Los gustos y los colores




Los gustos y los colores intenta trascender, a partir del humor y cierta contenida irreverencia, tanto las viejas etiquetas de un mundo conservador como las nuevas impuestas por cierta corrección política. En ese camino, logra un retrato divertido de algunos malentendidos y situaciones equívocas, suelta algunos buenos chistes en el momento justo, y sostiene la empatía con la protagonista gracias a esa expresión entre terrible e irritante de Sarah Stern. Sin embargo, a medida que arriba al final, la guionista y directora Myriam Aziza (de la que se conoció su ópera prima, La robe du soir, en el Bafici 2010) parece empantanarse en algunas resoluciones, a las que define con cierta complacencia y descuido. Pero vayamos al principio.


Simone (Stern) no está demasiado segura de ninguna de las definiciones que marcan su vida. Ni la de ser judía, ni la de ser ejecutiva de cuentas en un banco ("la promesa de la joven banca francesa", como la llama su padre), ni la de ser lesbiana. Algunas las contesta, otras las oculta. Si bien hace tres años está en pareja con Claire (Julia Piaton), todavía está en el closet para su familia que insiste en buscarle un novio para el inminente casamiento de su hermano. Los momentos más divertidos de la película se concentran en las tensiones entre esa familia de ritos ortodoxos y un conservadurismo algo caricaturesco y los intentos de Simone de pensar su judaísmo y su sexualidad más allá de las imposiciones.


A la gesta de su hermano por concertarle una cita, vía su sitio online, con un "buen chico judío", se suma la repentina atracción de Simone por Wali (Jean-Christophe Folly), un chef senegalés que -al parecer- cocina como los dioses y la seduce con "los gustos y los colores" del título. Aquí es donde la película se desvía en algunos trazos demasiado evidentes sobre las tensiones entre musulmanes y judíos, haciendo de la familia del cocinero un compendio de lugares comunes (llevado al extremo en la escena de los senegaleses esperando el antipasto entre comentarios machistas y antisemitas).


El acierto de la sátira de Aziza está en el mundo que conoce, el de las tensiones que atraviesan todas las identidades. Es el mundo de Simone el que adquiere más espesor, incluso en ese intento de obtener claridad allí donde todo puede ser confusión. Si en La robe du soir, una preadolescente conjugaba su despertar sexual con la atracción obsesiva por su maestra, aquí Simone descubre que nada es demasiado definitivo pese al impulso de las obsesiones, tanto propias como ajenas. La dinámica ambivalente con su familia, la compleja relación con la esencia de su religión y la construcción de un vínculo casi erótico con los placeres culinarios es donde la película encuentra fluidez y convicción, y también entiende al humor como fruto de esa liberadora mirada sobre sí misma.


Lo que más me gustó de esta película fueron las actrices, para que voy a mentir. El elenco con el que cuenta Aziza es una maravilla. Primero, decir que Sarah Stern es maravillosa, no la conocía y me gustó mucho su forma de transmitir.


Por otra parte, a Julia Piaton me la he encontrado ya varias veces viendo cine francés y laamo. Pese a no tener un papel tan principal como Stern, está genial en todas sus escenas. Otra de las películas en las que ha participado es “Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?” (2014), de la cual ya hablé en otro artículo. Muy recomendable.


Por último, en cuanto a los protagonistas, tenemos a Jean-Christophe Folly (Wali). No sé si me llega a gustar o no. Me encanta que su presencia sea por la pareja de tres, pero creo que su personaje podría haberse planteado de otra forma.


Mención especial para Catherine Jacob que encarna a la madre de Simone y es graciosísima. Por otra parte, Richard Berry, su pareja en la ficción, no me gustó mucho la verdad, podría haber sido más divertido o algo. Quizá lo que no me gustó fue el personaje, quién sabe.

En resumen, para mí, lo mejor de la película son las actrices. La trama no está mal, aun así a veces se hace un poco pesada y hay trozos de la película que quitaría, pero la recomiendo. Me pareció muy interesante ver cómo Simone intentaba aclarar su cabeza en cuanto a su situación sentimental y la forma en la que confronta a su familia.
Paula Vázquez Prieto

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