Todos me odian (All My Friends Hate Me)

 



 

ALUSIÓN AL ACTUAL HOMBRE MANGINA (*) EUROPEO

Estupenda película alegórica del hombre blanco europeo de nuestros días, apocado, timorato; mangina,  al que se puede apabullar con todas clases de desconsideraciones y bromas, perrito faldero de mujeres bordes emponderadas en intrascendecia vital. La tesis del filme es la misma que la del viejo refrán: «No llora el ahorcado y llora el verdugo». O dicho de manera: ¡No se ofende el abusado y va se ponen ofendiditos los abusadores!

 

Andrew Gaynord realiza una película emblemática sobre un continuo de aparente celebración en el cual nos muestra en qué se ha convertido el hombre blanco de raza europea autóctona y sus amigables congéneres: en patéticos mequetrefes que no se respetan a sí mismos. El personaje principal da grima, aguanta y soporta bromas tras bromas, tomaduras de pelo y bellaquerías de sus amigos sin reaccionar como lo hacía el hombre clásico europeo, con testosterona, echándoles cojones y enfrentamiento o abandonando con honor y dignidad dicho círculo de indeseables. Por su parte, los amigos y amigas representan la prepotencia de los vanos, de los comemierdas universitarios criados entre algodones por una sociedad-planificación de ideólogos feministas impulsores del hedonismo más ramplón.

 

 

El personaje central «Pete» es clavado por el actor Tom Stourton (del que también es guionista): el típico varón feministo que tanto abunda hoy por toda Europa occidental, sumiso, voluntario de Ong, hombre alfombra a quien todos pueden pisotear, ya los amigos, ya los políticos, los recién llegados o extraños, pero sobre todo las mujeres. No en vano gran parte de la película gira sobre este gozne: la intención del protagonista de pedirle matrimonio a su novia. ¿Quizás se nos está señalando que la mayor aspiración del típico mangina de nuestros días no es convertirse en hombre alado y libre sino en pollo de la granja-Estado?

 

 

Sin duda, una película digna de verse con mucha atención, por la brillantez burlona y sarcástica como describe al cobarde ciudadano de la sociedad europea contemporánea, que si por algo destaca es por su falta de virilidad o bravura y su exceso de melifluos peleles, de jóvenes inútiles feminizados hasta el empacho alucinante, incapaces de reaccionar y plantar cara, con los cerebros lavados por Ong-Negocios revestidas con pieles de humanismo y caridad. Una película que en su descripción de la sociedad europea presente nos recuerda bastante las novelas del francés Michel Houellebecq.

 

En fin, toda una enseña irónica donde visualizar al hombre paradigma progresista del siglo XXI: desautorizado y castrado en sus derechos; y a las mujeres modelo civilizatorio del siglo XXI: arrogantes, mezquinas y explotadoras de culpas contra el varón.

(*) La palabra ‹mangina› es un portmanteau, o palabra compuesta, que viene de las palabras en inglés man (hombre) y vagina (vagina). Es un término empleado por los detectores del feminismo para referirse a aquellos hombres feministas que parecen más radicales que las feministas mismas. Es un término detogatorio (usado como insulto). En algunos contextos en que he visto usado el término, no parece referirse a los hombres aliados al feminismo, sino aquellos que, bien por pose, o bien por congraciarse con alguna feminista, no poseen ideas propias, sino que repiten (fingen, posan) las ideas feministas. Al igual que otros términos derogativos, la palabra suele decir más quien la usa que a quien se refieren.

©Fej Delvahe

 

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