Un chiste


No tengo por costumbre escribir chistes, pues yo solo escribo ideas surgidas de mi inventiva. Mis relatos de humor no se parecen nada a un chiste, como se puede fácilmente comprobar si tiene usted a bien dedicarles un poco de su tiempo.

Este chiste me lo contó un amigo:

En unas maniobras del ejército la tropa se encontró que debido a las lluvias de los últimos días el torrente que debían cruzar aparentaba bastante lleno de agua. A la vista de esta situación el cabo Mitao ordenó con un grito a los soldados de infantería que formaran en columna de tres. Como eran cuatro se dirigió enfurecido al que había quedado indeciso y agarrándolo por la solapa le dio dos tortas en la cabeza.

—¿Es que no entiendes lo que te he dicho? Serás subnormal. Escuchame bien. Por este riachuelo tienen que pasar veinte tanques. Comprueba, sin ningún genero de duda, que la profundidad es adecuada para que puedan pasar.

Una columna de humo se acercaba recorriendo las áridas llanuras cuando regresó el soldado. El cabo Mitao se lo quedó mirando extrañado, pues pensando que le había hecho una judiada le sorprendió verlo impecablemente limpio.

—Señor, la profundidad es mínima, no puede haber inconveniente para que puedan pasar los tanques.

—Buen trabajo, regresa a tu puesto.

Llegaba entonces con marcial pose sobre el tanque el capitán Mongolmeri, de la coalición extranjera, y fue informado de que ya habían sido hechas las necesarias comprobaciones del terreno.

El convoy se puso en marcha tras el gesto del capitán y en tropel se adentraron los tanques en el riachuelo como una manada de bueyes sedientos, quedando en breves momento completamente sumergidos. Se afanaba en escapar el capitán Mongolmeri seguido por la tropa chapoteando entre el lodo y los juncos.

El cabo Mitao, patidifuso ante semejante catástrofe, fue en busca del soldado que le había informado, que en aquellos momentos estaba acuclillado pinchando una mierda con un palo. Alertados por unos gritos y amenazas de muerte al girar la cabeza pudo ver al cabo Mitao corriendo hacia él haciendo aspavientos. Saltaba el cabo Mitao por encima de los matorrales igual que un búfalo desbocado. Al llegar junto a él le preguntó furioso:

—¿No me habías dicho que los tanques podían pasar? ¡Se han hundido todos!

—Estoy desolado —contestó el soldado— y la verdad es que no lo entiendo. Antes he visto como cruzaba un pato y el agua no le llegaba ni a la mitad.

Fin

Otro día es contaré la verdadera historia del cabo Mitao, y quiero decir verdadera de verdad. Es una historia muy graciosa que le ocurrió a mi hermano haciendo la mili.

Saludo y gracias a todos.

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