Competencia oficial
No hay más ciego que el que no quiere ver. Por fortuna a la sociedad entre Gastón Duprat y Mariano Cohn -sea con o sin el segundo implicándose en 'Mi obra maestra'- no le faltan ojos para observar, reírse y radiografiar el esperpento en una hoda de mofas al mamarrachismo, la estulticia y la ostensible superficialidad que rodean a las altas esferas de la élite cultural, ya sea en la rama literaria ('El ciudadano ilustre'), en la pintura y las artes plásticas -en la ya aludida incursión en solitario de Duprat- o, como en este caso, al choque de personalidades opuestas durante los ensayos de una gran producción cinematográfica donde la borrachera de egos desfila a través de unos histriones consumidos por el hambre de notoriedad y el derroche de popularidad -la tragadera autoparódica presente en el hollywoodiense Félix Rivera es directamente proporcional a la grandeza de un, ahora sí, convenientemente sobreactuado Antonio Banderas-, en una Penélope Cruz tan divertidamente ...