La adopción.

Mi hija me comunicó con delicadeza que había adoptado a dos hermanitos. Eran gemelos y tenían cinco años. Habían sido abandonados y un trabajador de los servicios asistenciales, entristecido ante la terrible situación, lanzó la noticia a Internet. Mi hija, febril usuaria de la red, lo meditó durante veinticuatro horas y tomó la inamovible decisión de aceptarlos en la que era su casa desde hacía pocos meses. Jamás había manifestado inclinación o instinto alguno que pudieran hacerme pensar en algo semejante. ¿Qué papel jugó la reciente independencia -y consiguiente soledad- a la hora de inclinarse por tan importante cambio en su vida? Me costaba imaginarla dedicando a los pequeños sus días y gran parte de sus noches. Hipotecando vacaciones y novios. En definitiva, un estilo de vida. Con natural preocupación, intenté disuadirla. Argumenté que estaban ya crecidos y quizá presentaran graves problemas de adaptación. Además, la peculiar raza de los pequeños llamaría la atención. ...