The worst marriage in Georgetown (El crimen de Georgetown)


Esta crítica me duele... y mucho. Y es que uno de mis actores preferidos es el bueno de Christoph Waltz, intérprete ganador de dos Óscar (curiosamente en ambas ocasiones por películas de Tarantino) y al que descubrí (como todos) en la maravillosa Malditos Bastardos. Desde entonces fue un flechazo y bueno, hasta ahora, ya que no me suele perder ningún trabajo suyo.
Es cierto que el actor no destaca por su buen gusto a la hora de escoger proyectos, ya que desde que conquistó a medio mundo en aquel lejano 2009, ha ido encadenando producciones de dudoso buen gusto y ha ido perdiendo la estela triunfante que había logrado hace algunos años. Suele pasar. 


Por mi parte nunca le he dado la espalda, y es por eso que, a pesar de las malas críticas, he decidido darle una oportunidad a su debut como director, titulada Georgetown (Los crimenes de Georgetown), y que también protagoniza junto a dos actrices de renombre. No esperaba gran cosa, la verdad, pero tampoco algo tan anodino, espantoso, insustancial y olvidable como lo que he acabado visionado. Y como ya digo, duele, viendo quién es el director...
Y es que mi querido Waltz no sabe dirigir, ofreciendo un trabajo plano e insípido, no teniendo nada que envidiar a un drama de las tardes de Antena 3. Se nota un esfuerzo por parte del actor de imprimir algo de ritmo a la sosa historia, pero jamás lo logra, siendo todo tan fascinante como estar mirando a una pared durante hora y media. Es casi lo mismo. 


Y bueno, el guion no es mucho mejor, con una trama nada interesante, con unos personajes planos y un desenlace que te deja exactamente igual. A veces es mejor preguntarse si algunas historias merecen la pena contarse, por mucho que estén basadas en hechos reales. Ya os confirmo que esta es una de las que no, siendo bastante extraño que haya llamado la atención de Waltz, cuando no hay nada en su metraje que llame la atención, si siquiera los supuestos giros del guion, que se ven venir de lejos.


Mención especial para el insufrible protagonista o los desaprovechados secundarios, siendo todos personajes planos y sin chispa, aumentando la desgana en el conjunto y demostrando que estamos ante un thriller que no aporta absolutamente nada en el visionado.


Y sí, la película cuenta con el aliciente de tres grandes intérpretes, pero solamente una ofrece una actuación correcta y algo rescatable, que no es otra que una entregada Vanessa Redgrave. Lamentablemente, no se puede decir lo mismo de un irritante Waltz, repitiendo algunos de los tics de siempre y dejando bien claro que el único que sabe sacar jugo de sus actuaciones y dar con la tecla adecuada es el señor Tarantino. Para algo tiene dos Óscar gracias a él. En esta ocasión no ofrece una actuación muy memorable que digamos, y eso que es el director y se supone que debe darlo todo. Pues no. Por último, tenemos por ahí a una fugaz Annette Bening, que por poco no es un cameo, y cuyo personaje lo quitas de la trama y la película sigue siendo la misma. Que desperdicio de talento, en los tres casos.
 

En conclusión, estamos ante una película tediosa, prescindible y totalmente olvidable, que no recomendaría ni a mi peor enemigo y que deja la misma satisfacción que estar en un ascensor parado durante hora y media. Jamás lograré entender que atrajo a Waltz para embarcarse en algo así, pero no me creo que no haya mejores historias por contar, la verdad. Desde ya, una de las peores y más insustanciales películas de los últimos años y una mancha en la carrera del actor (o director...) que espero que todos olvidemos lo antes posible, por su bien. Tarantino, ¿dónde estás cuándo hace falta?

                                                                                                                                                Ocio World

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