La sonrisa etrusca

                       


                         Se puede morir con una sonrisa

 
Notable adaptación de la novela de José Luis Sampedro. La acción se traslada desde Italia a EEUU y Salvatore pasa de ser un anciano calabrés que viaja a Milán para vivir con su hijo a llamarse Rory MacNeill y ser un escocés que viaja a San Francisco por los mismos motivos.
Aparte de esos cambios, el resto de la trama se mantiene bastante bien. Se elimina algún personaje secundario y se potencia la relación paterno filial lo que para mí funciona bastante bien también supongo por que dan más juego dramático. Además, se recorta el tono emotivo del final de la novela que siempre me pareció bastante ñoño y deja claro que no era necesario hacer de Salvatore un héroe partisano para que el relato funcione.


Y funciona porque es algo tan universal como la historia de amor de un abuelo y su nieto, pero también el choque entre un mundo, el tradicional, que se apaga y la sociedad contemporánea que se va imponiendo y acabando poco a poco con las tradiciones, costumbres y concepciones de la familia que habían estado vigentes por siglos.


El puente de la literatura al cine conlleva sus ligeras modificaciones y licencias propias para adaptarse al formato y al público, pero lo que debe permanecer siempre es el aura y el clima de la obra primigenia. José Luís Sampedro publicó en 1985 una novela, no, una historia universal, con tanta realidad como deben tener las historias (valga la redundancia). Nos habló de infinidad de valores humanos con la humildad y la certeza de un abuelo. Nos habló del choque generacional, de los principios universales de la vida, de la muerte, del amor, de la familia, del honor... pero, sobre todo, nos habló con calidez, con ternura y con una cautivadora narrativa.




Brian Cox hace un trabajo convincente como el abuelo y JJ Feild aparca un poco a Loki para darle la réplica como el hijo que busca la aceptación paterna. El resto del reparto acompaña bastante bien. En resumen, una película modesta y humana bastante recomendable que respeta e incluso mejora en algunos puntos el relato original.


Los directores israelíes Oded Binnun y Mihal Brezis han tomado valiente licencia para adaptar la universalidad de La sonrisa Etrusca, introduciendo sustanciales cambios que no mancillan, sino que homenajean esa conmovedora historia con sus con sus aciertos y con sus defectos. Tenían, y es lo difícil, que ceñirse a dos horas de metraje para contar demasiados matices y para construir la magnitud de unos personajes muy complejos; y, aunque se precipita en determinados aspectos, se hace fuerte en los momentos más bellos y puros. Brian Cox y JJ Feild (no es Loki pese al parecido notable de ambos actores) crecen enormemente en la cercanía, y de largo son quienes empujan minuto tras minuto una película acogedora y reflexiva más que emotiva, consiguiendo que la lágrima fácil sea algo natural y no manipulado.




Se podría hablar del montaje, de la música, de la fotografía, pero es irrelevante en cintas de este tipo. Al final lo que prima es el sentimiento que consiguen despertar. Al final, volvemos a encontrarnos con esa hogareña escena que nos demuestra que también se puede morir con una sonrisa.
                                                                                                                Víctor Manuel Mirete Ramallo

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