Enemigo público

Sugestiva y atractiva serie belga para la francófona cadena RTBF dirigida por Matthieu Frances y Gary Seghers, ficción belga que ha triunfado en media Europa, diez episodios que te atrapan desde su inquietante propuesta, un turbio relato que mezcla con equilibrio el thriller, el drama, el suspense, el policiaco, con una ambientación absorbente de cuasi-cuento de hadas en su goticismo expresionista, en tonalidades grises, donde nunca se ve el sol, enmarcando la acción en un valle de las boscosas Ardenas, con “Ogros” de diferentes rostros, cazadores, niños desvalidos, en un desarrollo donde la tensión latente se palpa y se puede rasgar, donde el rencor, la desesperanza, el temor se masca, todo esto bien hilado da un producto de calidad televisiva.  
El epicentro de la trama es un asesino de niños, este se inspira en los crímenes reales del pederasta belga Marc Dutroux. En 1996, Bélgica fue testigo de uno de los crímenes más truculentos de su historia, una serie de muertes y violaciones a niñas que causaron una gran conmoción social. La policía del país detuvo a un ciudadano llamado Marc Dutroux por el secuestro, tortura, y abuso sexual de seis menores de edad, más el asesinato de cuatro de ellas. El ‘monstruo de la dulce Bélgica’, como fue apodado, escondía a sus víctimas en mazmorras, ocultas en viviendas de lujo, donde las violaba y torturaba. En la actualidad el mediático pedófilo cumple cadena perpetua. Sin embargo, esta detención no fue su primera vez. Dutroux había sido acusado diez años antes por violar a cinco niñas, por lo que fue condenado a cinco años. Gracias a su buen comportamiento, logró salir de la cárcel a los tres, con un tratamiento psiquiátrico a base de sedantes que éste reutilizó a su vez para drogar a sus siguientes víctimas. 

Su detención y el juicio posterior, que no se celebró hasta el 2004, escandalizó a la sociedad belga, al dejar en evidencia las imperfecciones del sistema judicial y la dificultad de la reinserción de delincuentes con su perfil. La propia madre de Dutroux había escrito a principios de los noventa al director penitenciario para advertir del estado mental de su hijo, sin que nadie le hiciera el menor caso, y durante el juicio se demostraron diversos errores alrededor de la investigación. Por primera vez Belgica no se sentía segura con sus métodos.
La serie aborda la vida de Guy Béranger (Angelo Bison), quien cumple sus últimos días de condena por el asesinato de cinco niños veinte años atrás. Cuando es puesto en libertad condicional bajo la custodia de los monjes de la Abadía de Vielsart, los habitantes del pueblo no reaccionan muy positivamente a su llegada. A la mayoría no le parece buena idea traer a ese monstruo a su lugar de recogimiento, pero Lucas (Manuel Clement), uno de los monjes más jóvenes, quiere creer en la redención de Béranger. Cuando una niña desaparece, todas las sospechas apuntan al asesino más obvio. En la investigación de la policía local dirigida por Michaël Charlier (Jean-Jacques Rausin), colabora Chloé Muller (Stephanie Blanchaud), joven inspectora de policía asentada en Bruselas y encargada de vigilar y proteger a Béranger en el monasterio. También tendrán importancia en el relato Patrick Stassart (Philippe Jeussette), empresario cervecero local, su esposa Judith (Laura Sepul), y Vincent Stassart (Vincent Londez), pendenciero hermano de Patrick.



Es una serie que juega varias bazas de calado en su conexión con el espectador, dilemas morales sugerentes, como si puede existir el perdón para un asesino (y más de inocentes niños), por mucho que haya estado 20 años en la cárcel (para mí, vaya por delante, NO!!!), sobre si es posible su redención, sobre cómo te tomarías que un tipo con estos antecedentes viviera cerca de ti, sobre si pagar la condena oficial te redime de la pena pública, sobre si sería posible vivir con normalidad teniendo a tu alrededor a este pederasta confeso, sobre si no es algo humano sentir pavor al tener a tus hijos en proximidad con este criminal. Esto la serie lo exhibe bastante bien, ¡trasladándonos la paranoia y terror local, de cómo tener a este de “vecino” les repercute en ser un pueblo ”paria”, “maldito, “marginado” socialmente, de la que los inversores huyen. Los episodios juegan con esto mezclándolo con acierto con una serie de asesinatos que hacen que los lugareños se pongan en pie de guerra con el más natural de los sospechosos, haciendo que el espectador viva en constante intensidad de acontecimientos que en cualquier momento pueden estallar. 


