Madre



                            Cerrando el círculo.
Esta película me ha dejado un vacío existencial considerable al salir de la sala de cine. El argumento tiene que ver, pero la interpretación de Marta aún más. Dale una oportunidad, vela, y luego, si eso, ven a leerme y te explico por qué me gustó tanto.
Empecemos ya, ¿vale? El argumento es sencillo. Trata sobre una relación entre una mujer de treinta y nueve años y un quinceañero. Ya hemos visto esto antes en verano del 42 (con playa incluida), El Lector (con nazis incluidos) o La pianista (con perversiones sadomasoquistas incluidas). Vale, pero ¿qué aporta esta?
Pues que es delicada, es inteligente, está cuidada y sabe mezclar todo lo bueno que tiene para que en conjunto todo sepa mejor:


1) EL TRATAMIENTO DEL DOLOR. Hay un profundo dolor latente en el personaje de la protagonista. Es una mujer que perdió a su hijo y ahora cree que ha podido encontrarlo diez años después, asentado como hijo de otra familia.



2) LA SUTILEZA EN LA NARRACIÓN. La película podría caer en lo grosero en muchos momentos. En algunos puntos sería facilísimo embarrar, de hecho. Pero no lo hace. Fluye. Y en buena parte es gracias a Marta Nieto. Creo que la comunicación con Sorogoyen ha debido de ser extremadamente cercana, porque Marta parece saber qué quería el guionista y director en cada momento y sabía cómo dárselo. Me he fijado en las reacciones de sus ojos y sus labios cada vez que alguien hablaba con ella y mentaba cualquier mínimo detalle que atendiera a su dolor personal. Le cambiaba de forma muy sutil el gesto, de una forma natural. Daba la sensación de ser un personaje vivo y real, solo por su forma de estar.


3) LA FOTOGRAFÍA. La parte encargada de encontrar las localizaciones del filme y elegir los momentos idóneos de luz me parece que ha hecho un trabajo admirable. Madre tiene una estética de cielos nublados, mar revuelto, hojas de principios de otoño y días que se acortan. Recuerda, a su manera, a ciertas obras del Allen más bergmaniano, como Septiembre o Interiores. Es una película idónea para ver una de esas tardes tristes del último verano, en una casita junto al mar. (Esta es una apreciación muy personal, pero ¡es que no quiero ser objetivo!).


Esos serían los tres puntos principales que más llaman mi atención. Ahondemos en más cosas.
Ven, vámonos al spoiler, que tengo traca. Había gente en la sala que salió decepcionada, diciendo no haber entendido nada, tachándola de lenta (?!) y preguntándose cómo había ganado tantos premios. Y me apetece contarte a ti por qué a mí me parece tan soberbia.


No sé el peso habitual de Nieto, pero el estado mental de Elena parece reflejarse muy bien en la delgadez de la actriz, que acerca su físico al de personajes como el de Bale en El maquinista (sumido en la culpa), el de Gyllenhaal en Nightcrawler (un ser canino) o el de Phoenix en Joker (un enfermo pisoteado).



La relación entre Elena y Jean: es fluida y natural. Son dos personas que forman una relación similar, pero no igual. Cada uno va por un túnel distinto, como diría Sabato. Ella ve en él al que podría ser su hijo. Él ve en ella a una mujer adulta que le presta atención. En ella hay un instinto maternal. En él, quizás, uno más inclinado a la pasión. Ella parece una mujer desquiciada por haber perdido a su hijo. Él es un adolescente (¿hay algo más desquiciado que el amor adolescente?). Pero ninguno se declara al otro en prácticamente todo el metraje. Ella no se declara como madre y él no se declara como amante.




Elena lo mira mientras duerme, buscando, quizá, un lunar que corresponda al que tendría su hijo. Él intenta acercarse lo máximo posible a su piel: tocar su pie con su mano, apoyarse en ella, buscar su cara con la suya, etc. Todo discurre sin cruzar ninguna línea. Los padres de él se preocupan por el chico. La pareja de Elena se preocupa por ella (por sus decisiones y por su salud mental).
Mientras tanto, todo parece dañar a Elena: los cuchicheos de la gente del pueblo o, simplemente, que su pareja mencione el nombre de su hijo muerto. Es muy fácil sentir el dolor, la soledad o la incomprensión de Elena. Sin embargo, cuando está con Jean puede ser ella misma y tomarse un tiempo muerto. Puede descansar. De hecho, Jean insinúa algo sobre su hijo al principio; pero ella se molesta, y él no vuelve a pisar ese terreno hasta el final.


Al final, la escena donde ambos se despiden en el coche (ese es su final, de ellos) me recordó mucho a 10 Items or Less. En aquella película de Silberling dos personas que se llegan a tener mucho aprecio se despiden agradecidos el uno al otro y sin que ninguno pretenda cruzar la línea que los separa (Morgan Freeman está casado y es mayor que Paz Vega y ambos saben que besarse sería una insensatez).


En cambio, en Madre sí se acaba cruzando esa línea en ese momento de despedida.. Jean, finalmente, le dice que sabe que él le recuerda a su hijo. Ella rompe a llorar y este avanza a consolarla y besar sus hombros, hasta que ella lo besa, como si cada uno consiguiera un poco de lo que pretendía.
Quizá Elena pensase por momentos que Jean podría ser su hijo desaparecido, pero me inclino más a pensar que ella solo estaba disfrutando el momento, imaginando la posibilidad de que ESE fuera de verdad su hijo, y simplemente jugando a papás y mamás porque eso te hace sentir mejor, al menos, en tanto que dura la farsa. Y porque conoce la imposibilidad de poder tener esos momentos de forma real a esas alturas. Se ha perdido todos esos momentos: tenerlo en su regazo, secarlo con la toalla cuando sale de la playa, verlo bailar con una chica... (¿Te das cuenta ahora de la importancia en su conjunto de todas esas escenas por separado? Todos esos hitos definen muy bien a ambos personajes por separado y también en conjunto. En ambos están sucediendo dos cosas a la vez, y quizás tanto Jean como Elena sean conscientes de lo que el otro está viviendo).


En el final definitivo Elena llama al padre de su hijo muerto en lo que parece una llamada de disculpa, aceptación y comprensión. Quizá sea el comienzo de lo que supondría cerrar esa etapa para Elena (sin necesitar de una pareja o del parche de un nuevo hijo para sanar); y, a la vez, Jean ha podido cerrar la etapa de vivir uno de esos veranos que suponen un punto de fractura entre ser niño y ser hombre.
                                                                                                                                                     Silvio

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