¡A toda máquina!


El día había amanecido lindo.
A pesar de estar en pleno mes de mayo, la temperatura era agradable y el solcito entraba por la ventana pronosticando un sábado radiante.
Me levanté (y como era medio temprano aun) dejé que el Profe durmiera un ratito más y entretanto, yo me vestí, tomé mi desayuno y salí a buscar el diario. Cuando regresé, ya era una hora prudente para acercarme hasta su cama, despertarlo y mostrarle el hermoso día que nos esperaba.
Preparé su café capuchino (con la leche con mucha espuma, como le gusta) y mientras hojeábamos las páginas de noticias, el Profe me propuso:
–Bebi… Con este hermoso día, ¿Te parece que a la tarde salgamos a caminar un poquito al parque?
–¡Si, claro! ¡Qué buena idea!
Mientras él se ocupaba de algunos trabajos pendientes, aproveché para ir al gym hasta el mediodía. Cuando regresé, olfateé un rico aroma proveniente de la cocina.
–¡Mmm…! ¿Qué estás cocinando, mi amor?
–Las milanesitas que te gustan con ensalada de palmitos, corazones de alcaucil, hongos y zanahoria rallada.
Él sí que tiene bien claro mis preferencias culinarias.
Almorzamos tranquilos, mientras charlábamos de temas diversos y luego de algunos mimos y arrumacos propios de la hora de la siesta, nos calzamos las zapatillas y salimos rumbo al parque más lindo que tiene nuestra Córdoba: el Parque Sarmiento.
La tarde era tan agradable que el sólo hecho de sentir el solcito y el tibio aire (además de la mano del Profe agarrando la mía) me hacían sentir muy feliz. Llegamos, y vimos que muchos, al igual que nosotros, habían elegido pasar la tarde al aire libre. Estaba lleno de familias, parejas, grupos de amigos jugando al fútbol y personas solas que se deleitaban esquivando autos mientras andaban en rollers. Nos dirigimos hacia el lago y empezamos a bordearlo, mirando los patitos que nadaban a la orilla y a los niños que los alimentaban.
–Bebi… mirá, se alquilan botecitos… ¿Te gustaría que demos una vuelta en uno?
–Me preguntó el Profe.
–¿En serio? ¡Sí que quiero!
–Bueno, vamos entonces… yo me acuerdo que siempre quisiste hacer esto conmigo.
–¡Te acordás de todo! Y si, la verdad es que siempre me quedé con las ganas… Subimos a un bote a pedal y nos fuimos a recorrer el lago. En un momento, ambos nos quedamos mirando un grupo de tres patitos que nadaban cerca nuestro y casi al mismo tiempo dijimos:
–Gordi…
–Comencé.
–¿Te parece si…?
–Me sugirió.
–¿... Jugamos a “pisar” a los patos?
Ambos nos reímos de la infantil ocurrencia, pero sin embargo, anunciamos:
–¡A toda máquina!

Y apuramos el pedaleo para llegar hasta ellos, mientras no parábamos de reírnos.
Obviamente los patos deben estar acostumbrados a este tipo de cosas tontas por lo que, con la cara más tranquila del mundo, apenas se movieron y ya no pudimos tocarlos. Pero igual fue divertido. Él sabía que desde hacía tres años siempre había querido revivir esa experiencia que yo había disfrutado a menudo de chica, pero esta vez con él. Y me la cumplió.
Dimos la vuelta a todo el lago, pasando entre los árboles que rozaban la superficie del agua y por donde se filtraban los rayos de sol y también por debajo del puentecito donde un sábado a la noche, a meses de conocernos, tuvimos nuestro momento romántico. El paseo duró sólo media hora pero la sensación hermosa me va a quedar por mucho tiempo. Como todo lo que vivo junto al Profe…
 Lolita.
http://lolitaymiprofesor.blogspot.com.es/2011_05_01_archive.html

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