El velero


Es lo mejor que me podía ocurrir, la ilusión de mi vida, comprar un velero.
Esta mañana se ha hecho realidad y me dispongo a cruzar esta semana, una vez llegado a Denia, hasta Ibiza y Formentera.
Tuvimos que esperar unas horas a que amainase el fuerte viento de N y así no encontrar tanta mar de proa que haría incómodo y lento el viaje. Partimos cerca de las 18:00, esperando encontrar abrigo a lo largo de la costa de Granada y Almería durante las primeras horas de la travesía. Iremos cuatro.
Al oscurecer no teníamos casi viento, motor a 2600 RPM y encendemos las luces de navegación. Yo me acuesto pronto, tengo sueño así que haré una guardia más tarde. Me despierto sobre las 03:00, está entrando algo de viento y rolando a E. Por la radio escuchamos barcos que, unas millas más adelante anuncian rachas de 20 kts. Rizamos la mayor en previsión, siempre es más cómodo hacerlo antes de que entre la castaña, y más de noche. Paco va al palo con el arnés y yo ayudo desde la bañera. En 5 minutos queda listo, y 5 minutos más tarde nos encontramos el viento anunciado.
Me paso varias horas al timón, identificando constelaciones, algunas de memoria y otras en una aplicación del iPhone de Alberto que con sólo apuntar al cielo te dice cuál es cuál. Acojonante eh!
Por estribor se ve la contaminación lumínica de Almerimar, un poco mas adelante Roquetas , reflejada en la capa de inversión, que se aleja dejando sólo la luz intermitente del faro de Garrucha, 4 destellos, 20 segundos y vuelta a empezar.


Una luna enorme, que aparece poco antes del amanecer nos deja sin estrellas. Hace frío y la humedad va calando poco a poco. Me cubro bien y espero al mejor momento de la travesía: el amanecer en el mar. Cuando llega estoy tan tieso que ya no estoy tan seguro de que sea el mejor momento de la travesía, pero agradezco que salga el sol para ir desentumeciendo todo el cuerpo.
El sol trae más viento, del través. Seguimos con un rizo y con solo la vela mayor conseguimos medias de 7 nudos. Ahorramos combustible que queda poco. Los delfines vuelven a visitarnos  y el día transcurre tranquilo hasta el atardecer. Ya frente a Denia izamos “la metralleta asesina”, el asimétrico para ventolinas que nos ayuda a mantener un poco la media… aunque por un rato y a un rumbo que ya no nos conviene. Acabaremos encendiendo el motor y enfilando directamente a la bocana del Port de Denia y por fin atracamos.


Con cierta parsimonia anudé un cabo a la argolla del ancla y con el otro extremo del cabo me rodeé la cintura con fuerza. Había hecho esos nudos miles de veces y esta vez tampoco me equivocaría. Cogí el ancla entre mis brazos y la apreté contra mí. Estaba fría. Estaba muy fría. Un escalofrío me recorrió la espalda. El frío me heló el alma. Barco chico alma clara… Y fría , muy fría. Saqué los pies por fuera de la borda y me senté. Cerré los ojos. Por un momento los tibios rayos del sol me devolvieron algo de calor. Me dejé caer resbalando lentamente hasta que me hundí bruscamente en el agua. Frío. Aún más frío todavía . Apreté con más fuerza aún el ancla y miré una última vez hacia arriba atisbando algo de claridad. Después todo se hizo oscuro… y frío. Un dolor intenso en mi pecho que me quemaba me volvía loco de dolor. Luego el frío infinito.
Al abrir los ojos no vi el barco, ni la superficie de agua marina, ni una sola ola. Vi la estantería, la ventana entreabierta, el pequeño escritorio, mi Ipad cargándose…
(c) Angel 2016

Comentarios

  1. Un final impactante para un viaje tan bien descrito con los tecnicismos de un avezado navegante. Cuidadín con las anclas... y lo que haces con ellas. Fondea el barco pero sin nudos ni tropezones. Bravo lobo de mar !!!
    Besos de sirena desde el Mare Nostrum.

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  2. Me ha gustado, Ángel. Yo daría pistas al lector, pero no diría tan a las claras que era un sueño. El cambio de tiempos verbales ya es muy ilustrativo, algún guiño más ya sería suficiente. Creo que tu relato ganaría en impacto.

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