LA LOCA DEL YATE ABANDONADO

 LA LOCA DEL YATE ABANDONADO

La loca del yate abandonado


Me avergüenza reconocer que soy un curioso compulsivo, por eso hace algunas semanas cuando me encontraba en la ciudad de Cagliari la capital de Cerdeña, habiendo atracado mi velero en la Marina del Sole y tras una larga travesía, metí mis narices donde no debía.

Todavía faltaban algunos días para zarpar con rumbo a Sicilia y mientras tanto yo  aprovechaba el tiempo conociendo los rincones de esa antigua Ciudad de origen neolítico. A poca distancia de la entrada del puerto en donde estaba mi embarcación, se encuentra amarrado junto a la dársena un antiguo y decadente yate de recreo. El estado del barco es de abandono casi total y pese a su aspecto sucio y ruinoso aun refleja el aura de un antiguo esplendor pasado. El navío evoca las lujosas embarcaciones de la época de Onassis con el glamour de los años 50.

Yo pasaba frecuentemente junto al enigmático yate y lo miraba con mucha curiosidad, y una tarde cuando desaparecían del horizonte los últimos rayos del sol tuve el impulso de husmear en el interior de aquel viejo barco destartalado. Me acerqué a una de sus ventanas cuyos cristales rotos permitían mirar dentro y pensando que el yate estaba abandonado empujé la ventana ligeramente para poder ver mejor. El panorama era sombrío e inquietante, con viejos muebles desvencijados repartidos por lo que parecía un salón. En el medio de la estancia había un antiguo piano de cola al que le faltaba una pata, la imagen evocaba los restos sumergidos del Titánic.

Repentinamente el rostro de una anciana apareció por un lado de la ventana y el susto que me produjo su aparición me hizo dar un salto hacia atrás. La mujer permaneció mirándome a los ojos con una expresión realmente inquietante, era una mezcla de indignación y desprecio. Mi corazón latía con fuerza por el sobresalto, pero antes de abandonar apresuradamente el lugar volví la mirada para pedirle disculpas y entonces llegué a observar que esa mujer con su pelo rubio platino descolorido y sucio, llevaba puesto un vestido deshilachado que aparentaba haber sido de alta costura. Algunos pasos más adelante me volteé y cuando volví a mirar la mujer ya no estaba.

Al día siguiente, pregunté en el puerto por la extraña mujer del yate abandonado. Franco, el capitán de la marina sonrió a medias y a continuación dijo con una expresión de ironía -Ah, “la donna di pazzo dil yacht”- que en la lengua de Dante quiere decir “la loca del yate”.  El hombre no mencionó nada más sobre el tema, pero la curiosidad me llevó a invitarlo a beber algunas cervezas para intentar tirarle de la lengua y enterarme de la historia. Poco a poco y a medida que el alcohol hacia su trabajo, el capitán Franco fue soltando prenda hasta relatarme la sorprendente historia que os cuento a continuación.

Sucedió en los años 70, Italia había dejado atrás la pobreza de la posguerra y el país comenzaba su etapa de prosperidad.

Una joven y bella señorita proveniente de un humilde pueblo de la profunda Cerdeña, había contraído matrimonio con el hijo de un poderoso industrial de la provincia de Nuoro. Semanas antes el hijo del empresario había quedado prendado de la muchacha. La chica acababa de ganar el concurso de belleza local e impaciente, el hijo del empresario le propuso matrimonio en su primera cita. El eco del hambre de la pos guerra fue todo lo que necesitó la familia de la prometida para avalar la propuesta de buena gana y a los pocos días, en medio de una lujosa ceremonia, los jóvenes contrajeron matrimonio en el marco de una celebración que fue recordada en la comarca durante décadas por lo fastuoso del convite. La pareja tras pasar la luna de miel en Florencia, se instaló en el flamante palacete de estilo Provenzano que el padre del novio había regalado al joven matrimonio y comenzaron su feliz vida de casados. Al parecer la muchacha era amiga de los lujos y poseía una ambición comparable con su belleza.  Sin reparar en gastos, la joven esposa hizo amueblar la villa con costosas piezas de arte y muebles cuya factura provenía de los mejores carpinteros de Italia.

Pasaron los primeros años de matrimonio y tras el fallecimiento de su padre, el esposo de la muchacha se hizo cargo de las empresas familiares.

Los caprichos de su mujer que se había tornado presuntuosa y soberbia, no hacían mella en la creciente fortuna familiar cuyo patrimonio se acrecentaba en el contexto de una Italia pujante e industrializada. A la joven esposa le encantaba invitar a sus amigas de la niñez y disfrutaba viendo como envidiaban su lujoso tren de vida, se regodeaba marcando claramente las diferencias de clase y se burlaba de su estilo campesino. A veces les regalaba su ropa usada y los cosméticos que ya no quería, intentando mostrarse generosa, pero esta actitud  despectiva pronto le hizo perder sus amistades del pasado.

