Mauricio

El traductor vive en la casa corriente, en el cuarto izquierda. Pasa las horas en el despacho, una biblioteca de madera de nogal con mucha luz y muchos, muchísimos libros. Marina tiene prohibida la entrada, pero cuando aprendió a leer la curiosidad por el universo de letras en que se refugiaba su padre cada día desde las nueve en punto hasta la una, desde las tres a las siete, comenzó a crecer hasta ser más fuerte que la niña obediente y sensata que siguió refunfuñando y augurando desgracias siempre que se sentaba en el pretil de la ventana junto al escritorio, cada vez que él salía a hacer algún recado. El traductor es un padre joven, a ella le recuerda a Gregory Peck en "Matar a un ruiseñor", también con ese aspecto un poco cansado como de tener demasiadas responsabilidades para su edad. Usa pantalones de pana y una chaqueta de lana verde botella con coderas casi todo el año y esconde el secreto entre los pliegues de la chaqueta, tras el bolsillo de la camisa, cerca de su p...