La intimidad apesta

Hablaba de chicas bonitas, piernas largas, pechos increíbles. Admiraba las miradas tristes, encontrándolas en el lugar incorrecto, siendo un sentimental. Se refugiaba en la soledad de una habitación con ventanas, suspirando, creyendo que llegará el amor. Escribía maldiciendo a la infancia y nos miraba con indiferencia. Nunca nadie le ha conocido, porque nunca nadie se ha interesado en mirar más allá.

Y bien, porque todos apestamos por dentro.

Todos tenemos la intimidad guardada en las huellas del pasado, y si disparas a escupirlo todos lo olerán. Sabrán que aquel chico de sonrisa irónica y triste está con su mujer por estar, porque no pudo interaccionar con la primera chica que le habló por el facebook.

Es el típico. 
Es la misma historia 
de siempre.

                                                                                      Fotografía: Bárbara Traver.

B. Que sea infinito mientras dure

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