Palmeras en la Nieve



Una secuela de “El Tiempo entre Costuras” con una historia similar que como miniserie de televisión puede que funcione, pero en el cine no. La sensación desde el principio es de no estar viendo cine sino una telenovela de sobremesa, imagínense mezclar actores, actuaciones y sobreactuaciones de Al Salir de Clase y de La Señora, todo eso durante tres horas y en pantalla extra large. 
La historia no es mala, el problema es que es imposible meterse, una vez más el lenguaje televisivo con unos decorados demasiado obvios -por ejemplo el ambiente africano del supuesto puerto de Santa Isabel cuando llegan por primera vez- te impiden creértelo. Por otra parte que siempre -sin excepción- nieve en el pirineo oscense también es un poco forzado; sí el mensaje se entiende, que Kilian viene del Pirineo, pero es que las imágenes son más bien del círculo polar ártico, un poquito de contención.

La guapísima Berta Vázquez de origen etíope es de lo más salvable de la peli, aunque una vez más te lleva a pasar de puntillas por el extraño acento no guineano de los habitantes de esa Guinea Ecuatorial de cartón piedra.. -la película está rodada en el caribe colombiano y los figurantes son caribeños-. En fin, perfecta para cuando la pongan en Antena 3 como telefilm de sobremesa con mantita y vermut.
                                                                                                                  Fabián



Viajas por ella con gusto, pero sin dolor ni pena. Vista en retrospectiva, después de oír hablar tanto de ella a favor y en contra, se ha de admitir que la historia necesitaba su tiempo para hablar por si misma y dejarse sentir, para ser proclamada como la elegante señora que se auguraba cuando se presentó; aunque, también sea cierto que es tremendamente fácil y tentador que los oídos tomen vacaciones temporales entre tan larga duración, que el corazón apenas participe y que la mente permanezca fría en su análisis. Tan cierto como la escasez interpretativa que muestra Mario Casas en esta ocasión, limitación gestual confirmada por una torpeza de andadura y rostro de nulas expresiones alternativas que no sea la fijada inicialmente y que se mantiene perenne y obsoleta durante todo el relato; tan obvio como la esperada soberbia fotografía, las cuidadas formas, perfecta música y estilismo detallado de un esfuerzo meritorio, para una producción española. La novela visionada se presenta como dama suntuosa y orgullosa de su trabajo realizado, costosa exposición de todo un melodrama romántico de pasión, enfrentamientos, deseos, agresiones, valentía, humillación e intento de sobrevivir a todo ello; corrillo de aventuras y desvelos que abren apetito con calma y mesura, con esos reposados entremeses que deben dar paso a la confirmación de esa suculenta cena, de seductores comensales. Aunque la pregunta clave es ¿el romance reclamado sube lo suficiente de tono como para colmar esperanzas e ilusiones previas?, ¿tiembla el pulso de emoción?, ¿la aceleración progresiva del corazón se percibe con rotundidad o todo queda en fabulosa venta de marketing, que ofertó lo que no daba?


Esta leyenda, en su proclamada conjunto, progresa adecuadamente, aunque no apasionadamente -que no es lo mismo-; su energía se mantiene constante a dosis de cápsulas entregadas sin lograr el fervor, ímpetu y colofón que se espera de estas épicas narraciones, que deben sacudir el alma e hipnotizar a la conmocionada esencia; atrae sin duda, interesa su seguida pero, no sacude vorazmente a unos sentidos que se emocionan lo justo para no perder hilo aunque, no inmensamente como reflejan esas hermosas y sobrias palmeras en la nieve. “La vida es un tornado; paz, furia y de nuevo paz”, y por esos pasos desfila, en procesión ordenada, todo el relato, sólo que la furia no arranca tejados ni su viento molinos derrumba; estéticamente es de sobresaliente pero, su parte dramática no deja huella ni incide en la memoria una vez finalizado; es más, durante las escenas de batalla sentimental y su frustrada agonía, tu sensibilidad permanece en esa calma de visión de quien lee, comprende pero, no se exalta ni perturba ante el desfallecimiento y quiebra de la felicidad construida. Tenue en su conmoción, magnífica en su ambientación, cojea de un pie para afianzarse en el otro pero, ello no evita la cojera de tan opulenta obra.


