Rapa (2ª temporada)
Movistar Plus+ estrenó el 15 de junio la segunda
temporada de Rapa, su serie protagonizada por Javier Cámara y Mónica López que
ya fue muy aplaudida con su primera tanda de capítulos en mayo de 2022 y acabó
triunfando en los Premios Forqué.
El profesor metido a investigador Tomás y la inspectora
de la Guardia Civil Maite siguen sin separarse tras lograr resolver -aunque sin
conseguir trasladarse a la Justicia- el asesinato de la alcaldesa de Cedeira de
la primera temporada. Pero su relación ha evolucionado y cambiado. Son vecinos
en Ferrol, en el mismo edificio, y por trabajo o puro entretenimiento, resolver
crímenes les sigue uniendo.
Aunque en esta segunda temporada la ficción creada por
Pepe Coira y Fran Araújo, que ya habían convencido en la misma plataforma con
Hierro, no se acomoda y decide jugar con ese trabajo de Maite, y esa obsesión
de Tomás, separándoles para investigar dos casos diferentes: la inspectora
tiene que adentrarse en el Arsenal, una instalación militar muy hermética del
muelle de Ferrol regida por estrictas normas, donde ha desaparecido una
oficial. Y el profesor retirado, que desde que resolvió el caso de la alcaldesa
de Cedeira está sin rumbo buscando un nuevo suceso que llene su vida, se empeña
en resolver un caso de asesinato que está a punto de prescribir tras 20 años.
Más “juego” para el espectador
En su segunda temporada, que consta de seis capítulos de
unos 50 minutos esta vez dirigidos por Rafa Montesinos y Marta Pahissa, la
serie propone más “juego” al espectador. Para empezar, precisamente por lo que
avanza la plataforma en su trama: tiene dos casos, y no uno, y eso multiplica
su lista de pesquisas, posibilidades y sospechosos, e incluso los entreteje con
habilidad para confundirnos y no dejarnos averiguar quiénes son los culpables.
Porque la otra gran novedad, y espero que esto no se
considere un spoiler, es que los espectadores no partimos con ventaja respecto
a los protagonistas. Al revés que en la primera tanda, cuando desde el inicio
sabíamos quién es la culpable y nos limitábamos a contemplar cómo Tomás y Maite
iban tomando caminos equivocados o acertados, Rapa ahora sigue el modelo de
Hierro, la otra serie de sus creadores para la plataforma, y no desvela la
incógnita convirtiendo cada capítulo en un viaje junto a sus personajes para
“jugar” a adivinar los criminales.
Tampoco es algo nuevo. Hay decenas, si no cientos, de
series y películas que proponen ese esquema de intriga, el clásico whodunit. La
diferencia entre todas ellas es hacerlo bien o hacerlo mal, “enganchar” o no
hacerlo. Y Rapa lo hace, y más y mejor que en su primera temporada. La
necesidad de ver el siguiente capítulo, de avanzar en sus tramas e
investigaciones, y de resolver los crímenes es muy real, y esa es la única gran
meta que debe perseguir todo buen thriller de investigación para así convertirse
en una buena serie. Como en este ejemplo.
Una serie que toca muchos otros temas
Siguiendo ese mismo razonamiento, se puede ser un
thriller de investigación, ser un buen thriller de investigación, y ser un buen
thriller de investigación que además sea una buena serie. Ese factor
diferencial, ese paso adelante, Rapa lo consigue incluyendo muchos otros temas
y problemáticas de índole social, cultural, y hasta de los poderes públicos. En
eso puede recordar -y para mí es el mayor de los halagos- a El puente
(Bron/Broen), la serie sueco-danesa que triunfó sobre todo con su primera
temporada; y a Furia, otro thriller noruego menos conocido del que hablamos en
verTele y que también da ese paso más allá.
La problemática más presente sigue siendo el avance de la
ELA que padece Tomás. A nivel de trama, permite reflejar asuntos sociales como
la eutanasia, la dependencia de los pacientes, o las pocas ayudas de los
gobiernos tanto a ellos como a sus cuidadores y familiares. A nivel
interpretativo, vuelve a tener a un brillante Javier Cámara, cosa que ya no es
ni noticia en él, destacando por lograr un personaje que atrae por su
inteligencia, pero que repele por su carácter antipático y egoísta, lo que a su
vez hace que apenas se sienta lástima por él.
Su investigación, con la que busca reabrir y solucionar
un caso antes de que prescriba el delito que se resolvió de forma incorrecta
hace casi 20 años, también introduce otros conceptos como la dificultad que
todos tenemos para reconocer que hicimos algo mal (más aún si eres policía y
eso ha afectado a terceros), los laberintos y trabas burocráticas a los que nos
enfrentamos hasta para rehacer correctamente la Justicia, y sobre todo lo
imposible de pasar página tras un suceso trágico, y cómo éste transforma a las
personas.
Cuando la acción se centra en Mónica López, que vuelve a
bordar a su decidida y firme Maite, ambientar la trama en un entorno militar
cerrado (en el que destaca el actor Carlos Blanco) enriquece aún más la serie
con asuntos menos emotivos que los de Tomás, pero igualmente sociales y más
culturales en los que además se vinculan poderes públicos. La guardia civil
vuelve a tener relación directa con la Justicia, en este caso militar, y sus vivencias
reflejan el machismo, el oscurantismo y corrupción del ejército, e incluso su
tendencia a cubrir sus errores.
La unión de ambos personajes no es sólo personal. Su
relación de amistad permite entrelazar los dos casos sobre todo con el
personaje encarnado por Darío Loureiro, que se erige como el gran fichaje de la
temporada. Le conoce Maite por problemas legales (introduciendo aún más
problemáticas, como la delincuencia y el paro juvenil), y se convierte en el
“cuidador” de Tomás por el avance de su ELA. Una pareja atípica, que derriba
prejuicios desde por el aspecto físico a por las inquietudes intelectuales e
inteligencia.
La única trama que en un principio queda más desdibujada
también consigue que la serie hable de temas como los dramas personales que
provocan las decisiones empresariales que implican despidos colectivos, y la
dificultad de encontrar trabajo a partir de los 40 años. Precisamente esa
trama, que luego es la que entrelaza todo -por lo que no diremos mucho más para
no destripar la serie- acaba siendo clave para que nos replanteemos hasta qué
punto la salud mental y la empatía pueden enfrentarse a la Justicia, y en
definitiva hasta para replantearnos el concepto de Justicia.
©Marcos Méndez
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