No mires a los ojos

 



Tenía fundadas expectativas puesta en esta película. Primero por Juan José Millás, del que soy lector habitual, tanto de su obra narrativa como de sus artículos periodísticos, que no me suelo perder.


Pero también por Félix Viscarret, cuya colaboración en la serie "Patria", me había parecido excelente. Por tanto, esa conjunción de una novela de Millás, "Desde la sombra", y del buen hacer de Viscarret, auguraban una posible gran película.


Un carpintero es despedido después de veinte años de trabajo. Su reacción es huir, salir corriendo, pues su mundo se ha venido abajo. En la sociedad en la que vivimos algunos no entienden la vinculación personal y sentimental (aparte de la económica), entre el trabajador y su trabajo y lo que supone de ruptura emocional un despido.

El trabajador despedido acaba refugiado en un armario que a la vez acabará en la habitación matrimonial de una familia. Desde ese armario nuestro héroe empezará a intervenir como un fantasma en las vidas de esa familia, a la vez que nos va desvelando su propia mundo real, el de un solitario, y el imaginario. No conviene contar más. Hay que ver la película.

Por otra parte, hasta ese momento y un trecho más del film, todo ha sido contado con intensidad, casi intriga, dándonos a conocer a los personajes y preparándonos para esa vida de encerrado en el armario del protagonista, de su coexistencia secreta con los miembros de la familia y nos ha introducido en el mundo imaginario del protagonista donde se autointerroga a sí mismo como si fuera el invitado a un programa de entrevistas de máxima audiencia o donde recurre a la seriedad de Iñaki Gabilondo para que este le haga las preguntas adecuadas.

Para los lectores de J. J. Millás estas situaciones en sus obras son conocidas y familiares. El escritor se apoya en el lenguaje, en su ingenio verbal, en un humor negro muy particular, para sostener sus tramas y el mundo interior de sus personajes. El lenguaje literario, digamos, nos lo hace creíble, nos los hace sentible. Funciona.
Es en esta parte donde la película de Viscarret empieza a perder la intensidad que había conseguido mantener al espectador intrigado. El mundo imaginario de Millás no es fácilmente traducible al lenguaje cinematográfico; es más, corre el riesgo de hacerse un tanto trivial y reiterativo. La película se recupera en alguna escena más, alguna magnifica (como la del correctivo a un novio abusivo), pero acaba deslizándose hacia cierta insustancialidad, sobre todo en esas escenas innecesarias en su extensión del marido y la amante.
Quiero destacar la formidable interpretación de Paco León, que crea un personaje reconocible en nuestro entorno y verídico. A pesar de la pegas, recomiendo verla.




(C)GonzaloyGracias


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