Última noche en el Soho.

 


Edgar Wright es uno de esos directores y guionistas que siempre llaman la atención. Suyas son la trilogía del Cornetto, compuesta por ‘Zombies Party (Shaun of the Dead)’, ‘Arma Fatal (Hot Fuzz)‘ y ‘Bienvenidos al fin del mundo (World’s End)‘, ‘Scott Pilgrim contra el mundo‘ (que fue un enorme fracaso en su momento, pero la cual ha ido logrando el estatus de culto con los años) o la reciente ‘Baby Driver‘, uno de sus films más aplaudidos, pero que a mí no me dijo nada, más allá de estar dirigido con mano firme. Hablamos de un cineasta con un estilo propio, y de ahí su éxito, aunque sea más bien de cara a la crítica y un pequeño sector del público, porque el resto no le suele hacer ningún caso.

Y eso es exactamente lo que le ha sucedido con su último film, Última noche en el Soho, aplaudida por la crítica, pero ignorada por el público (ha sido uno de los mayores fracasos taquilleros del año). La verdad es que me sorprende que algunas voces la hayan catalogado como la mejor película del año, siendo una producción más convencional de lo que aparenta, y cuya dirección y reparto nos hacen creer que es un film mucho mejor de lo que acaba siendo. Pero mejor ir por partes, que hay bastante tela que cortar (nunca mejor dicho, ya que la protagonista es diseñadora de moda…).

Sí, Wright es un director estupendo, y el mismo nos lo quiere dejar claro en casi todo el (exagerado) metraje de la cinta, con unos planos muy estilosos y una estética que evoca a la perfección la época que se quiere representar. Nada que reprocharle a su estupenda labor tras las cámaras, ya que el verdadero problema está en un intrascendente guion (también cortesía de Wright, junto a otra compañera) que se cree mejor de lo que realmente es, con una historia que suena a ya vista y unos giros mucho más predecibles de lo que se pretende (los he visto venir de lejos, pero uno ya es perro viejo…). Y es que esta propuesta no ofrece nada que nos confirme que estamos ante algo más.

No pondré en duda el entusiasmo de los críticos (bueno, un poco sí, que algunos se han emocionado demasiado, y luego vienen las quejas de los incautos espectadores…), pero no sé qué es eso tan memorable que han visto en esta cinta. Soy consciente de que la dirección de Wright mejora la trama, pero es que quitas ese elemento y pones un reparto de segunda, y te queda un thriller anodino de las tardes de Antena 3. Lo sé, quizás sea exagerado hacer tal afirmación, pero analizad la película y pensadlo, porque el envoltorio es perfecto, pero lo que hay en el interior no tanto.

Quizás el elemento clave que ha convencido a un sector del público y la crítica, sea el claro mensaje feminista que se aborda (muy a la orden del día), que estoy seguro de que ofenderá a los mismos de siempre, pero que está ahí y no está de más mentarlo. Por mi parte, ningún reproche a lo que se nos presenta, más allá de que el resto de elementos pequen de simplistas y rudimentarios. Una oportunidad perdida de ofrecer una crítica social tan necesaria en estos momentos, pero aquí pierde fuerza porque el resto de factores no están al mismo nivel. Algo me dice que por eso ha convencido tanto esta producción que intenta a la desesperada combinar thriller, terror y crítica social, con resultados dispares.

Thomasin McKenzie ofrece una interpretación fascinante y entregada como gran protagonista (y lejos del traspiés de Tiempo, de Shyamalan…), haciendo suyo el papel desde el minuto uno, navegando entre la ternura de los primeros compases, y la intensidad del segundo acto, en una evolución del personaje que tiene más mérito por su fabulosa interpretación que no por el personaje que le han escrito. Creo que estamos de acuerdo en que una buena actriz puede mejorar un papel, de la misma forma que una mala te lo puede estropear.

Afortunadamente, estamos ante el primer caso, y lo mismo se puede decir de la siempre impecable Anya Taylor-Joy, una de las actrices del momento, y que aquí vuelve a ofrecernos un registro espectacular como secundaria de lujo. Ambas son el alma de la cinta, y sin su gran labor, estaríamos hablando de un film mucho menos interesante. Respecto al resto del reparto, todos dan lo mejor de sí mismos, como unos enigmáticos Terence Stamp, Matt Smith o la recientemente fallecida Diana Rigg (‘Juego de Tronos‘), a la cual se le dedica la película. Todos forman un elenco que proporciona más estilo y clase al conjunto. Como he indicado en otras ocasiones, la importancia de un buen reparto.

En conclusión, estamos ante un thriller en el que destacan la inspirada dirección (lo esperado en Wright) y el maravilloso reparto, pero cuya historia es más corriente de lo que se pretende y se nos quiere vender. Un film más, que dudo que acabe siendo el título de culto que muchos están reclamando. Quizás si se hubiese estrenado hace tres o cuatro décadas lo podría haber sido, pero hoy en día está (casi) todo visto, y ‘Última noche en el Soho’ no ofrece nada que la haga merecedora de tal título. No es una mala película, pero sí una de las mayores decepciones del año. Y van…

(C) OcioWorld

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