LA VIDA ERA ESO
La reflexión tras el adiós
David Martín de los Santos realiza su primera
película bajo el nombre de La vida era eso, un drama humano en el que se
reflexiona sobre los caminos vitales. A diferencia de otros films que buscan
esa cotidianidad en espacios conocidos, esta cinta se ambienta, en primer
lugar, en Bélgica, en un hospital donde se conocen María y Verónica. Su
historia comienza con una naturalidad muy agradable, que permite que el
espectador empatice con el carácter de ambas y se establezca una energía basada
en la humanidad y en el descubrimiento. Gracias a ello, se convierte en una
decisión valiente, aunque esperable, la realizada en torno a la mitad del film,
que desemboca el viaje emocional de María. Por consiguiente, se crea un
entendimiento con el público más consolidado, al ser de esas situaciones en las
que atreverse es una opción de ahora o nunca.
El espectador mantiene su vigilia en torno a la
transformación que sucede en la vida de María, con detalles muy precisos y no
tan apabullantes. Por ende, su mayor fuerza reside en no buscar mayores
florituras que la representación de la vida misma, aderezándolo con la
necesidad de encontrar la felicidad en aquello que parece imposible. Hay
momentos en los que se deja salir esa nostalgia del adiós, combinados con la
ternura que provoca presenciar el despertar de una persona que, a priori, ya
tiene la vida totalmente hecha. Además, hay que reconocer que la última escena
del film es un absoluto resumen de la metamorfosis que habita en María, esa
ruptura con la vida de antes. No obstante, el largometraje no tiene una
intención de establecer preguntas, saliéndose del camino introspectivo apacible
y sosegado que crea.
El talento de Petra Martínez vuelve a embadurnar
la pantalla con La vida era eso. Desde sus primeras escenas se ve esa mirada
cautivadora, que atrapa desde el primer instante. Después, comprende la
tonalidad asustadiza y templada de su personaje, lo que le permite poner en
ejecución una interpretación más contenida. Por ello, su principal baza se
halla en su lenguaje expresivo, en las miradas, en su forma de moverse entre
los distintos escenarios. Gracias a su trabajo frente a la cámara, la película
logra un nivel de calidad superior, ya que le da un espíritu tan personal, que
es imposible no quedarse encantado con esa actuación totalmente descarnada. Por
lo tanto, no se puede negar que es una de las mejores interpretaciones del cine
español de este año cinematográfico.
Anna Castillo, por su parte, se convierte en una
estupenda compañera de reparto. La actriz se mete en la piel de Verónica, una
joven soñadora y vivaz, que no rinde cuentas a nadie. A pesar de haber visto a
Castillo en esta tesitura en la mayor parte de su carrera, es verdad que lo
realiza de una forma tan orgánica que es imposible resistirse a ella. Debido a
esta capacidad, pese a ser un personaje que recuerda a tantos otros, funciona
sin problemas. Después, Florin Piersic Jr. sorprende por el progreso de su
trabajo en escena. Por lo que, de una forma gradual, va mostrando sus
capacidades artísticas con un personaje menos expuesto que sus protagonistas.
Por último, mencionar la participación de Ramón Barea, quién acierta en ese
retrato impasible y frío, que contrasta con el resto de sus compañeros del
elenco.
La realización técnica de La vida era eso sigue un
esquema más intimista, alejándose de grandes artilugios o ritmos atronadores.
Sin embargo, cabe destacar una dirección de arte exquisita, eligiendo algunos
espacios naturales que encajan a la perfección con la naturaleza cambiante en
torno a la protagonista. Por lo cual, a pesar de esa cercanía familiar, vivirlo
desde el retrato de un pueblo perdido de Andalucía, le da un toque todavía más
cotidiano. Lógicamente, se debe a esa percepción de vuelta a casa, que se
consigue de principio a fin. Tal vez, las escenas en Bélgica, no terminan de
definirse todo lo que pudieran, siendo un escenario sin apenas personalidad. En
consecuencia, se posiciona en dicho país más por la narrativa del guion, que
por la creación visual que se hace de ella. En este sentido, se podría haber
mejorado este matiz artístico.
El ritmo de la película es tranquilo, no hay
grandes sobresaltos, lo que indica ese sello de identidad más contemplativo.
Por ello, se establece una energía más de observación, del día a día, que
inquiere en una construcción reposada. Con lo cual, el público no debe esperar
una catarsis emotiva, aunque hay escenas que sí emocionen. Todo pasa por una
estrategia más constante, por lo que podría no fluir en todo tipo de
espectadores. Por otra parte, la dirección de fotografía realiza un trabajo
notable, que mantiene la personalidad ya mencionada del film. De esta forma,
proliferan aquellos planos en los que se da mayor foco al actor y su trabajo,
siendo este el camino elegido por la realización. Por último, mencionar que el
resultado global del film deja una sensación interesante, apreciándose ese
talante más suave y afectuoso, envuelto en una sencillez cinematográfica
certera.
La vida era eso retrata los cambios vitales, a
través de una situación emocional inesperada. Su mayor fuerza se halla en la
intimidad y cercanía de sus personajes, aderezados con un guion agradable que
encuentra esos aires de reflexión. Además, cuenta con una excelente Petra
Martínez, que eleva todavía más el resultado del largometraje. Junto a ella, una
estupenda Anna Castillo, que escenifica sin problemas su personaje. Por otro
lado, la realización técnica se mantiene fiel a ese espíritu familiar y
cotidiano, que deja una sensación sensitiva apacible. La indagación interior
que logra impresionar por la sinceridad vital con la que afronta el cambio
personal.
© Diego Da Costa
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