Cambio de planes

Laguna de Regla.Imagen cedida por mi amigo Tony.

Isidro observaba desde la portada de la finca de Algarín el saco que llevaba Lucas. Esperó a tenerlo cerca para decirle que se veía a todas luces que transportaba una red, por mucho que lo quisiera disimular.
-Te la van a quitar los civiles antes de que la abras.
Lucas detuvo la marcha para facilitar el reagrupamiento.
-No me la quitan.
-Yo no estaría tan seguro. Están al líquin.-dijo bajándose uno de los párpados con el dedo índice.
Manolo llegó a la altura de Isidro y le devolvió el mismo gesto, a modo de saludo, sin detener su paso vivo.
-Nosotros también, Isidro.
El Algarín sonrió abiertamente ante el desparpajo del mayor de los pastorinitos. Escrutó a la cuadrilla y preguntó sorprendido.
-¿Y los reclamos?
-Quillo, Lucas, arranca que vamos tarde.-dijo Manolo.
Luego, contestó a Isidro, señalando hacia La Laguna de Regla entre carcajadas.
-Nos están esperando en el tollo.
Isidro se contagió de la carcajada del jefe de cacería.
-Reclamos no sé si encontarás; pero lo que es agua en el "tollo", te vas a hartar.
La Laguna tenía casi medio millón de metros cuadrados, de los que aproximadamente un tercio se encontraban inundados en aquella ocasión. Carmelo ya la conocía. La había pateado la primavera anterior, bordeándola por el cinturón de dunas de la costa para salir por detrás de Mariño. Luego, entre los juncos había evitado la orilla pantanosa hasta ganar trabajosamente el emboque de la arenosa Hijuela de los Carneros. Recordaba perfectamente lo agotador del paseo realizado de la mano de su padre. También grabó en su retina y en su corazón la imagen de los flamencos reflejados en el agua; las abundantes y variadas aves acuáticas; las vacas de los argarines y de los vardeles pastando dentro y fuera del agua; los jilgueros, chamarices, jamaces, gorriones, gorriones, gorriones, milanos, moscas, mosquitos, mosquitos, perdices...
Pronto terminó el camino que desembocaba en La Laguna. Varias bandadas de patos volaron en busca de aguas más profundas, con menos peligro para su integridad. Las aves menudas silenciaron sus charlas de sobremesa y tensaron los tendones por si había que poner distancia entre los varales y su plumaje.
A Carmelo no le impresionó tanto como la primera vez que la vio. No había flamencos rosados donde mismo los descubrió con su padre sino unos pájaros negros muy grandes.
-Mira, Lucas, flamencos negros.
-Son alcaravanes, Pelma. Flamencos no hay hoy.Y flamencos negros no los hay nunca.
-Ni los habrá.-añadió el mayor.
Manolo aviseró la mano para mirar hacia las dunas aunque tenía el sol a la espalda.
-Allí está el Peorro con los reclamos.
Se puso muy serio y añadió algo sobresaltado.
-¡Los civiles! ¡Están allí también!

Laguna de Regla. Foto cedida por mi amigo Toni
Improvisó un nuevo plan en un santiamén.
-Lucas, llévate la red y me esperas en el campo de Meca. La escondes entre las cañas y nos esperas allí. Yo me voy con el Peorro y ya llegaremos.
-¿Y el Pelma?
-El Pelma que se vaya contigo, que la va a cagar con los civiles. Vete ya y no corras.
Manolo bordeó la orilla de La Laguna por la derecha y Lucas se llevó a Carmelo por la izquierda.
Los gorriones levantaban el vuelo a medida que los niños avanzaban para posarse varios metros por delante. Lucas caminaba mirando más hacia Mariño que hacia Meca.
Carmelo sonreía cada vez que su hermano metía un pie en algún charquito de los que forman las pezuñas de las vacas viejas.
-Como te rías otra vez te vas a enterar.
-Yo no me he reído.

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