RoadKill


 

Roadkill nos muestra el mundo de la política, con sus las intrigas, sus trampas y sus conspiraciones. Y lo hace de un modo sorprendente, ameno y con toques de ironía. Los personajes, que van medrando, se tienen que enfrentar con las huellas de su pasado y saber mover sus fichas (como en una partida de ajedrez) para que algo que pareciese perjudicial sea benévolo para lograr sus ambiciones.

El guión de David Hare no hace trampas, se pueden seguir las jugadas: la trama que a veces, como la vida misma, depara sorpresas sin que sean los giros de guión de un Dios omnisciente, si no que están justificadas. Eso sí, dejando las suficientes dudas razonables para que no sea evidente su desarrollo y que finalmente no sea previsible.

Sólo le falta a la historia más contexto (Brexit, emigración, paro y conflictos del presente), siendo su punto flaco ser demasiado generalista en el contexto histórico. Llevando todo el peso sobre el personaje central, porque es más psicologista que historicista.

Por lo demás, la realización de la serie es impecable, con calidad cinematográfica. El ritmo, la fotografía, la puesta en escena y los diálogos funcionan como un todo bien articulado. Realmente es como un largometraje en cuatro actos bien enlazados. Este concepto me recuerda a Antidisturbios, que funciona de un modo similar, como un conjunto sintetizado. Es decir, los hechos están condensados con una buena economía del lenguaje y no estirados para rellenar un espacio. Lo cual me parece admirable.

Hugh Laurie está a la altura de lo que exige su nuevo personaje (Peter Laurence, un ministro del gobierno del Reino Unido) sorteando su pasado al lograr que olvidemos su papel en el Dr. House. Porque está realmente brillante, sin clichés y gestos pretéritos. Verdaderamente es un actor con carisma, que logra dar verosimilitud al hacer casi simpático al personaje que interpreta, irónico y manipulador.

El mundo de la política (lo público) y el mundo de los negocios (lo privado) se retratan entrelazados y a veces sólo hay una forma para salir airoso, hacer jaque mate.El peso de la serie la lleva, como dijimos, el personaje de Hugh Laurie y es esta virtud su único punto flaco al faltar pinceladas más precisas sobre la historia contemporánea, sobre el Brexit, sobre los problemas de la emigración, la pandemia y datos del contexto político de la Gran Bretaña actual. Sólo le falta esto para ser magistral, pero independientemente de este detalle la serie es tremenda entretenida y coherente.

Entonces, el peso de la trama recae sobre Peter Laurence, que es un político que sabe jugar arriesgando para ganar más. Lo hace al engañar a sus contrincantes, es un maestro de la manipulación. Juega todas las posibilidades, sabe hacerse el despistado cuando le conviene (lo cual a veces es lo más inteligente) para maniobrar en la sombra contra sus propios colaboradores y contra sus oponentes. Peter Laurence es un ganador y un político nato porque sabe caer bien, ser admirado por su don de gentes.

Sí, Hugh Laurie da vida al personaje de este ministro. Con más sombras (irregularidades financieras, negocios sospechosos) que luces sabe salir airoso y lograr el apoyo de su familia incluso después de perder la credibilidad por sus amoríos y aventuras. Es realmente brillante y es como se supone que debe ser un buen político: Un personaje ganador con el discurso oportuno, que arrastre a las masas.

En el ajedrez no se hacen movimientos intermedios, sino que cada movimiento tiene un valor táctico en si mismo para responder ante algo imprevisto o generar una jugada nueva. En este sentido, se destaca cuando conoce a su hija encarcelada e hija no reconocida, él se siente identificado con ella, por su carisma y valor. Su maniobra al hacer pública su existencia es brillante, se anticipa. Se adelanta porque sabe hacer del error virtud y sacar fuerzas de flaquezas.

Más vale que lo presente como un gesto de autenticidad y de humildad, al reconocer sus errores, a que otros lo usen en su contra más tarde.

Realmente el final es brillante debido a que ves a un personaje que, aunque sea no muy honorable, genera admiración por sus habilidades y maniobras políticas. Se impone sobre los demás rivales, que al fin y al cabo son como él, igual de judadores y quizá igual de deshonestos con tal de tocar poder y beneficiar a los intereses de sus patrocinadores, que también juegan pero detrás del telón.
(C)Máximo Pablo

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