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Mostrando entradas de noviembre, 2014

Perlas negras.

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Sus ojos brillaban como dos perlas negras a la luz de la luna ¿De donde había salido toda esa luz? El blanco de su cara, ese que tanto me gustaba criticar dado mi cariño hacia el calor del sol, hacía de lienzo para una mirada que me partía en dos. Un cerquillo curvo apenas dejaba ver sus cejas levantadas, era un gesto de entre sorpresa y alegría que me miraba con los ojos muy abiertos. Evité el sobresalto, yo estaba pero a la vez no estaba ahí ¿Qué estaba pasando? Me perdí en su pelo, elegantemente peinado hacia atrás. Un broche con forma de óvalo lo abrazaba y resguardaba, como con miedo a dejar esa oscuridad inundar la habitación. ¿Había una habitación? ¿Por qué de repente no hay nada? Lo veía caer como una suave caricia de tinta que enmarcaba su dibujo y recorriendo ese marco fue que el reflejo plateado del borde de uno de sus pendientes me gritó. Tenía una forma muy parecida a la del broche, un óvalo prolijamente decorado con trisqueles, aunque éstos eran cinco y bastante más

Un tu y un yo

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De tarde tú  y el olvido de noche yo  y este abismo. De tarde y noche un tú y un yo que he perdido entre las brumas de  un tiempo extinguido. Coeli L.

cerrando círculos

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Cerrar círculos, Pablo Coelho Hace tiempo que esta lectura me ayuda a reflexionar,  a la que vuelvo cuando considero que "otra etapa ha concluido".   Soy consciente de que cada frase es una realidad.  Cuando te sientas estancado y casi sin salida,  seguramente has terminado una etapa  y hay que clausurar para avanzar.  Soy una licenciada en cerrar círculos  y siempre me digo que en este tren,  que es mi vida,  las estaciones son muchas  y el camino recorrido toda una fortuna.  Beatriz Salas

tejer en silencio

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El sol toca el aire con su calor de sol besando la tierra. Hay una reunión. Hay unos que cantan pero la tarde no los escucha. Hay otros que conversan pero no son palabras. Sólo ella habla con su silencio. Sólo su silencio canta. Ella besa la tarde con su silencio mientras el sol besa su boca.  El Magnetista mira la tarde en su beso de tarde cayendo. Unos cantan. Otros hablan. Ella besa con su silencio. En un gesto inesperado ella  se gira, abre su bolso y saca una lana de color violeta. Y en silencio teje flores. Teje la tarde. Teje las palabras. Teje la música. Todo se va tejiendo entre sus manos, en el silencio de su boca. Teje el universo de una protesta contra un tiempo pasado para hacerlo un tiempo presente. Teje flores que son memorias. Teje memorias que son tardes. El sol toca el aire con su calor de sol besando la tierra. El Magnetista aprende. Se teje un futuro cuando se recupera un pasado. Y ella lo sabe. El magnetista

Me gusta el otoño.

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Y me gusta este octubre contenedor de nostalgias, hacedor de esa saudade que te acompaña a la barra del bar, que bordea contigo la taza de café desde primera hora, que transita las calles asida a tu cintura, que comparte asiento junto a ti en ese tren lento de alta velocidad, que mira por encima de tu hombro lo que lees, que se traviste en musa y te empuja a madrugar un domingo para esculpirle un pie letrado a tu punto de mirada, que resucita los recuerdos, que acentúa las preguntas sobre qué andará haciendo éste o aquélla, que cultiva los olores yermos, que descompone las emociones, que esconde las aceras bajo un manto de hojas suicidas, que puebla de ocres los caminos que conducen a los sitios acordados y que convierte los campos en lienzos donde la tristeza en un destino y no una consecuencia. En la cafetería donde estoy ahora, los cristales han mudado en una improvisada pizarra donde las gotas reescriben los torcidos renglones de ese Dios que hizo el mundo en siete días y se