Seré sincero doctora...


Sabía que algo estaba ocurriendo, ante mí. Sabía que se le estaba pasando algo por su imaginación. No era normal, el paciente en sí era poco conocido para mí. En realidad es de ese tipo de personas que está sano y ni se pasa por el centro de salud. Incluso son de los que pierden la cartilla. A veces ni siquiera tienen abierto un historial.
- Buenos días, veamos sus ultimos informes.
-...si...claro...
-...pues mire, en realidad no hay nada que contar. Todo está perfecto. No hay ningún indicador en la análitica que nos de un toque de atención. En fin...sano...como una manzana...Pero dígame...qué tal se encuentra...
Y ahí fue cuando todo se desencadenó. Comenzó a hablar tan rápido que no pude pararle al principio, cuando comencé a escuchar sus palabras segui interesada la conversación con más atención. Me contó en pocos segundos que soñaba conmigo desde hacía meses, desde aquella vez que nos cruzamos en la plaza central de la ciudad. Cruzamos las miradas tras toda aquella charla.
Fue demoledor. Animal. Según hablaba me preguntó qué llevaba puesto debajo. Mecanicamente le dije que nada porque sabía que el iba a venir a mi consulta. Fue suficiente para que mi cuerpo comenzará a humedecerse desde dentro, sin poder evitarlo. Estaba ante un desconocido. Casi desnuda, como si me hubiera hipnotizado. Con su dedo índice jugando entre mis dientes de gata encendida y deseando que no parara de hablar. Mi corazón golpeaba para saltar por los aires, bombeaba sin control y la respiración se me entrecortaba como si fuera lo último que pasaría. Mezclados sobre mi mesa, con los informes de los últimos dos pacientes. Sabía que al ser el último paciente nadie nos molestaría. La pelea silenciosa de fuego y manos que se entremezclaban con avaricia y precisión adornó toda aquel aquelarre de sexo. En mi puesto de trabajo.
Qué horror!!!!...pero cuánto placer...
- No sigas Mónica. Querida Doctora, la sesión por hoy se ha terminado.
- Ya?... no me preguntas nada.
- No. Por cierto al salir paga la consulta, creo que debes las tres últimas sesiones. No te molestes en volver aquí, no trates de darme explicaciones, ya sé que no le conocías. No me preguntes por qué lo sé. No te curarás jamás. Tirarte, como una perra, al estúpido de mi marido y venir a contármelo me ha parecido un exceso. No voy a montarte un númerito. Pero no quiero volver a verte...

El despacho de aquella psicóloga herida olía a hembra furiosa hasta el infinito, un extraño olor de mezclas entre el odio, la sangre a punto de arder y el sexo gritando en silencios medidos. Entre los títulos universitarios múltiples, variados e internacionales diseminados por las paredes, entre todas aquellas fotografías en blanco y negro la tensión, del momento, se quedó tatuada para siempre sobre una pared de papel pintado imitando a un sutil lino pálido.

el vecino del 4º

posdata: cuéntaselo a quien quieras... pero cruza los dedos y pide que la suerte esté de tu parte...

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