Todo ha ido bien (Toute s'est bien passé)


 

François Ozon o acierta de lleno o se equivoca catastróficamente, no hay punto intermedio. Ya no sólo por hacer directamente una mala película, como puede serlo 'Ricky' (2009) o por tratar un tema polémico que se encuentra en ese momento en el punto de mira de la sociedad de forma descuidada, sensacionalista e incluso dañina, como pasó con su pésimo tratamiento de la transexualidad en 'Una nueva amiga' (2014). Cuando Ozon acierta, nos entrega obras elegantes, provocadoras a nivel visual y sumamente inteligentes, sin llegar a desfasarse ni a mostrar más de lo necesario. Bueno, pues aquí acierta. Vaya si acierta. Esta posiblemente sea su película más madura y accesible, y haber conseguido eso con un tema tan incómodo es para aplaudir su labor como director.

La película es una adaptación del libro autobiográfico del mismo nombre de Emmanuèle Bernheim (1955-2017), donde describe el duro proceso emocional por el que pasó para ayudar a su padre de 85 años a conseguir la eutanasia después de sufrir un infarto que le dejó la mitad izquierda del cuerpo paralizado. Esta adaptación no es un capricho, François ya había colaborado con Emmanuèle en dos ocasiones, pues la novelista escribió los guiones de dos largometrajes para Ozon: 'La piscina' (2003) y '5x2 (Cinco veces dos)' (2004). Se nota que Ozon sentía cierta responsabilidad para contar la historia de la forma más respetuosa y fidedigna debido a la relación profesional, y seguramente de amistad, que le unía con ella. El resultado es una de las mejores películas del director francés en toda su filmografía, superando a grandes películas como la irresistible '8 mujeres' (2002), 'En la casa' (2012) o 'Joven y bonita' (2013).

Mediante una propuesta sobria, sin demasiados excesos narrativos, François nos muestra un arco evolutivo impecable por parte de Emmanuèle (magistralmente interpretada por Sophie Marceau) gracias a ligeras pinceladas que dotan al relato de la fuerza, humor y el contexto familiar necesario para apoyarla y entenderla en una situación tan complicada. Con tan sólo un par de flashbacks ya nos hacemos una idea clara de cómo ha sido la vida de los personajes hasta el momento en el que inicia la película y cuales porqué tienen esas aspiraciones que tienen. También hay que mencionar obligatoriamente la gran actuación de André Dussollier. Esto no es una de esos casos donde la caracterización eleva la interpretación de un actor/actriz. Su forma de hablar, de reírse, de moverse a duras penas, es magistral. Es imposible que el espectador no vea reflejada en su actuación un claro reflejo de los últimos días de algún padre o abuelo enfermo al que hayan perdido. Es una película cercana, que sabe balancear perfectamente la tensión del último acto con la cotidianidad que hemos experimentado hasta ese momento, a pesar de que la familia protagonista sea de una clase acomodada a la que muchos jamás nos acercaremos. Al fin y al cabo, los sentimientos son universales, y François sabe cómo explorarlos y dejarte el corazón roto.

En 2021 fracasó una proposición de ley en Francia para legalizar la eutanasia. Películas como esta nos recuerdan la realidad de los enfermos y sus familias, y sinceramente creo que es un visionado obligatorio para cualquier persona que tenga sentimientos encontrados con esta práctica, independiente del país del que sea o de la situación del suicidio asistido del mismo.

©Alvaro Bravo

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