INMERSIÓN

Inmersión


Siempre lo he dicho, si quieres encontrar aquellas fotos y esos recuerdos que te hacen revivir los felices momentos pasados con los que más quieres, lo único que tiene que hacer es bajar al garaje y ordenar todos los montones de cajas llenas de objetos y fotos.

Cuando menos me los esperaba, apareció. Una caja, que por algún motivo era especial. Nada más abrirla lo primero que hice fue sonreír. Y ahí estaban las fotos de aquel inolvidable verano.

Por fin habían llegado las vacaciones y siguiendo nuestra tradición, la noche anterior fuimos a cenar y después de disfrutarla a lo grande, volvíamos a casa mi maravillosa mujer, mi hijo guapísimo y pillo y yo, el papá más feliz del mundo, paseando por la orilla de la playa y mirando a una bonita noche estrellada, aparecieron nuestras estrellas viajeras. En realidad son cuatro, tres en línea recta y una apartada de las mismas, totalmente centrada, parecía indicarnos nuestro destino Mallorca.

Llegó el día y con él, ese jaleo de los viajes. Antes de que me diese cuenta, estábamos en el aeropuerto. Me encantan los aviones y me da pánico volar, pero un buen padre tiene que ser todo un ejemplo de valentía y para valientes yo, después de tomarme alguna copichuela. Total que, con una sonrisa disimulada ocupé mi asiento y más que un pasajero estoy seguro, a juzgar como me miraba el personal auxiliar, debería parecer una pieza más soldada al asiento.

Despegamos y antes de que empezara sudar ya habíamos aterrizado. Recogida de maletas, agrupamientos y viaje en autobús a nuestro Hotel. Nuestro Hotel, era especial. Situado en un maravilloso punto en Porto Pí. Cuando llegó la noche, era maravilloso ver, desde la amplísima terraza, cubata en mano, el atraque de los cruceros, el despegue de los aviones y la maravillosa bahía de Palma totalmente iluminada.

Como en todo viaje organizado, había que elegir entre unas interesantes ofertas. No era nuestro primer viaje a Mallorca, habíamos disfrutado de casi todas, pero una de ellas llamo mi atención. Visita al NEMO CENTER con inmersión en submarino a 40 metros de profundidad y observación de un pecio.

No sé a qué puede deberse, pero desde pequeño lo que siento por los submarinos es algo más que una obsesión. Desde hace años he diseñado y he hecho la maqueta de un submarino de pedales que algún día perfeccionaré y ya os contaré.

Llegó el día y tras un rápido desayuno, papeles en mano, subimos a un microbús que nos llevaría desde Porto Pí a Margaluff, donde estaba situada la sede central del NEMO CENTER. Nada más subir al microbús, se podía adivinar que nuestra excursión iba a ser una auténtica aventura. Éramos la única familia española que se había atrevido a apuntarse a la excursión.

Durante el trayecto, no paraba de preguntarme, ¿por qué no se habrá apuntado alguna familia española más?

La idea de que íbamos a encontrarnos con el fondo del mar dentro de un submarino, me hacía sentir una alegría especial. Tan especial, que hasta se me olvidaba el que, de vez en cuando me dan pequeños ataquitos de claustrofobia y que no sé nadar.

Y de repente llegó el gran momento. Nuestro microbús aparcó a la entrada del NEMO CENTER. Aquello era un mundo increíble, la amabilidad y serenidad del personal, todas las fotos y objetos submarinos, que adornaban las paredes, la música…todo, absolutamente todo, te hacía sentir que acababas de entrar a otro mundo.

Con una perfecta organización y en un ambiente relajado, todos aprendices de submarinistas, fuimos reunidos en una sala. Una increíble responsable, nos fue relatando paso a paso, en que iba a consistir nuestra aventura.

Partiendo del puerto de Margaluf, navegaríamos, en una cómoda y rápida embarcación al encuentro, en alta mar, del submarino, cuyo nombre era NEMO. Una vez localizado el NEMO, se efectuaría el transbordo al submarino y por una única escotilla central, protegida por un puente, bajando por una escalerilla, nos encontraríamos en el interior del NEMO. Una vez dentro, deberíamos ocupar asiento, como es lógico, agrupados en familia.

Bueno, por un momento me sentí el comandante de un UBOT.

Para tranquilidad de todos los asistentes, se nos informó detalladamente, de las estrictas medidas de seguridad que se iban a cumplir. En todo momento, durante su navegación y posterior inmersión, el NEMO estaría en permanente contacto con embarcaciones, que desde la superficie y personal altamente cualificado, no sólo evitarían el hundimiento del mismo, sino que además atenderían a la evacuación de tripulantes y viajeros, dotados con las necesarias bombonas de oxígeno.

