Simone
Una película necesaria
Esta película debe juzgarse de dos formas, sin duda. Por un lado, como manifiesto, como relato indispensable, totalmente necesario y perfectamente vigente de un tiempo terrible, de una época posterior de esperanza y de una realidad a la que hemos llegado gracias a personas como Simone Veil.
Por otro lado está la película como tal, como trabajo cinematográfico, artístico, como historia visualmente narrada. Y es aquí donde el espectador nota que la obra no es redonda, que todo interesa por sí mismo, por lo importante que es para la construcción de Europa, para la memoria de un tiempo que nunca debemos olvidar para, citando al clásico, no vernos obligados a repetir.
La historia se cuenta en grandes elipsis temporales que, en los primeros momentos, se plantean de forma bastante confusa, mezclando la niñez de la protagonista con su terrible epopeya adolescente en su periplo por los campos de exterminio nazis y con su plena madurez, formando parte de las instituciones europeas y, por supuesto, francesas.
Si bien los actores, particularmente las actrices, pues es una película más de actrices que de actores, están correctas y la historia fluye más o menos bien, con algún trompicón achacable a una dirección un tanto errática y a un guión que no sabe si quedarse en la parte personal o en la institucional, el conjunto no convence, con períodos muy neutros que se mal mezclan con otros de gran sentimentalismo.
En cualquier caso, es una película que merece la pena ver para llegar a entender la construcción europea a través de personajes como la protagonista, digna heredera de la idea europea de gente tan insigne como Stefan Zweig. Ocurre que llevar a la pantalla una vida entera resulta muy complejo, imposible prácticamente.
Quizás haber centrado más el tema sobre su llegada a la presidencia del Parlamento europeo o la consecución de la Ley del Aborto que daba el derecho a ejercerlo a las mujeres en la Francia de los setenta hubiera resultado más sencillo y más cinematográfico.
Olivier Dahan logró un biopic mucho más conseguido en su retrato de Édith Piaf en la muy superior LA VIE EN ROSE que otorgó un Oscar muy merecido a la gran Marion Cotillard.
Por otro lado está la película como tal, como trabajo cinematográfico, artístico, como historia visualmente narrada. Y es aquí donde el espectador nota que la obra no es redonda, que todo interesa por sí mismo, por lo importante que es para la construcción de Europa, para la memoria de un tiempo que nunca debemos olvidar para, citando al clásico, no vernos obligados a repetir.
La historia se cuenta en grandes elipsis temporales que, en los primeros momentos, se plantean de forma bastante confusa, mezclando la niñez de la protagonista con su terrible epopeya adolescente en su periplo por los campos de exterminio nazis y con su plena madurez, formando parte de las instituciones europeas y, por supuesto, francesas.
Si bien los actores, particularmente las actrices, pues es una película más de actrices que de actores, están correctas y la historia fluye más o menos bien, con algún trompicón achacable a una dirección un tanto errática y a un guión que no sabe si quedarse en la parte personal o en la institucional, el conjunto no convence, con períodos muy neutros que se mal mezclan con otros de gran sentimentalismo.
En cualquier caso, es una película que merece la pena ver para llegar a entender la construcción europea a través de personajes como la protagonista, digna heredera de la idea europea de gente tan insigne como Stefan Zweig. Ocurre que llevar a la pantalla una vida entera resulta muy complejo, imposible prácticamente.
Quizás haber centrado más el tema sobre su llegada a la presidencia del Parlamento europeo o la consecución de la Ley del Aborto que daba el derecho a ejercerlo a las mujeres en la Francia de los setenta hubiera resultado más sencillo y más cinematográfico.
Olivier Dahan logró un biopic mucho más conseguido en su retrato de Édith Piaf en la muy superior LA VIE EN ROSE que otorgó un Oscar muy merecido a la gran Marion Cotillard.
(C)melchorin
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