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Mostrando entradas de marzo, 2016

Nadie quiere la noche

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Isabel Coixet es, sin duda, una de las directoras de cine españolas más prolíficas de los últimos años. En tan sólo dos años, ha firmado y estrenado cuatro largometrajes totalmente diferentes y hasta opuestos entre sí. Mientras nos hizo reír con 'Aprendiendo a conducir' ('Learning to Drive') en agosto, ahora nos hace pasar frío y sufrir en 'Nadie quiere la noche' ('Nobody Wants the Night'), que nos llega muchos meses después de que inaugurara la Sección Oficial de la pasada Berlinale en febrero. 'Nadie quiere la noche' está basada en hechos reales y rodada en condiciones extremas en Bulgaria por exigencias del guión, que firma Miguel Barros. Una vez más, Isabel Coixet nos habla sobre mujeres, el amor y la soledad, aunque en esta ocasión sitúa su historia en un lugar tan arriesgado y difícil, que termina convirtiéndose en una película sobre la supervivencia. De factura impecable, es una pena que nos cueste conectar con la historia.

Aprendiendo a conducir

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                      Aprendí a conducir durante uno de los años más duros de la crisis. Atravesaba también una crisis personal importante. Cambié de profesor debido a los recortes. Mientras uno me decía que no corriera, el otro protestaba porque era demasiado cívica. Aprobé con el que me gritaba ¡dale chicha! (literal). Reventé una rueda durante una práctica. Creo que todos recordamos la experiencia de la autoescuela como si fuera ayer. Y que si sacarte el carnet de conducir se te hace bola, lo mejor es intentarlo cuando te enfrentas a un problema más importante. Porque en ese momento controlar un coche resulta menos complicado. O porque conducir es tu vida en ese momento y dejas de concentrarte en tu pena. Y esto es lo que le pasó a Isabel Coixet, a la escritora y guionista Sarah Kernochan y a Wendy, la protagonista en plena catarsis. Ben Kingsley, uno de los actores más versátiles de la historia y en activo desde mediados de los sesenta, vuelve a dar vida a un indio tras

Una pastelería en Tokio

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Cuando uno está en el otro extremo del mundo, no exactamente en nuestras antípodas, pero sí bastante lejos (“En el Japón, miá questá lejoh el Japón”, como decían los de No me pises, que llevo chanclas), es el mes de diciembre y hace un frío que pela, vosotros me vais a disculpar, queridos hermanos, pero lo que más se agradece es una sonrisa de oreja a oreja multiplicada por el número de camareros que tenga la cafetería o el restaurante, una sonrisa coral, por lo tanto, y estas palabras: “Arigato gozaimashita”. Acto seguido, como por arte de birlibirloque aparecerá delante de tu entumecido rostro un té, pidas algo o no pidas nada. Simplemente por el hecho de haber entrado en esa cafetería (salvo que sea un Starbucks) o restaurante (salvo que sea un McDonald’s). Luego pides algo, pues claro que pides algo, si lo que tú quieres es que esa amabilidad no se acabe nunca. Y puede que sí, que vale, que no se trata de una sonrisa sincera, y que probablemente detrás de ella se ocultan estr

Brooklyn

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Eilis es una chica irlandesa que deja a su hermana y su madre para tener una vida mejor en Estados Unidos. Vivirá en Brooklyn en una residencia de chicas para labrarse un futuro, y allí conocerá el amor.. Parece que éste año, las películas de época van a pisar fuerte en los grandes premios. La chica danesa ocurre en los años veinte mientras que la maravillosa Carol y Brooklyn comparten década, los años cincuenta . Ambas son cintas románticas pero muy diferentes. En Brooklyn, la reseña que hoy os comparto, tenemos a los ojos más bonitos del cine actual, Saoirse Ronan, en una aventura que rodea la trama de la inmigración cuando miles de irlandeses viajaban a los Estados Unidos en busca de un futuro mejor. En éste caso, una joven chica con la incógnita de lo que se encontrará, abandona a su querida hermana, la cual se queda haciendo cargo de su madre, para trabajar y estudiar en una época donde las mujeres apenas visitaban las clases ya que normalmente se encargaban de la ca

