en un limbo, la acuciante soledad, no física, sino del alma.

Es la historia de un doble desarraigo, la angustia existencial, la imposibilidad de librarse de las ataduras que como cicatrices lo persiguen desde su niñez.

Si fuera posible traer al presente el cisma de la mente humana, la nostalgia, la creatividad y la pasión que evoca la película, se podría pensar en esa última escena frente al Mar del Norte a la manera de El caminante sobre el mar de nubes de Caspar David Friedrich.

 

 


Allí con su bastón y su postura egregia, en la soledad de la pequeñez de su ser frente al horizonte infinito, se enfrenta al final, aceptando su destino, con el imperativo ético nietzscheano venido de la Ariadna (Jacobe Salomon-Lou Salomé) que le dicta “Esta vida, tal como la estás viviendo ahora y tal como la has vivido [hasta este momento], deberás vivirla otra vez y aún innumerables veces.

Y no habrá en ella nunca nada nuevo, sino que cada dolor y cada placer, cada pensamiento y cada suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida deberá volver a ti, y todo en el mismo orden y la misma secuencia – e incluso también esta araña y esta luz de la luna entre los árboles, e incluso también este instante y yo mismo. ¡El eterno reloj de arena de la existencia se invertirá siempre de nuevo y tú con él, pequeña partícula de polvo!”

Bellísima por la fotografía, escenarios, actuaciones; drama existencial donde la lucha se libra en la mente de Pedro

 

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