Narradora aterrada


Se despertó sobresaltado. Abrió un ojo, mientras frotaba el otro con auténtica fruición, aunque desde mi trinchera de narradora, que se limita a observar con esmero, para después poder contar con la mayor precisión, creo que el gesto encerraba auténtica saña. Como si deseara alejar una pesadilla.
Tenía que ser muy temprano porque no entraba ninguna claridad a través de la persiana de su cuarto. Extendío su brazo derecho y palpó el lado opuesto de la cama para encontrarse con un espacio vacío, de sábanas ásperas y arrugadas.
¿Por qué había hecho tal cosa?, se preguntó. Volvió a restregarse con fuerza los ojos y respiró profundamente mientras estiraba todos los músculos.
Poco a poco comenzaron a llegarle imágenes, empezando por aquella joven del bar, Silvia creía recordar que se llamaba. La había invitado a dormir en su casa que estaba cerca, con la feliz ocurrencia de que se habían pasado con la bebida y que mejor sería no conducir. El bus les dejaría en la puerta y mañana, con el recorrido a la inversa, volverían a recoger los coches.
Ahí estaba la explicación de su primer impulso para tantear el otro lado de la cama, ella tendría que estar allí.
- ¿Dónde se habrá metido esta chica?, casi gritó.
Se rascó la cabeza mientras las imágenes iban asomando muy despacio. Sonrió pensando que, por lo torpe que estaba, tenía que haberse pasado con alguna otra sustancia, además del alcohol.
Sin embargo, de pronto, su gesto cambió al recordar los inútiles intentos para tener sexo con ella. Molesto, incómodo y ya al borde de la furia, comenzó a buscar el interruptor de la luz.
Cuando el pequeño cuarto recuperó relieves, muebles y paredes, el espectáculo que presenció era dantesco. Había sangre por todas partes y sobre la alfombra, yacía un cuerpo de mujer desnudo.
Miró sus manos sucias de sangre seca, pensando que su socipatía (su TPA, como en la intimidad le llamaba desde que había sabído que así se conocía entre los profesionales) se había agravado. Parecía que, efectivamente, el médico tenía razón. El haber suspendido el tratamiento tenía consecuencias y, como en este caso, parecía que irreparables.
Mientras una sonrisa sardónica revestía su rostro con un toque de crueldad, pensó que ¿quienes eran los demás para cuestionar su proceder, obligándole a medicarse?. De todas maneras, era un buen momento para buscar una nueva ciudad. No sería la primera vez y, hasta ahora, satisfactoriamente.
Yo, tímidamente me estremecí aterrada, y maldije el obligado silencio al que estamos sometidos todos los narradores. So pena de perder nuestro empleo, tenemos prohibido denunciar o intervenir para cambiar la acción o intentar modificarla. Así con cualquier crimen que la suerte nos haya impuesto presenciar. Somos testigos de lo que sucede y nuestra salvación quizá radique en que, como lo contamos, la próxima vez los personajes, pueden estar advertidos.

Imagen: "Halcones de la noche" de Edward Hopper.
PUBLICADO POR FONSILLEDA

Comentarios

  1. Increible relato!!! Angel me haces ir al bloc, querido amigo.

    Muchas gracias por compartirlo.

    Besosss

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  2. Todavía sigo con "aires playeros", aunque parece que estoy comenzando a regresar.
    Pero no he podido dejar, una vez más, de pasar y dejarte mi agradecimiento.
    ¡Ah! y mi bienvenida con los bicos añadidos.
    Un placer Angeliño.

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  3. De ahora en adelante tendré mas cuidado de con quien me acuesto...jejeje
    Salud

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  4. Lisebe y Genín, no suelo comentar los comentarios, aunque en vuestro caso sed bienvenidos a esta vuestra casa/ventana.
    Fonsi, yo, además de aires playeros, traigo aún aromas del Camino y de la Plaza del Obradoiro.
    Besos, Bicos y Salud.

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  5. ¿Has hecho el Camino?, qué valiente.
    Mi hija se va ahora, aunque yo lo hizo hace algún tiempo desde Ponferrada.
    No he pasado por SAntiago en todo el año. Con gran esfuerzo...
    Bicos.

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  6. Como ya le dije en su día, es un magnífico relato

    Besos (a los dos)

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  7. Fonsilleda es algo grande.
    De lo mejor que he leído.

    Saludos.

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