Nadie quiere la noche



Isabel Coixet es, sin duda, una de las directoras de cine españolas más prolíficas de los últimos años. En tan sólo dos años, ha firmado y estrenado cuatro largometrajes totalmente diferentes y hasta opuestos entre sí.
Mientras nos hizo reír con 'Aprendiendo a conducir' ('Learning to Drive') en agosto, ahora nos hace pasar frío y sufrir en 'Nadie quiere la noche' ('Nobody Wants the Night'), que nos llega muchos meses después de que inaugurara la Sección Oficial de la pasada Berlinale en febrero.

'Nadie quiere la noche' está basada en hechos reales y rodada en condiciones extremas en Bulgaria por exigencias del guión, que firma Miguel Barros. Una vez más, Isabel Coixet nos habla sobre mujeres, el amor y la soledad, aunque en esta ocasión sitúa su historia en un lugar tan arriesgado y difícil, que termina convirtiéndose en una película sobre la supervivencia. De factura impecable, es una pena que nos cueste conectar con la historia.



 Es 1908 y Josephine Peary viaja a Groenlandia para reunirse con su marido, el explorador Robert Peary y compartir con él el instante de gloria de ser el primero en colocar la bandera norteamericana en el Polo Norte. Burguesa y chic, de Park Avenue, Josephine emprenderá un viaje temerario y épico en el lugar más inhóspito, puro y peligroso del planeta para encontrar a la persona que ama.


En su viaje, se encontrará con una humilde esquimal, Allaka, amante de su marido y que también espera su regreso. A pesar de sus diferencias, ambas tendrán que unirse para poder sobrevivir a las duras condiciones climáticas de la tundra.


La propuesta de Coixet es arriesgada en muchos sentidos: tanto el reto de rodar casi todo el metraje en la nieve y su dificultad de fotografiarla como el de crear empatía por un personaje tan absurdo y antipático como el de Josephine y conseguir crear un vínculo entre ella y la esquimal Allaka. Y la cinta cumple, sólo que para llegar hasta el interior de esa cabaña destrozada y ese frío iglú en medio de la nada, la película antes nos adelantará acontecimientos en la figura del personaje interpretado por Gabriel Byrne, casi anecdótico y al que uno termina olvidando pocos minutos después de que deje de aparecer.


Si no tenemos en cuenta que a 'Nadie quiere la noche' le cuesta arrancar y la inversimilitud que hace referencia al final de la cinta y que no contaré por no destripar su desenlace, lo más interesante de la película es, sin duda, esa conexión que se establece entre Josephine y Allaka.


Una conexión que, en apariencia, depende de su amor por el mismo hombre, pero que terminará convirtiéndose en una relación única y pura, basada en la mera necesidad de sobrevivir y de amar. Como siempre, Juliette Binoche crea un personaje poderoso y lleno de matices y sus primeros momentos con Allaka -la magnética Rinko Kikuchi-, son los únicos instántes cómicos que nos concede Coixet.


'Nadie quiere la noche' funciona como viaje épico y aventura polar, aunque con esto no esperéis acción trepidante. La última película de Isabel Coixet es más un viaje personal e instrospectivo, sobre la supervivencia y las formas más puras del ser humano. Un retrato de amistad y amor casi por necesidad entre dos mujeres, de puesta en escena interesantísima, pero con la que el espectador no termina de conectar, quizá por seguridad emocional o simplemente, porque le cuesta introducirlo en el estado anímico de la película.
Luciaros

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