Acabadas las explicaciones, quedamos libres para disfrutar de todas las salas.

Lo último que se tenía que hacer es escuchar, en una sala, individualmente, familia por familia, quien era el NEMO, como se construyó, sus capacidades técnicas,….etc.

A esa sala la llamé LA SALA DE LA VERDAD, porque, una vez se abandonaba, en el caso de que por alguna causa, duda, miedo, inseguridad,…se podría anular la excursión. Sorprendentemente alguna familia dio marcha atrás.

Pues dicho y hecho, nuestro microbús nos acercó al embarcadero para ocupar asiento en una buena lancha y antes de que nos diéramos cuenta, se puso en marcha el motor, se realizaron las maniobras del desatraque y a toda máquina, proa a la mar, al encuentro de nuestro NEMO.

El tiempo iba pasando, el mar estaba en calma y el día era soleado y hermoso. No parábamos de mirar en todas las direcciones para ver si por fin aparecía. La travesía, aparentemente duraba más de lo supuesto, pero como bien comentó alguien, partiendo desde un arenal hace falta recorrer algo de trecho, hasta poder llegar a un punto de 40 metros de profundidad. La emoción se palpaba en cada rincón y la serenidad que daba ver a los responsables era increíble y repente apareció.

A poca distancia de nuestra embarcación, ahí estaba, rodeado de las embarcaciones de seguridad, su perfil y su torre, te dejaban embobado, En nos dijo que medio del precioso azul del mar y tranquilo, resaltaba su color blanco.

De repente todo era emoción. Desde una de las barcas de seguridad se nos comunicó que íbamos a proceder a embarcar al NEMO.

Y al primero que le tocó fue a mí. Con una agilidad, que todavía aún me asombra, me encontré en la cubierta y listo para entrar.

La escotilla de entrada estaba abierta y se veía la escalera de bajada al interior. Estaba situada justo en el centro del puente. Y el segundo en embarcar, fue mi hijo, que con una valentía increíble transbordó al NEMO ayudado por una maravillosa mujer, muy guapa, increíblemente dulce y con una voz relajante, le dijo:

“adelante valiente, muy bien, eres todo un capitán. Me llamo Caroline y nos volveremos a ver en el fondo del mar”.

Mi mujer y yo, nos quedamos impresionados de su dulzura y la seguridad que inspiraba

Fue Caroline la que antes de entrar, nos aconsejo que nos sentáramos en los primeros asientos. De esa manera apreciaríamos no solo lo que nos permitiera ver nuestra ventana sino que además, todo lo que se veía desde el sitio de los tripulantes que guiaban la nave.

Al ser los primeros acceder, fuimos los primeros en quedarnos con la boca abierta.

Habían dos filas de asientos, enfrentados a unas enormes claraboyas de observación. Cada pasajero, contaba con un panel de pantallas, en las que se podía averiguar todo (temperatura interior y exterior, profundidad, velocidad,…y un mini circuito de televisión que permitía ver, desde diversos ángulos, todo lo que pasaba en superficie). Tal como nos dijeron, contábamos con la vista increíble del puesto de dirección y guiado de la nave. Era doble (dos tripulantes) y parecía la cabina de avión.

Poco a poco, los pasajeros fueron ocupando sus asientos. La última persona en ocupar asiento fue la guía encargada de narrarnos toda nuestra aventura.

Poco a poco, nos explicó todos y cada uno de los instrumentos que estaban ante nosotros. Uno de los pilotos, fue el encargado de cerrar la escotilla y pronunciar la palabra mágica:

“COMENZAMOS LA INMERSIÓN”

Desde la pantalla del mini circuito, vimos como se realizaba todas la maniobras desde superficie y como de repente nuestro NEMO empezaba a adentrase hacia el fondo.

El vecino que me tocó a mi izquierda era un joven inglés. Nunca olvidaré lo que dijo cuando seguíamos bajando:

“WATER”

No sé como sería mi aspecto al oírle, pero nuestra guía, en seguida, nos informó que era normal que al iniciar el descenso, se produjeran algunas filtraciones.

Empecé a notar que mis nervios podrían gastarme alguna jugada, después de escuchar la “simpática” advertencia del joven inglés. Pero un simpático pececito, que parecía un ojo con cola y aletas, se pegó a mi claraboya, como diciéndome:

“no tengas miedo que no va  a pasar nada”

A ese pececito nunca lo he olvidado.