DEL PASADO EFÍMERO

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 Este hombre del casino provinciano que vio a Carancha recibir un día, tiene mustia la piel, el pelo cano, ojos velados por melancolía, bajo el bigote gris, labios de hastío, y una triste expresión que no es tristeza, sino algo más y menos: el vacío del mundo en la oquedad de su cabeza. Aún luce de corinto terciopelo chaqueta y pantalón abotinado, y un cordobés color de caramelo pulido y torneado. Tres veces heredó y tres ha perdido al monte su caudal; dos ha enviudado. Sólo se anima ante el azar prohibido sobre el verde tapete reclinado, o al evocar la tarde de un torero, la suerte de un tahúr o si alguien cuenta la hazaña de un gallardo bandolero, o la proeza de un matón, sangrienta. Bosteza de políticas banales dicterios al gobierno reaccionario y augura que vendrán los liberales cual torna la cigüeña al campanario. Un poco labrador, del cielo aguarda y al cielo teme; alguna vez suspira pensando en su olivar, al cielo mira con ojo inquieto si la

Café, un placer que también se sirve frío

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No se trata de granizados ni mezclas: es una copa de café filtrado para degustar. Puede tardar de ocho a 24 horas conseguir una copa de café frío en el método de goteo. El público puede verlo en la barra de café San Alberto, en el Museo del Oro, en Bogotá: el café pasa, filtrándose, a través del hielo, al ritmo de un lento reloj de arena. Gota por gota –una cada dos segundos– va sumando el líquido de café puro (sin caramelos ni salsas de chocolate) que San Alberto sirve en copas de vino. Este método, ideado en Japón, es uno de los tres tipos de preparaciones de café que San Alberto integró en una experiencia de mini-cata que llamó ‘Viaje cafetero’. Fue ideada para complementar la experiencia de los visitantes del Museo del Oro, “sobre todo los extranjeros que llegan al país con la ilusión de tomarse el mejor café de sus vidas”, explicó Gustavo Villota, de la firma productora de cafés especiales. “La vanguardia en el mundo del café –añade Villota– busca nuevas preparacio

Génesis en Granada

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Agua, fuego, tierra, luz. Estos cuatro elementos combinados en los planes de Dios al crear el mundo pueden ofrecer variables muy diversas, pero a los ojos de Sebastião Salgado se multiplican hasta el infinito, e incluso se salen de la norma porque, si bien el creador dejó claro, por ejemplo, que los cocodrilos deben reptar por la superficie hasta sumergirse en el agua, el fotógrafo brasileño nos puede sugerir, gracias a la superdotada visión que extrae de sus objetivos, que estas criaturas también vuelan. Quien se acerque al Caixaforum al aire libre del Paseo del Salón de Granada lo puede comprobar con sus propios ojos al contemplar las 38 imágenes del Génesis según Salgado, un trabajo que ha llevado al fotógrafo brasileño ocho años recorriendo el planeta en busca, ni más ni menos, que del paraíso. ¿Para qué? Para emular el ojo de Dios pero ser fiel a Darwin, para dar testimonio de los orígenes de la vida intactos, para certificar que corre el agua, que la luz es ese manantial mág

Cien años de perdón

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Que levante la mano quien haya sentido alguna vez la imperiosa necesidad de pegar una colleja a alguno de los niñatos rebosantes de 'style' que protagonizan los tres 'Ocean's' de Steven Soderbergh. Lo imaginaba. Pues esa sensación de desdén que provocan los ladrones de guante aterciopelado más famosos de la posmodernidad cinematográfica se queda en nada al lado de la que destilan El Uruguayo, El Gallego y el resto de mangantes de poca monta que conforman la banda de 'Cien años de perdón'. Esta es la historia de un robo. El robo más grande jamás contado. Una película en la que todos los personajes son cacos de un modo u otro. Sí, filmes en los que no hay buenos se han hecho siempre. La última de Tarantino, por ejemplo. 'Cien años de perdón' incluye sin embargo una novedad que pasará probablemente a la historia del cine: es la primera vez en su vida que usted abandonará una sala convencido de que los buenos de la historia no pertenecen al discurso