El consejero
JESÚS NO NACIÓ EN MÉXICO PORQUE NO ENCONTRÓ TRES REYES Y UNA VIRGEN
Partiendo de la aceptación de esta base literaria, me centro en los abundantes temas que McCarthy trata en el film. En él se nos presenta a Fassbender como un abogado iluso, inocente, que parece salido de una película de Frank Capra, pues pretende entrar en el negocio de la droga en México como trabajador externo. Quiere los beneficios que le puede proporcionar este mundo sin conocer nada de él, sin mancharse las manos y, sobre todo, sin esperar ninguna consecuencia. Es un personaje crédulo, que no se encuentra en su elemento (la escena en la que pregunta algo en español y es respondido en inglés lo define a la perfección) y cuyo único momento de paz transcurre en la escena inicial, en la que se encuentra con Penélope Cruz debajo de las sábanas como si estuvieran ambos en un campo de protección ante la brutalidad que les rodea. Es imposible hacer negocios en este mundo sin salpicarse, en el momento en el que entras en la red, en el que te mezclas, ya estás implicado (o muerto). Solo queda saber cuánto vas a disfrutar de tu vida y cuanto te vas a forrar. Pero una vez que entras, es para siempre. ¿Puede realmente existir un personaje así? ¿O estamos tan condicionados por la violencia de nuestro tiempo qué encontramos extraño enfrentarnos cara a cara con una persona cándida y utópica? Porque México se nos presenta como el infierno en la tierra ("Jesus no nació en Mexico porque no encontró tres reyes ni una virgen", dice uno de los brutales diálogos de McCarthy), un lugar donde la muerte acecha en cada esquina y los demonios son invisibles. Este es, de hecho, uno de los puntos fuertes de la trama. El protagonismo otorgado al Cártel no es directo, pero es vital para el avance de los acontecimientos.
The Counselor nos muestra que hay algo peor que la muerte:esperarla. Porque todos y cada uno de los personajes que habitan este mundo feroz parecen condenados desde el principio a la tumba, dianas de un enemigo fantasma que no se deja notar hasta el momento en el que ves pasar toda tu vida ante tus ojos, a modo de justicieros espirituales. El estado de paranoia constante que habita en el film es contagioso y agobiante, porque el espectador puede anticipar con cierta facilidad ciertos movimientos, pero jamás ubicarlos en el espacio y el tiempo. Solo McCarthy puede hacerlo. Y parece que disfruta como un hijo de perra con este poder, llevándonos de un lado para otro, mareando la perdiz para que el golpe sea mayor.
Este desconcierto provoca un ambiente irrespirable y escenas que no chirriarían en una película de terror. Los personajes se encuentran en un infierno de cocción lenta, que se ve venir desde el principio, pero para el que no parece haber solución ni se puede evitar la colisión con él. De hecho, la cinta se divide en dos partes bien diferenciadas. En la primera se trata la construcción del supuesto golpe que va a hacer de oro a Fassbender y asociados. Incluso se planifica qué hacer en caso de probable fracaso, algo que Fassbender ve imposible. Todo parece ir como la seda, pero mientras tanto, en esos momentos, se irá desatando poco a poco un pequeño drama que irá creciendo con el paso de los minutos, que choca frontalmente con esa imagen de éxito que se nos quiere vender de otros personajes. ¿La segunda parte? La segunda parte se desarrolla en la más absoluta de las tinieblas.
Y es entre estas tinieblas cuando crecen los personajes interpretados por Javier Bardem, Cameron Díaz o Brad Pitt, totalmente habituados a caminar entre la oscuridad. Estos y otros innombrables individuos asumen la caída, en el caso de que la hubiera. Están mentalizados para recoger, huir y establecerse en cualquier otro rincón del planeta. Son camaleones acostumbrados a la muerte, tanto que la desdramatizan en un intento de no idealizar en demasía su vida de ricos por si en algún momento alguien se la arrebata. Para ellos la vida no vale nada, ni siquiera la suya. El fin de los días es algo trivial, baladí, insignificante. Hallamos un sadismo cómico en estos personajes, un humor negro, seco, bestia, del que te arranca una risa nerviosa sin saber muy bien si debes reírte o no. Como bien dice el jefe encarnado por Rubén Blades, en México hay dos mundos: uno en el que cometes tu error y otro donde se paga. Solo queda aceptar sin posibilidad de redención, sin conversaciones aclaratorias, sin compensaciones ni pagos de intereses. La muerte es la consecuencia lógica de sus actos, de su mundo, todos lo entienden así menos el desgraciado de Fassbender. No deja de ser turbador el hecho de que en un mundo donde reina el caos, las leyes que se respetan sean las no escritas, las que todos entienden y ejecutan a rajatabla.
Hasta en la más absoluta de las anarquías hay algunos códigos insalvables, aunque algunos pobres infelices no quieran entenderlo. En The Counselor la cuestión no es como te vas a escapar sino cuanto eres capaz de hundirte y a cuantos te puedes llevar por delante antes de fallecer. El destino está escrito desde el minuto uno. ¿Qué se puede esperar de un lugar dónde no se entierra a los cadáveres, sino qué se les roba? ¿Dónde las decapitaciones son solo negocios? ¿Dónde la brutalidad mueve más hilos qué la palabra e incluso el dinero? Solo hay que ver la fotografía que Dariusz Wolski ha empleado para iluminar el desierto: monocromática, transformando un desierto característicamente abrasivo en grisáceo, con tal abundancia de nubes que pareciera que fuera a explotar a llorar en cualquier momento.
En la parcela interpretativa destacan el acongojado Fassbender, la despiadada Cameron Díaz (impagable su escena en el coche...) y el bufón Javier Bardem (impagable su narración de la escena de Cameron Díaz en el coche...). Brad Pitt encarna su ya clásico papel de Brad Pitt, es decir, el cowboy gigoló que suelta frases ingeniosas por doquier. En resumen, The Counselor es un muy buen thriller, una muy buena novela y contiene unos diálogos geniales y certeros. Es cierto que es casi todo diálogo, pero al que esto escribe le encantó Killing Them Softly (Andrek Dominik, 2012), por lo que no lo considero un defecto si la calidad de los mismos es tan alta como aquí. ¿Frases sentenciosas? Unas pocas, sí. Y lo mismo, no me supone un problema al igual que no me lo suponía el oírlas en The Wire, Breaking Bad o cantidad de westerns como Unforgiven (Clint Eastwood, 1992), The Professionals (Richard Brooks, 1966) o en las propias novelas de McCarthy.
Jlamotta23
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