Pasaron los años y  la pareja no tuvo hijos, sin embargo adquirieron un lujoso yate que fue la sensación en la provincia de Cagliari, donde atracaban la embarcación. El matrimonio pasaba gran parte del tiempo recorriendo la costa de Cerdeña y los lujosos puertos del Adriático. La mujer haba pasado holgadamente la treintena y tenía a su servicio un pequeño séquito de criados. Entre ellos se encontraba una joven filipina de natural belleza que trabajaba sin descanso como su asistente personal. Parece ser que los malos modos y el desprecio con los que la mujer trataba a su personal eran notorios inclusive para las costumbres clasistas del momento y se había ensañado especialmente con la chica filipina a la que explotaba sin respiro y despreciaba en todo momento. A la pobre criada le gustaba pintar con acuarelas pero lo solía hacer a escondidas en sus escasos ratos libres  para no provocar a su patrona.

Quiso el destino que un importante marchante pasara junto a la joven oriental cuando en su día libre ella se encontraba dibujando sobre un pequeño atril en un parque de las afueras de Cagliari. El marchante quedó tan impresionado por la calidad de la obra, que le imploro llevarse algunas telas a su galería de Florencia. En poco tiempo las pinturas causaron gran sensación vendiéndose a muy buen precio. El galerista entusiasmado con su descubrimiento regreso a Cagliari en busca de la muchacha con un generoso contrato bajo el brazo. Sin embargo, el yate ya había zarpado con la chica a bordo. No fue hasta meses después cuando la pudo localizar en la marina de Capri.  Para entonces los lienzos de la joven habían multiplicado su valor y su obra era la sensación del momento en el ambiente artístico de la Italia de los 80 donde la misteriosa pintora oriental era requerida por su exquisito estilo. Cuando el marchante finalmente pudo encontrarla, la muchacha estaba siendo víctima en ese instante del ataque de ira de su patrona, quien habiendo descubierto la afición escondida de su criada, lanzaba por la borda del yate los pequeñas lienzos y los útiles de pintura de la talentosa artista.

No se saben con seguridad los detalles del suceso, pero resultó ser que el marchante la auxilió y la sacó de aquella angustiosa situación llevándola con él a Florencia y ofreciéndole un generoso contrato.

Su antigua patrona, presa de la ira, hizo todo lo posible para evitar su marcha y  llegó incluso a denunciarla a la policía con falsas acusaciones, pero finalmente no pudo impedir que la joven se fuera con su mecenas quien al poco tiempo se enamoró de la joven oriental y le propuso matrimonio. A la boda asistió la flor y nata del mundo artístico Florentino y las crónicas de sociedad se hicieron eco del evento. La fama de la pintora filipina se acrecentó aún más, a medida que pudo dedicar todo el tiempo que quiso a su nueva profesión.

Mientras tanto su antigua patrona presa de la envidia, envejecía a marchas forzadas amargando la vida de su marido y de todos los que la rodeaban con el rencor que destilaba. Fruto de tantos disgustos su esposo enfermo y falleció prematuramente. La avariciosa mujer heredó todos los bienes y las empresas de su finado esposo, pero debido a la mala administración, los excesos y los lujos desmedidos, el patrimonio se fue dilapidando y la viuda tuvo que vender la villa y gran parte de sus bienes para irse a vivir al yate. El otrora lujoso barco poco a poco se iba deteriorando y quedándose anticuado.
Sucedió que unos años más tarde un oportunista galán de tres al cuarto quien se había convertido en su amante, la convenció para poner una pizzería en la embarcación. La idea resulto ser un ruinoso negocio y sin poder hacer frente a las facturas del puerto, el yate quedó amarrado en una dársena sin luz ni servicios que es donde se encuentra actualmente. La rencorosa dueña quedo recluida en su interior, sola, sin fortuna y amargada.

Una mañana la envejecida mujer, asomándose por la ventana del ruinoso yate,  vio pasar a la muchacha filipina que  iba de paseo con su esposo y dos hermosos niños que correteaban alegremente. La pareja lucia feliz y se notaba que la familia gozaba de un acomodado tren de vida.  Entonces, en un rapto de ira e indignación, la antigua patrona se lanzó por las escalinatas hacia afuera del yate y esgrimiendo sus uñas contra la joven pintora salto con tan mala suerte que tropezó y cayó al agua sucia del puerto donde sin parar de gritar fue rescatada por los transeúntes que pasaban por allí. Tras ese episodio la mujer humillada se recluyó en el barco y nunca más se la vio salir.

Parece ser que algunos vecinos compasivos le dejan comida y enseres por las ventanas desvencijadas del barco.

Esta es la historia del misterioso yate abandonado y la mujer que lo habita según me relató hace algunas semanas el capitán de la Marina de Solé, en la ciudad de Calgary.

Al zarpar veo por la popa la estela de mi velero y en el horizonte el viejo yate con su aura fantasmagórica en cuyo interior aquella atormentada mujer seguramente seguirá rumiando sus desdichas.

Daniel Covadlo

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