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Mostrando entradas de mayo, 2014

Guardando memoria

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                                                                                     Idilio en el mar de Joaquín Sorolla Y si algún día me castigan por recordar las golondrinas de Bécquer, y si llega el momento de que me lleven a prisión por saber cómo es el mar de Sorolla, y si me prohíben silbar la primavera de Vivaldi, y si alguna ley nos impide volvernos a besar…, cuando ya no recordemos a las golondrinas llegando en la primavera, atravesando el mar, para nada nos servirá la boca.  Porque de tanto callar habremos olvidado cómo hablar, besar, gritar…, me rebelo ante el siniestro futuro de esclavitud, enseño a mi retina a aprender cada línea del David de Miguel Ángel, para no olvidar jamás que un día David venció a Goliat. Marta Pantiga

CAFÉ

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Me preparo una taza de café varias veces al día. No hay un motivo para hacerlo, pero tampoco existe prescripción médica que me invite a evitar la cafeína en cualquiera de sus manifestaciones. Tomar café me relaja, pese a todo. Sumergirme en una lectura sujeto a una taza me permite elevar a los altares del goce supremo mi momento literario. Puede que la historia no merezca la pena, pero el café hará de antídoto: descansaré la novela sin gloria sobre mis rodillas y me limitaré a sorber y a contemplar el paso procesional de mis pensares. Si estoy en un bar, buscaré entretenimiento en actos ajenos, en las caras que observo, en las conversaciones que escucho, en los escotes que desfilan por la pasarela de mi erotismo o en el exterior que avisto desde ese observatorio en el que se han convertido mi mesa y la silla que ocupo. Tomar café mientras escucho música, tomarlo mientras trabajo, mientras escribo, mientras veo la tele, mientras hablo por teléfono, mientras charlo contigo, con e

Estamos en paro pero no paradas

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Mi economía es tan sumergida que no cobro por trabajar en negro... Muchas soñamos con encontrar un trabajo, o más bien un sueldo, porque trabajar se trabaja, pero cobrar... Cuando llega el "suceso" del contrato y sueldo esperado, ese sueño cumplido se torna pesadilla... Los derechos aplastados, las obligaciones multiplicadas, las horas extras por la cara  y el peligro inminente de perder lo poco que nos mantiene en la sobrevivencia. Consecuencia (entre otras): no dormimos bien. Y por la mañana deambulamos como zombies, y asumimos el impuesto destino, y asentimos con la cabeza y nos movemos en una inercia que nos bloquea.  Pero hay una voz que puedes escuchar en tu cabeza, que te ronda, que te alerta. ¡Manos arriba! ¡Esto es un contrato! hazei

"Un vacío perfecto"

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"A Perfect Vacuum" - Oil painting by Jeremy Geddes. Todo parece ir hacia atrás o en un orden que no comprendo... ¿acabo de despertar o acaso voy a dormir ahora? Qué ocurre cuando cierro los ojos... ¿y cuando los abro?; una nueva mañana me empuja de nuevo, suave y decidida a enterrarme entre las sábanas...  No es desgana, ni si quiera es fatiga o cansancio... es incredulidad. Pura incredulidad.  Nada parece real y todo parece un mal sueño, sin embargo cuando sueño mi mente está tan blanca como ese algodón, o ese lino, o esa luz que me traspasa. Es porque sueño que estoy viva. Es porque sueño que todo va del revés, incluso los relojes que no miro. Es porque sueño que me encadenan a un alma que no me pertenece... ... Es porque sueño que no necesito cerrar los ojos, que no me importa si es de día o de noche...  ...Que estoy más viva a cada hora que pasa, a cada día...  Quizás nunca estuve muerta, quizás nunca nací. Sólo sé que no estoy, ni soy, ni aquí ni ahora

LA ESCOBA

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He bajado la caja metálica del armario, aquella floreada con la que te presentaste el primer día y que contenía unas deliciosas galletas danesas y que yo enseguida imaginé el uso que le daría cuando se acabaran. No cierra bien. Está a rebosar de fotos, tuyas, nuestras. Cae y el suelo queda tapizado de recuerdos. Son demasiados... No puedo recogerlos. Voy a buscar la escoba y empiezo a barrer. Foto: Cornell Capa     Lola Encinas

Dame a luz en la oscuridad

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Sostengo en mi mano derecha, la que secuestra caricias en los lupanares del asco, un cubilete de palabras secas. Agito mi mano derecha, remuevo las palabras agotadas, lloriqueantes, y las lanzo en el tapiz desaparecido de mi mundo... Y compongo con ellas el último poema, enfermo, que escribiré jamás; sobre ese tapiz descompuesto: sobre esta mentira que me absorbe. Agité el cubilete enmascarado y lo arrojé al vacío. Ordeno las palabras, desordeno el sentido, claudico en su sintaxis... Sonrío sin gracia y me despido de nosotros... Una vez hecho esto, separo lo que soy de lo que fuera (fui), lo que seré de lo que ya nunca más, y me atrevo a distanciarme de ese modo, a encenderme con la mecha semántica de cualquier principio inimaginable (narrado), porque sopla una suave brisa de niebla desde el sur de ningún cuerpo de este mundo... y digo: «A lomos de caballitos de mar, remonto las olas esqueléticas de la playa de tus ojos... Segrégame en tu mirada, sorbe la espuma que eferves