Mudanza


Foto: Jorge Naranjo

Sentada en el suelo, repaso algunas ventajas de las mudanzas.
Librarse de la ropa que hace años no se usa, de los libros no leídos y que nunca se leerán, de las sartenes abolladas en las que se pega la comida, de los frascos de perfume evaporado y de los objetos que la indecisión reunió en cajas de zapatos.
Esta mañana he llevado la impresora al centro de reciclaje. Junto al contenedor de basuras ha quedado un juego de maletas sin ruedas. Ahora les llega el turno a las carpetas de cartón descolorido, transportadas de un lugar a otro y que llevan años sin abrir. Antes de tirarlas, selecciono con crueldad y eficacia, desgarro postales, recortes de periódico y libretas.
Descubro un sobre grande y abultado con tu nombre en mayúsculas y debajo una dirección escrita con trazo más inseguro.  St John’s Hospital, Howden S Rd, Livingston. 
Noto el sobresalto en el pulso que se agita y el calor que me enciende la cara. Tardo en abrirlo porque sé muy bien qué voy a encontrar. Allí están, veintiocho láminas con los nombres de quienes fueron tus alumnos de arte en la parte superior. Todas con un dibujo coloreado.
Hace muchos años peleamos por ese sobre que yo creí haberte enviado y tú asegurabas no haber recibido. Lo esperabas con las dos piernas enyesadas, aburrido y sin visitas, deprimido y demasiado lejos para que nadie te pudiera acompañar. Pasaste en Escocia dos meses de soledad y tu orgullo, supongo, te impidió reclamar lo que te prometí en nuestra breve conversación telefónica. Los chicos te escribirán, te dije.  Y lo hicieron. Aquí, en esta lámina, está el lago Ness con su monstruo verde y una burbuja saliendo de su boca dentada “Que te mejores, profesor”. Y en ésta una princesa asomada a la ventana del torreón llorando lágrimas como ríos “Me gustaría cuidarte”.  Mezclado entre los dibujos otro sobre más pequeño con mi carta. Compruebo que escribí todo lo que no me había atrevido a decirte mientras estuvimos juntos, tu aula al lado de la mía, yo latín y tu dibujo artístico. Se me daba bien escribir con pasión.
Más láminas. Te hubieras reído al verte dibujado, eras tú sin duda alguna, con falda escocesa y calcetines a cuadros verdes y amarillos soplando una gaita y rodeado de ardillas, zorros de cola rojísima y algún que otro ciervo. Aquí está todo, olvidado sin remedio, jamás lo recibiste.
Nos vimos un par de veces a tu regreso y peleamos.  No me creíste, te dolía que no te hubiera escrito, querías saber por qué no insistí si te sabía solo y fastidiado. Cómo querías que lo hiciera si no había recibido respuesta, si creí que había hecho el ridículo diciéndote aquellas cosas en mi carta. No sé dónde estarás ahora. Me gustaría darte la carpeta, deshacer el malentendido y que supieras que todavía pensaba en ti. A saber dónde estás y qué ha sido de tu vida.  Yo me mudo otra vez, ya no sé cuántas he cambiado de casa y de pareja.
Me levanto, me duele todo. Demasiadas horas sentada en el suelo.
Guardo los dibujos y también la carta. Quién sabe, quizás sí pueda hacértelo llegar. Ha pasado mucho tiempo, hoy ya no es como entonces.
Es fácil encontrar a la gente.
Maria Guilera

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