El par de zapatos


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Una pregunta espolea mis sesos, que no sexo pues otra cosa sería y, aunque seguro que la segunda opción sería más reconfortante, esa no es la cuestión sino algo tan simple tal que: ¿cómo contar algo tan lejano y que no resulte viejo?. Ni idea. Es una anécdota corriente, un recuerdo, una mirada a un pasado casi remoto.
Así que, he decidido ponerme ante la blanca pantalla, con mi estilográfica y mis cuartillas imaginadas y comenzar. Sin más.
Hablando con unas amigas lo recordé. A ellas, las quiero porque sí, pero también porque sirven de acicate a mi usada sesera. No sé cómo se las arreglan pero, aun sin proponérselo, consiguen apartar las telarañas que hay por doquier. Entonces una pálida luz, aunque tímida y con las típicas (¿o tópicas?) sombras de invierno, se cuela por la rendijas. ¿Será que van armadas siempre de hermosos paños quita-polvos?, ¿de líquido mata-arañas?, ¿de sonrisas y de aloumiños?. Lo desconozco, pero funcionan.
Así que esa tarde, en la que charlábamos de esto y aquello, diciendo algunas verdades, arreglando países con buen tino, desbrozando cualquier cosa y, sobre todo, riéndonos y haciendo el tonto que se nos da muy bien, me colocaron en hace muchos años y volvió a mí nítido, claro y con la perspectiva del tiempo. Divertido y es posible que aleccionador.
Cuando lo conocí ya era él un hombre de una edad superior, muy delgado, pequeño, enjuto, malhumorado casi siempre, con bastantes años de trabajos y responsabilidades y un carácter endiablado. Además, le faltaba la pierna izquierda y, en unos años en los que todavía las maravillosas prótesis actuales no se conocían, usaba muletas.
Disculpen la digresión, pero en los libros de aventuras, los piratas usan pata de palo. Pero eso es así porque todo encaja: son piratas, tienen barco y un parche en un ojo. Suelen llevar también, cuando no están ocupados en abordajes y rapiñas, un loro posado sobre un hombro, tienen terribles dotes de mando, comenten latrocinio sin remordimiento y matan sin compasión.
No es el caso; nada que ver con mi hombre que, al margen de los rasgos citados, era una persona muy normal, con su esposa, hijos, gustos y disgustos.
Había perdido la pierna atropellado por un malhadado tren, que bajaba al puerto para recoger pescado. Aciago día que yo no conocí. Aquel paso del tren no lo recuerdo protegido, ni siquiera por un paso a nivel. Simplemente pasaba, cuando tenía que hacerlo.
Este hombre tenía una característica peculiar. Cuando estaba en su trabajo, tenía prisa para hacer valer su postura, se enfadaba y debía trasladarse con su “no pierna”, abandonaba muleta y se trasladaba girando a un lado y a otro, a toda velocidad, su único pero hábil pie derecho.
En tales momentos, se levantaba raudo, izaba la mano en señal de aviso, profería seguramente algún improperio y salía volando sobre su única extremidad, bien “enzapatada” eso sí.
Bien, pues esta original y quizá un poco extravagante persona, tenía un cliente y amigo al que le faltaba una pierna. Un leal camarada que vivía allá, en la “Costa da Morte”, hacia el lejano país de los ártabros, en aquellos hermosos, duros y terribles mares dibujados por roquedos viejos y peligrosos. El azar, que a veces actúa a nuestro favor, había dispuesto que la pierna que le faltaba, fuera justamente la contraria.
Así sucedía que, el viejo varón que vive en mi recuerdo, llamaba feliz a su camarada. Tras soportar seguramente demoras telefónicas interminables, que a veces eran de largas horas, propiciaban enojos, pesimismos porfiados y ahora parecerían anacronismos inexplicables, bien recostado en el respaldo de su enorme silla, con el teléfono apretado en una de sus delgadas y pequeñas manos, decía, sonriendo con tranquilidad, pero casi a gritos para paliar las deficiencias de las líneas, aquello de: “oye, tú..., que me he comprado unos zapatos de piel cojonudos y te envío tu izquierdo con el sobrecargo del “Axiña” que está en puerto y sale hoy con ese destino”.
¡Oh hados traviesos!, estos dos hombres mutilados y amigos, compartían calzado, porque sus exiliadas piernas eran, como se ha dicho, contrarias. Y la medida de sus pies idéntica.

Publicado por Fonsilleda en su Blog.
http://fondevila.blogspot.com/

Comentarios

  1. Me siento, como podrás imaginar, muy honrada y agradecida.
    Y me encantaría saber, si es posible, cómo llegaste a mi blog.
    De cualquier modo, y en mi otro idioma "moitas grazas" (muchas gracias).

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  2. Buena idea sí, pero
    solo una cosa
    ya que has decidido poner textos de otros, al menos pon el link de su blog, creo que es lo mínimo imprescindible

    saludos

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  3. A Fonsilleda: Gracias por la buena acogida de la idea, tu blog lo conocí buscando relatos interesantes, dignos de ser leidos y conocidos por mis amigos. Entré en el a trav´s de uno llamado Morgana,Jo. No recuerdo el cómo.
    Froliuba: ya está el link. Gracias por tu indicación, la verdad es que es más fácil así que sólo citando de quien es el relato.

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