A Virginia


A Virginia Woolf,
in memoriam.

Cuando entras en ella se despabilan los recuerdos.
El aroma cándido que ocupaba los rincones augura soledad.
Un rincón envejecido por tantas reminiscencias.
La mecedora ha perdido consistencia, porque en ella no hay sino fantasmas.
Las ventanas miran hacia el vacío.
El mar lejano se escucha ronco y desierto en medio de la noche.
Duermen las estrellas y llueve sobre las palabras un cántico nocturno de grillos y ecos que rozan los árboles.
Las hojas han perdido el color.
El aliento del mar se sumerge en la estancia.
Somos mar entre tantas olas.
Busco en ti una mirada que, sin darme cuenta,
se encuentra desde tantos años perdida.
No importa.
Calla.
Duerme.
No sientas nada.
Una roca en el cielo cae sobre el agua oscura atada a los recuerdos.
Calla.
Silencio.
La manzana no fue el pecado.
Yace la columna de la muerte atada a la cintura del mundo deshecho, oculto, siniestro.
El mar cuenta y sólo escucho sus historias, dormido entre olas diáfanas y fantasmas que nos perseguirán por siempre.
Ricardo J. Román

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