El NEMO, avanzaba en su inmersión y la verdad es que, la visión era casi nula (parecía que estamos bajando en una piscina sucia) y sorprendentemente, el ruido casi no existía, tan solo se oían los sonidos de motores eléctricos y las constante comunicaciones de los pilotos con las barcas de superficie.

De repente, nuestra guía comentó:

“ahora vamos a efectuar un giro, porque debajo de nosotros va a aparecer un barco de pesca hundido, al que nos vamos a acercar. Ese barco fue hundido adrede, para convertirse en un vivero de especies marinas”

De repente, la claridad fu mejorando, ya no estábamos dentro de una piscina sucia y apareció la impresionante imagen de un pesquero de acero, cuyo final fue el de dar cobijo y ayudar a que se reprodujeran una variedad de peces, de preciosos colores y que enseguida se acercaron a recibirnos. Fue impresionante, ver la majestuosidad de ese barco y toda la escena.

El principal motivo de que la enorme variedad de peces fueran a nuestro encuentro, no era otro que el que desde el NEMO, se les ofrecía comida que era expulsada con ayuda de tubitos lanza alimentos.

Aquellos peces se convirtieron en compañeros de inmersión. Continuamos bajando y nuestra guía comentó:

“estamos a punto de alcanzar la profundidad de los 40 metros. Observarán algo que les va a sorprender, a esa profundidad, el color rojo se convierte en azul”

Y en efecto, mi polo rojo se convirtió en un polo azul.

De repente ocurrió lo más impresionante. Empezaron a sonar un montón de alarmas. El NEMO paró de repente, como si se hubiera posado en el fondo.

Enseguida los pilotos y nuestra guía, cuya serenidad era increíble dijeron:

“no se asusten nos hemos posado en el fondo. Miren su teleindicadores y verán que ya hemos alcanzado las profundidad de los 40 metros, enhorabuena y nos sentimos orgullosos por lo valientes que han sido y la serenidad que han demostrado en la inmersión. Pueden decir con orgullo que han efectuado una inmersión de 40 m, y podrán demostrarlo con el diploma que les vamos a dar. Las alarmas que están oyendo nos están indicando que hemos posado”.

Y de repente ocurrió la que jamás hubiera sido capaz de imaginar, estaba el fondo del mar, todo lo que soñé la primera vez que leí 20.000 leguas de viaje submarino. No hay manera de expresar aquella sensación. Las plantas marinas moviéndose, casi bailando,  con las corrientes, las rocas, las estrellas de mar, pulpos,….y sobre todo la sensación da paz, silencio, seguridad y tranquilidad era especial. El mar me estaba mostrando su mundo escondido.

Si maravilloso era ver lo que se estaba viendo, lo que siguió fue mejor. Tres submarinistas se acercaban, acompañados de un montón de peces a quienes nuestro NEMO ya había sabido astutamente atraer. Muy simpáticamente, los submarinistas saludaban a todos los pasajeros, pero en la claraboya una submarinista muy especial, con una preciosa melena rubia, ojos azules, se detuvo en la claraboya de observación de mi hijo, y le lanzo más de un besito.

Mi hijo se quedó hipnotizado y devolviendo los besitos, dijo:

“Es Caroline, papá es Caroline, es una sirena”

La verdad es que creo que todos los pasajeros nos quedamos hipnotizados. Como era lógico no podíamos permanecer posados en el fondo todo el día y se escuchó, “subimos a superficie”.

Volvimos a ver el pesquero vivero. Antes de nos diéramos cuenta ya habíamos alcanzado la superficie. Nuestra guía comentó:

“cuando abramos la escotilla para salir, notarán algo de presión en los oídos, no se asusten es normal”

Si fuimos los primeros en entrar, esta vez hicimos todo lo imposible por ser los últimos en salir.

Al salir, ocurrió algo maravilloso, con los brazos abiertos, sus ojos azules y dulce sonrisa, ahí estaba Caroline, con su traje de buceo, para abrazar y besar a mi hijo, diciéndole:

“Rafa mi guapo  valiente Capitán”.

Regresamos a puerto y mi hijo sin dejar de pronunciar Caroline, se despidió del NEMO y todo su equipo, igual que todos los  pasajeros, que todavía no creíamos lo que habíamos vivido.

Al llegar la noche, recordar nuestra aventura, convirtió la noche en especial , hasta el mar, la preciosa bahía de Palma, parecía distinta y más hermosa.

Brindamos por el mar, agradeciéndole que nos hubiera permitido conocerle de esa manera tan especial.

Brindamos por el mar, agradeciéndole que nos hubiera permitido conocerle de esa manera tan especial.

Jose Luis Dies Colome

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