Con guiones bien trenzados, describiendo ágilmente a los protagonistas, otorgándoles alma, matices, aristas, complejidad, siendo la estrella el pederasta, un tipo frío de claras influencias a “Hannibal Lecter”, tipo frío, inteligente, mesurado, manipulador, sin hacerlo caer en la caricatura villanesca, o en lo sentimentaloide de arrepentido, con interacciones con otros personajes que le dan empaque y gran aura perversa. Gran acierto no abusar del estilo “whodounit”, no habiendo un sospechoso por capítulo que la haga del montón, se centra en los personajes, en su padecimiento, ello ahondando en la doble moral imperante en nuestra sociedad, en la hipocresía, en las debilidades de la Condición Humana, en las complicadas relaciones p(m)adres-hijos, en nuestra creencias religiosa, en nuestra fe, en como los núcleos familiares más sólidos pueden implosionar. Nos habla con incisivo tono de los fantasmas que todos atesoramos en nuestras mochilas, de cómo afrontarlos, lo hace con momentos álgidos de tensión. Sabiendo además dosificar laos momentos de acción, haciéndolos creíbles, naturales, todo en un increscendo dramático ingenioso, haciendo mantener el misterio hasta el final, desembocando en una conclusión nada complaciente, zozobrante, aunque con algunas lagunas y artificios forzados la hacen pasarse de vueltas en el comportamiento de algún personaje.

Angelo Bison como el pederasta hace una interpretación perturbadora, espléndido en su gelidez, en su pose de que nada le afecta, en su vena manipuladora, con una mirada que hiela el corazón, con mesura y calma encarna al criminal sin caer en negativos histrionismo, humaniza al sociópata de modo que lo hace más aterrador. Stephanie Blanchoud como la agente Chloe Muller hace una reseñable actuación desplegando laconismo, ser apesadumbrado que deja entrever grietas por las que se cuelan sus debilidades, una solitaria que busca respuestas a tormentoso pasado, notable. Clément Manuel encarna al hermano Lucas, tutor de Beranger, de fuerte personalidad, íntegro, comprensivo, solidario, y con un pasado que le marca a fuego su taciturno comportamiento, muy bueno. Jean-Jacques Rausin cumple como el jefe de policía en un personaje sin mucha chicha. Philippe Jeussette como el empresario cervecero realiza una carismática encarnación, desplegando solidez en un arco de desarrollo gradual creíble, con además una tierna relación con su hijo disminuido. Laura Sepul como Judith hace un rol que me cuesta creer sobre todo en lo referente al rush final. Vincent Londez hace de un camorrista pasado de vueltas, rozando lo caricaturesco. 


La puesta en escena resulta bastante apreciable en la creación de la malsana atmósfera que se respira, rodándose en las Ardenas belgas, siendo muy hermoso el escenario de la Abadía de Orval para la ficticia de Vielsart, aprovechando evocadoramente el montañoso y boscoso entorno rural para crear sensación atemporal y de cuasi-cuento, viviendas campestres de piedra, verdes parajes, esto filtrado por la fascinante fotografía de Philippe Therasse, arenosa, grisácea, con ausencia de sol, añorando la tristeza ambiental, sabiendo emitir opresión, asfixia, suspense, con algunos precioso planos de valor alegórico. Destacable es su intro, revestida de bucólicos y perturbadoras imágenes, adornadas por la deliciosa canción “Black Pig” de Lio Vancauwenberghe. 

¡¡¡Spoiler!!!

Lo de que todo se desencadene por que un grupo de niños quiere entrar en una cervecería en obras me queda forzado; Que Judith al contárselo su hijo no lo denuncie a la policía me cuesta creerlo, aunque se puede llegar a entender, la policía no le hubiera hecho nada a un niño, y menos disminuido mental, y es que además fue un accidente, pero la madree pudo pensar que hacer pasar a su retoño por esto podría acabar con él, y por si fuera poco en el pueblo hubieran sido la familia con el niño-asesino, le doy la licencia; Pero es que la madre sabía que había más testigos, o sea que todo se destaparía tarde o temprano, bueno pero el amor de madre pudo cegarla; Y entonces desencadena una ola de asesinatos de niños para tapar los agujeros en modo de testigos, me cuesta creer que alguien, por mucho amor de madre se convierta en una psicópata y encima de cándidos niños, me chirría; Y lo más estridente es su rush final, Judith cuando la visita el jefe de policía sin comerlo ni beberlo le pega un tiro en el cuerpo, pero si lo lógico es que lo que sabe el policía (que su hijo está en el ajo) lo sepa más gente, no tiene sentido matar a una persona, cuando probablemente lo saben más; Luego en el colmo de lo incomprensible Judith va a acabar con el hijo del poli, testigo de los cruciales hechos, y encima va con su hijo Emile, menuda chapuza de asesina, luego el hijo huye de la casa, y Judith va tras él, pero si sabe que tiene una hermana y puede haberlo visto todo; Son algunos de los agujeros de la trama, sobre todo en su tramo conclusivo, pero para mí lo más atractivo es el modo de evolucionarlo todo.


En conjunto una buena serie, que te entretendrá por su hábil (algo tramposillo), por sus protagonistas tridimensionales y por su ambientación. Fuerza y honor!!!
Pd: Hay ya en emisión una segunda temporada.(Movistar Series)
Tom Reagan

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