CAÍDA Y VISITA A TRAUMA


Luís y yo estamos en crisis. En pleno mes de agosto resulta un tanto insoportable ser La Amante, sobre todo cuando sabes que se ha ido de viaje con su mujer y los dos chavales a Cartagena de Indias. Imagino que entre visita y visita, playa y cóctel, cenita y desayuno continental, Luís tiene tiempo de contentar a su mujer en la cama, compartir con ella confidencias y hasta afianzar su matrimonio.

Yo me he quedado en mi ciudad que, por cierto, no es la misma que la suya. Decidí tomar mis vacaciones en septiembre, para poder huir de las depresiones post-verano con las que se inunda la planta 2ª del hospital, esa que en el letrero de la entrada indica que es la "unidad de psiquiatría y psicología clínica".

Así que mientras yo estoy aquí construyendo pajaritas de papel a falta de pacientes por tratar (no sé por qué todos parecen muy sanos en esta época del año), me reconcomen los pensamientos de Luís y su mujercita jugando a las casitas.

En venganza por mi desasosiego, hace seis días me acosté con el nuevo médico de la Unidad de Traumatología. Tiene 42 años, está bueno a rabiar, se acaba de divorciar y no ha dejado de lanzarme miraditas desde que entró hace unos tres meses.

Los cuernos por despecho son, en mi caso, los más absurdos. Por nada del mundo haría algo que pudiera hacer sospechar a mi amor respecto a mi infidelidad. Es decir: no me sirven para nada. Él nunca sabrá que me acosté con el médico y no estoy muy convencida de que mi despecho sea menor por haberlo hecho.

El caso es que Emilio, el traumatólogo, me invitó a cenar hace dos semanas con la excusa de ser nuevo en el hospital y tener la necesidad de relacionarse un poco con sus compañeros.

La cena salió bien. Nos morreamos a la salida del restaurante y me hice un poco la difícil:

- No, Emilio, todavía no.

Y Emilio que de tonto no tiene ni un pelo (de hecho, es calvo) ya sabía que le estaba dando la pista para invitarme de nuevo.

El caso es que me emocioné un pelín estos días encontrándomelo cada dos por tres en la cafetería. Quizás sí pueda tener una relación normal, vivir en pareja, tener otro hijo. Quizás sí exista el hombre perfecto. Quizás sí sea Emilio. Quizás, quizás... Hay, Amanda, deja de soñar...

Segunda cita. Sigo sin saber nada de Luís. Emilio me lleva a un restaurante caro-carísimo y me sirve vino cada vez que descubre mi copa a medias. Me embolingo exageradamente y nos tomamos un par de vodkas con naranjas antes de que me tome la mano y me diga que le gusto.

Me acompaña a casa y me pregunta si tomamos la última copa. No tengo copas pero sí, pasa, Emilio.

Y ¡ala venganza! Dos veces me vengué. Una rapidita y la otra mucho más lenta. Le grito ¡EmiliooooooooooooooHHHHHH! y nos fumamos un cigarrillo para redondearlo. Emilio se va a las tres de la mañana y me dice que unas horas más tarde tiene que tomar un avión e irse a un congreso en Murcia.

Creo que volvió hace cuatro días, pero no he vuelto a saber de él. Imagino que ya ha conocido bastante a sus nuevos compañeros. Así que ayer, cuando Luís me llamó, yo estaba medio mosca por la revancha que no me sirvió de nada y tuvimos una conversación subidita de tono acerca de nosotros y del famoso "no hay futuro".

Hoy me ha vuelto a llamar. Me dice que se siente culpable porque no puede darme lo que yo merezco, porque no está a mi lado cuando le necesito. Le digo que si quiere que lo dejemos y me líe con el nuevo médico de Trauma. Me dice que ni de coña. Nos reímos después de llorar un poco. Le digo que le quiero y pienso seguir amándole y queriéndole aunque se folle a su mujer. Me dice que él lo que quiere es follar conmigo. No sé, lo tenemos difícil, estando tú en Cartagena de Indias y yo aquí. Otra vez jaja.

No sé por qué Luís se siente culpable de mi amor por él. Cuando él y yo nos acostamos la primera vez, me llamó a las nueve de la mañana, dos horas después de despedirnos. Y hasta entonces nadie había hecho algo así conmigo. Y nadie lo ha vuelto a hacer. A veces pienso que estoy tan enomarada porque nadie me ha querido como él.

Sí, pasamos nuestras crisis. Pero en cada una de ellas, siento que hago lo correcto. Que enamorarse de un hombre casado no es malo, ni inútil, ni una fantasía. Quizás porque yo no me enamoré de un hombre casado. Me enamoré de Luís.
Amanda
http://blogs.ya.com/laamanteamada/200606.htm

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