¿Juego de palabras ?
Uno se mira y descubre que detrás de la suya, de la conocida, o de la pretendidamente conocida, hay otras miradas. No son miradas ajenas, no son miradas de otros, no son miradas desconocidas. Son miradas de uno mismo. Lo que sucede con las miradas es que a uno le crecen por dentro, como raíces, son miradas que se entretejen. Lo que ocurre con estas miradas que nos habitan por dentro, es que permanecen en racimo, forman una amalgama de miradas. Uno se observa con la cara de su mirada pero, a poco que uno esté atento, alcanza a descubrir que su mirada tiene, al igual que sucede con las monedas y con tantas otras cosas, su cruz correspondiente. Uno se atiene a la primera mirada que alcanza la luz y cree que esta es la definitiva, la única, la última pero, si uno se detiene en ese punto central que es la sinceridad, enseguida se da cuenta de que uno tiene detrás de esa primera mirada, otras muchas más que en ese instante no están a la vista. Uno se detiene en uno...