“Ten cuidado no vayas a encontrar lo que estás buscando”, ya no hay cuidado que valga pues, tímidamente se acerca a la tragedia esperada; hay amor, hay peleas, hay desavenencias, hay conflicto político, hay decepción humana; un polvorín de llanto, alegría, esperanza, muerte y desolación que no explosiona con contundencia pero, atraviesa por sus trágicos puntos con validez de intento novato, que aspira a ser gran veterano. Tiempo a la experiencia y que se repita el intento; osadía hay de sobra, con talento se cuenta, únicamente hacen faltas nuevas ganas, oportunidad y ampliación de miras y capital de nuestro cine. “Mi suerte se termina aquí y ahora”, y has aprobado Fernando González Molina, que no redondeado; sigue con tu énfasis de intento y logro en la siguiente aventura y, futura suerte a quien se empeñe, con carisma y fortaleza, en la representación de un libreto de tal calibre; este ha quedado correctamente retratado, ahora vayamos, en la próxima, a por más nota. Lo mejor; su rotunda fotografía, diestra ambientación y música escogida, más ese valor de un director empeñado. Lo peor; perfila tanto esos detalles que se olvida de la importancia de un pulso cardíaco, que no logra tener la tensión alta.
Lurdes L.


Esto lleva camino de convertirse en el Hollywood de hace 80 años. Una serie de trabajadores firmarán por X años o por X productos y listos. A cobrar los encargos aunque no apetezca hacerlos. Pero lo que realmente da miedo es el aspecto actoral. No porque no haya talento, que me niego a pensar que no lo haya, sino por todo lo que se cuece a nuestro alrededor. Dicen las malas (o quizás buenas) lenguas que Mario Casas tiene contrato con la productora Atresmedia. Si se confirmase, este hecho nos acerca un poco más a ese Hollywood de hace 80 años. Es decir, no importa que quizás no sea la mejor opción para el papel; él debe hacer el papel. Y claro, por aquí ya vamos mal. Y, ¿cómo continúa esto? Fíjense en las últimas películas de cierto éxito del cine español y encontrarán una serie de coincidencias. Una de ellas es la controvertida "Dirección de cásting". Controvertida ya en sus inicios en USA, donde muchos maltrataban injustamente a este oficio en una época de oro donde fue fundamental para descubrir a talentos como Paul Newman, y más tarde De Niro o Dustin Hoffman, entre muchos otros. Pero voy a ir al grano. Actualmente son muy pocos los directores de cásting que cortan el bacalao en España. Muy pocos y muy bien colocados. Y pasa lo que tiene que pasar, que dificilmente nos encontraremos a una Marion Dougherty. Eva Leira y Yolanda Serrano, las directoras de cásting de este bodrio, nos han introducido en el plano cinematográfico de los últimos años a actores como Jesús Castro, Rubén Cortada, María Valverde, Quim Gutiérrez, Alain Hernández, Dani Rovira, Clara Lago, Javier Gutiérrez, Luis Tosar (llevando la bandera de ser el mejor de todos como si fuera una estrella de las artes nacionales, manda narices)..., y podría seguir. Lo siento mucho porque nada tiene que ver con lo personal, y ya sabemos que unos están mejor preparados que otros, pero ninguno de estos "artistas" tienen el nivel mínimo que se debería exigir. Mientras en UK , por ejemplo, nos han dado a conocer en los últimos años (cojamos los años más recientes para no hacer más sangre) a actores como Michael Fassbender, Tom Hardy, Martin Freeman, Felicity Jones, Benedict Cumberbatch, Kate Winslet, Damian Lewis, Emma Watson, Eddie Redmayne, etc. No está mal. Centrándonos únicamente en UK y en unos pocos ejemplos que tampoco digo que sean los mejores. Evidentemente vamos a obviar intérpretes con más recorrido que siguen dando guerra como Judi Dench, Daniel Day Lewis, Vanessa Redgrave, Jeremy Irons, John Lithgow y muchísimos, muchísimos más que se encuentran a un nivel muy, muy superior a las estrellas contrastadas de nuestro maravilloso país. El guión adaptado es una broma de mal gusto, aburrido y sin brillantez. Es plano y la acción no transcurre ni se dirige a ninguna parte. Puedo entender que no tenga más pretensión que la de entretener pero es que se queda en un simple culebrón barato. Aunque debo decir que si me pongo a recordar "Lo imposible", tampoco debería sorprenderme demasiado. La dirección de actores brilla por su ausencia, y en un guión tan mal hilado es clave para llegar empatizar con los personajes de alguna manera, aunque sea a ráfagas. 

De las actrices y especialmente de los actores no voy a hacer leña del árbol caído. Bien, me podría alargar muchísimo más pero no vale la pena. Lo voy a dejar simple y claro: no vuelvo a ver una película o serie española hasta que las productoras se comprometan a realizar productos, guiones, personajes de calidad, o como mínimo arriesgados (que no es sinónimo de dejarse más dinero que nunca), y desaparezcan los pseudodirectores de casting que invaden el país. Dicho esto, que cada uno haga con su dinero y tiempo lo que quiera, no malgastaré ni un segundo más en analizar el resultado de "películas" como ésta que me producen vergüenza ajena. 
KIZIR

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